Se había convertido en un lastre para los populares y amenazaba con condicionar negativamente la recta final de la Legislatura

El palo de gallinero donde se encaramó el ministro Alberto Ruiz-Gallardón hasta que perdió pie

El palo de gallinero donde se encaramó el ministro Alberto Ruiz-Gallardón hasta que perdió pie
Gallardón

No hay filantropía en política. Cualquier acción o decisión persigue siempre un fin. Cualquier cargo aspira a escalar peldaños.

Y los primeros espadas no dudan en subirse a la espalda de los que tiene debajo si con ello cree conseguir nuevos réditos. Nada se hace sin esperar algo a cambio.

Alberto Ruiz-Gallardón ha personificado como nadie esta idea.

La tenacidad e insistencia en la persecución de sus intereses, «sana ambición» diría cualquier «político profesional», le hizo olvidarse del compromiso adquirido con los madrileños como alcalde y logró –a la segunda fue la vencida– ser incluido por Mariano Rajoy en la lista por Madrid al Congreso. Para, luego más tarde, asumir la condición de ministro de Justicia.

Así que ya sólo era cuestión de esperar su oportunidad. Al fin y al cabo, ningún presidente del Gobierno es eterno. Aunque el tiempo en política sea a menudo el palo de un gallinero: largo y lleno de porquería.

Dos años y medio ha durado en el cargo Gallardón, que probablemente ha hecho buenos a la mayoría de sus antecesores por su labor.

El ministro se había convertido en un lastre para los populares y amenazaba con condicionar negativamente la recta final de la Legislatura. De ahí que la puntilla final se la diese el propio Rajoy.

«¿Cómo iba a ganarle un pulso al jefe?», ha sido la pregunta retórica que se han intercambiado estos días los VIP del PP.

El progresivo distanciamiento ya había quedado patente en el nulo papel otorgado a Gallardón en el andamiaje jurídico de la abdicación del Rey Don Juan Carlos. Aquel encargo lo asumió personalmente Soraya Sáenz de Santamaría.

El ex ministro, al fin, en la última de sus batallas, volvió a ser doblegado por la vicepresidenta. No en vano, Mariano Rajoy dejó de despachar con él sobre la reforma del aborto y hasta lo emplazó a entenderse con la «número dos» del Ejecutivo.

Ese fue su talón de Aquiles. Ruiz-Gallardón demostró ser incapaz de ganarse la confianza de Sáenz de Santamaría tras nueve largos meses de tiras y aflojas. Lo más que llegó a decir la vicepresidenta desde la silla de portavoz fue que se sentía tan cómoda con el anteproyecto como con la ley de 1985.

¿Qué hacer? Ruiz-Gallardón se auto guillotinó por forzar la situación poniendo un plazo para sacar adelante la reforma, antes del final de verano. Incluso en privado puso la fecha del 12 de septiembre como la del Consejo de Ministros de su aprobación.

Soraya, a diferencia de Alberto, es una soldado de lealtad indiscutible a Rajoy. Está a las órdenes del presidente y ceder ante las últimas pretensiones del ex titular de Justicia habría supuesto -así lo cree– un considerable desgaste para el Gobierno.

Con todo, la acelerada y tumultuosa dimisión de Gallardón ha puesto en evidencia el malestar que hay en el Gobierno, que se extiende por Génova 13 y las sedes regionales y provinciales del PP.

 

Te puede interesar

OFERTAS PLATA

¡¡¡ DESCUENTOS ENTRE EL 21 Y EL 40% !!!

Te ofrecemos un amplio catálogo de ofertas, actualizadas diariamente

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Antonio Martín Beaumont

Antonio Martín Beaumont, politólogo y periodista, es el actual director de ESDiario.com.

Lo más leído