Todo puede ocurrir en un PSOE en ebullición. Al fin y al cabo, ha habido tantos cambios, desde el formato del Congreso -en principio era de delegados y ahora será abierto a la militancia- hasta la retirada de Susana Díaz, que nadie es capaz de arriesgar con un pronóstico.
Eduardo Madina truncó con sus exigencias la aspiración de la poderosa Susana Díaz de ser encumbrada por aclamación en un cónclave de formato clásico de comisionados manejados por los aparatos de las federaciones.
Y así, según se asume en todos los círculos socialistas, la presidenta de la Junta de Andalucía le pasará factura.
En realidad, la relación entre Madina y Díaz ha sido tradicionalmente «horrible» desde sus tiempos en las Juventudes del partido.
La esperanza de Eduardo Madina es que, tras imponer el sufragio individual y secreto de las bases en la designación del secretario general, ningún jefe territorial puede garantizar el control de los suyos.
La maniobra del joven diputado vasco tendrá un alcance limitado. Evidentemente.
Nada es tan fácil como pudo parecer en principio. ¿Cómo no se van a producir movimientos entre bambalinas si el equilibrio interno de poder dependerá de quién sea elegido nuevo líder
Y Madina lo sabe. Es además consciente del vértigo que provoca en diversos sectores. Por un buen número de razones: Su inexperiencia, su personalidad etérea, o el precedente de José Luis Rodríguez Zapatero y la lamentable situación en la que dejó el PSOE.
De aquellos polvos, estos lodos. Todo ello está fresco en la memoria de los cuadros socialistas. En particular, en la vieja guardia conocedora de que en breve el partido puede parecerse poco al antiguo.
La agitación del viejo PSOE de Felipe González ya cerró el paso de Carme Chacón frente a Alfredo Pérez Rubalcaba en el 38 Congreso Federal al darle la vuelta a lo que estaba previsto que iban a votar los socialistas andaluces.
Por eso, Eduardo Madina ha querido ganarse la confianza de los históricos.
Lo ha hecho buscando los consejos de Javier Solana. Tantos años alejado de la política nacional, desde 1995, quien fuese jefe de Política Exterior de la UE, secretario general de la OTAN y ministro de casi todo, permanece identificado con González.
Madina pudo recetar un «shock» de modernidad en su lanzamiento al liderazgo del PSOE, pero ansía contar con la aquiescencia de la vieja guardia.
De lo contrario, tendrá complicado tapar los agujeros que se van detectando en sus andanzas. Hasta el punto de acabar su muy fundada ambición con el cuerpo político para pocos trotes, en algo más parecido a un «electroshock».
VÍA: El Semanal Digital