En las campañas electorales, las imágenes, las metáforas y los eslóganes, sobre todo los afortunados con la victoria, se copian una y otra vez. Jorge Luis Borges aseguró que sólo hay cuatro historias en la literatura y que «durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas».
En 1986, Manuel Fraga copió un cartel electoral que empleó el portugués Aníbal Cavaco Silva el año anterior: el candidato en mangas de camisa avanzando hacia la cámara. Como Cavaco ganó las elecciones legislativas, Fraga y sus asesores pensaron que quizás el mismo formato les ayudaría a arañar unos votos. Fracasaron.
Para la precampaña de las generales de 2011, el PSOE lanzó un cartel con su candidato Alfredo Pérez Rubalcaba, de perfil o tres cuartos, en blanco y negro y mirando el mensaje impreso en la otra mitad del cartel. Resulta que el general Franco había usado un cartel idéntico en la campaña del referéndum de 1966 sobre la Ley Orgánica del Estado.
Y la autoría del «¡No pasarán!» que gritó La Pasionaria en la guerra civil corresponde a una arenga del general Philippe Petain durante la batalla de Verdún, en la Primera Guerra Mundial.
En otros casos, la memoria juega malas pasadas. El cartel de CiU para las elecciones regionales catalanas de 2012 presentaba a Artur Mas en una pose que recordaba a la Charlton Heston interpretando a Moisés en el gesto de abrir las aguas del mar Rojo.
Pablo Iglesias, el caudillo de Podemos, ha caído en esta repetición.
Después de ser elegido secretario general con un 88% de los votos de 95.000 afiliados (un porcentaje muy cercano al 97,5% que en 2012 reeligió a Mariano Rajoy presidente del PP) dijo en su primer discurso que Podemos «no es un experimento», sino «una escoba, una escoba para barrer la sociedad y una escoba que funcionará en la medida en que esté en las manos de los ciudadanos».
Antes, Mélenchon; y antes, el Vlaams Blok
El recurso a la escoba lo usó en mayo de 2013 el líder del Frente de Izquierdas francés, Jean-Luc Mélenchon, cuando pidió a quienes acudieran a una manifestación de protesta contra el presidente, el socialista François Hollande, que llevaran una escoba como muestra de su deseo de limpiar la corrupción y la vida política francesa.
Unos años antes, el partido flamenco Vlaams Blok, partidario de la división de Bélgica y de la expulsión de los inmigrantes musulmanes, y prohibido en 2004, también empleó la escoba en sus carteles.
Pero el mérito de descubrir la escoba como argumento electoral y propagandístico corresponde al belga valón León Degrelle. Proveniente de círculos católicos, con menos de 30 años de edad se lanzó a la política en su país.
Su partido se llamó Rex y en 1936, gracias a la denuncia de los escándalos de corrupción de la clase política belga, a su oratoria y a sus periódicos, obtuvo 21 escaños en una cámara de 150 diputados, más 12 senadores.
Una de sus campañas más populares consistió en desfiles de rexistas con escobas al hombro por la calles de las principales ciudades belgas. Éstos también acudían a lugares como el Parlamento o el Banco Nacional anunciando que barrerían a los corruptos, a los lacayos de la alta finanza y a los viejos partidos, ya fuesen liberales o socialistas.
En los años siguientes, toda la partitocracia belga, incluidos los comunistas, se unieron contra Degrelle y sus escobas, hasta expulsar al Rex del Parlamento. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno belga detuvo y encarceló preventivamente a Degrelle. La rendición de Francia y Bélgica en junio de 1940 le salvó de ser asesinado.
El hijo que a Hitler le habría gustado tener
Cuando Alemania y sus aliados (Finlandia, Rumania, Eslovaquia y Hungría) atacaron la URSS de Stalin en junio de 1941, en el resto de los países europeos, incluidos los ocupados por el Eje, se reclutaron voluntarios para combatir el comunismo.
De España salió la División Azul, integrada en el Ejército alemán, de Francia, otra división, llamada Carlomagno, integrada en las Waffen-SS, y de Bélgica nada menos que dos divisiones, una valona, la Wallonien, y otra flamenca, la Langemarck, también encuadradas en las Waffen-SS.
Degrelle y su Rex no sólo promovieron la Wallonien, sino que el político se enroló en ella y alcanzó el grado de general. El propio Adolf Hitler impuso a Degrelle en 1944 la Cruz de Caballero con Hojas de Roble y le dijo que de haber tenido un hijo habría querido que fuese como él.
Para escapar de la represión de los colaboracionistas, Degrelle huyó desde Noruega a San Sebastián en avión y se refugió en España, donde falleció en 1994.
Uno supone que el doctor Pablo Iglesias, como politólogo que es, debe de saber estas cosas.