Y AHORA ¿QUÉ?

El fallido ‘Big Bang’ del 9-N deja secuelas y una equis por despejar

Las urnas de este domingo no eran reales, pero sí lo son los dos millones de catalanes que acudieron a ellas. Visto lo visto, Mas debe convocar elecciones cuanto antes

El fallido 'Big Bang' del 9-N deja secuelas y una equis por despejar
Artur Mas con Mariano Rajoy. TY

Habría hecho falta algo más que dos millones de participantes en una consulta suspendida por el Tribunal Constitucional para que el 9-N fuera una especie de Big Bang que desencadenara el inmediato nacimiento de una nueva Cataluña, como pronosticaron algunos.

No obstante, los catalanes -de cuna o adopción- que este domingo acudieron a las urnas al grito de volem votar no son una cifra nada desdeñable. Por mucho que a efectos legales no sirva para nada. Y por más que hubiera más de tres millones que se quedaron en casa ante un «proceso de participación ciudadana» sin garantías y al margen de la Constitución.

Es más. Son una cifra que tarde o temprano tendrá reflejo en el Parlamento catalán, en esas elecciones aún sin fecha -ésa es la principal equis por despejar- que Artur Mas debería convocar cuanto antes. Por el bien de Cataluña y también de su relación con el resto de España.

Porque como señaló Josep Antoni Duran i Lleida tras votar «sí» a un Estado catalán y «no» a que éste sea independiente, a partir de este lunes tienen que pasar cosas. Lo mejor será que digan los catalanes en la urnas, esta vez de forma legal, cómo les ha sentado esta mascarada de «desobediencia» a la que sus dirigentes autonómicos han llevado.

Precisamente esta semana se cumple el undécimo aniversario del comienzo de este desastre novelado que ha dividido Cataluña en dos mitades difícilmente reconciliables y que ha hecho que en el resto de España cunda el hartazgo.

Once años desde que el entonces presidente Zapatero prometiera en la campaña de las catalanas que aprobaría el «Estatut» que saliera del Parlamento. A partir de ahí, la frustración ciudadana, el recurso del PP que condujo al fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, la feroz crisis, el nefasto tripartito, la vuelta de una CiU echada al monte.

Y la coincidencia en el tiempo de dos líderes, Mariano Rajoy y Artur Mas, que no han logrado puntos de encuentro. Ello pese a la lucha mantenida durante estos años por el presidente para que reinase la moderación en cualquier reacción desde el Gobierno español, lo que le ha llevado, incluso, a evitar este 9-N su aparición pública.

Actitud «prudente» que le ha valido no pocos reproches dentro de sus propias filas y que, sin embargo, está pagando con una caída en picado del PP catalán de Alicia Sánchez Camacho. Que va camino de convertirse, si no lo remedia, en una fuerza política residual en el Parlament. Intrascendente.

Compareció, por contra, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, que afirmó rotundo al término del día: «Estamos ante un acto de propaganda sin validez y estéril». Le respondió después el propio Artur Mas, quien calificó de «éxito total» el 9-N y destacó que los catalanes han demostrado que «queremos gobernarnos nosotros mismos».

De Cameron a Rajoy

Salvando las grandes distancias, en plena campaña del referéndum de Escocia el primer ministro británico, David Cameron, se dirigió a los escoceses para decirles: «No os vayáis. Queremos que os quedéis». A Rajoy no se le ha oído decir nada parecido, por lo menos en estas últimas semanas.

De hecho CiU y su política nacionalista no son los únicos culpables de que el enfrentamiento con lo español haya anidado en la sociedad catalana. También tiene su parte de culpa sucesivos gobiernos de España que miraron hacia otro lado mientras veían a generaciones de catalanes formados por un sistema educativo, transferido, que fomentaba la división y la idea de que el resto de España les desprecia.

Menos mal que, felizmente, al menos la jornada trascurrió -dentro de la anormalidad de una consulta ilegal- de forma normal y pacífica. Y los tribunales hicieron su parte además, poniendo en todo momento cordura, como el que desestimó la querella de UPyD en la que pedía retirar las urnas.

El juez que así lo decidió dio un argumento digno de mención: una cosa es que Mas pueda haber incurrido en delitos de desobediencia, prevaricación y malversación; pero no los ciudadanos, que se limitan a ejercer su derecho a «reunión, manifestación y libre expresión de opiniones».

Si algo deja este 9-N es mucho examen de conciencia por hacer. Las urnas de este domingo no eran reales, pero sí lo son los dos millones de catalanes que acudieron a ellas convencidos de que España no puede depararles ya nada bueno.

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