Convencida de su inocencia, recordando que no está acusada de llevarse un solo euro y dolida por el comportamiento de algunos de los suyos, la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, ha anunciado su dimisión este martes empujada por motivos familiares.
Ha pesado en su decisión sus dos hijas, pero fundamentalmente la mayor, Antía que con 13 años está ya en edad de empezar a comprender, aunque la pequeña Antía no comprendía que al bajar del autocar escolar algunos niños la increpasen a gritos de «tu madre es una corrupta». Tampoco entendía la burla de algunas «teles» sobre una madre a la que ha visto trabajar de lunes a domingo, resignada ante tanta ausencia. Y a la fuerza había comprendido que su mamá no era como las demás y muchas ocasiones se acostaba sin su beso de buenas noches.
¿Merece la pena todo esto?, me preguntaba no hace mucho Sonia Castedo, una pregunta a la que no supe responder. Y por Antía -y por una Carla a la que no le quiere robar más besos y verla crecer- se marcha la alcaldesa en medio de la polémica y a la espera de lo que ahora dictamine la justicia.
Se marcha una Castedo que ha hecho historia por ser la primera mujer que llega a la alcaldía de Alicante y por ser la política que más votos ha dado al PP en la Comunidad Valenciana, consiguiendo 18 de los 29 concejales de la Corporación municipal.
Balance
Aunque es pronto para realizar sesudos balances, Sonia Castedo dimite querida por su ciudadanía (las encuestas, aún en los momentos de más presión mediática por su imputación, le auguraban victoria), denostada por una oposición a la que había destrozado en las urnas y la incomprensión de su presidente (las diferencias con Alberto Fabra eran más por la afinidad de Castedo con Francisco Camps que por su situación judicial).
Se marcha habiendo renovado, embellecido y transformado la ciudad en poco más de 6 años. Aunque sus enemigos le acusaban de inacción en los últimos meses, lo cierto es que no ha habido un mes que no haya ejecutado proyectos, obras o servicios para su ciudad pese a la nula financiación y apoyo de la Generalitat, que ha castigado inmisericordemente a Alicante en los ejercicios de Fabra.
Y lo deja con grandes logros en su haber como mantener, por su empeño personal hasta casi lo testarudo, la salida de la Volvo Ocean Race -que ha posicionado mundialmente a su ciudad y que sólo en esta presente edición ha reportado más de 90 millones de euros al PIB nacional- o ver como el AVE, tras más de 20 años de espera, llegó hasta Alicante. Se marcha, en definitiva, habiendo dejado a Alicante guapa, guapa y guapa.
