Dicen en Podemos, "estaba cansado" y apenas pudo contestar "porque Rivera no le dejo explicarse"

Y Albert Rivera se ‘merendó’ a Pablo Iglesias… en el bar de ‘Tío Cuco’

Y Albert Rivera se 'merendó' a Pablo Iglesias... en el bar de 'Tío Cuco'
Albert Rivera y Pablo Iglesias en el programa de Jordi Evole. PD

Albert Rivera se merendó literalmente este 18 de octubre de 2015 a Pablo Iglesias en un show televisivo, con pretensiones de debate de pre campaña, de cara a las elecciones generales del 20D.

El escenario de un bar en un popular barrio de Barcelona sirvió de atrezzo para comprobar que el líder de Ciudadanos tiene las ideas más claras y pegadas a la tierra que su adversario y líder de Podemos, Pablo Iglesias, seguro en las formas, pero perdido en una desfasada oratoria de la que no pudo sacar partida a pesar de hacer guiños permanentes a la «centralidad».

‘Excusatio non petita, acussatio manifesta’. Como dice ‘El Economista’, con esta alocución latina se podría entender la respuesta que ha dado este lunes la formación morada tras el varapalo al discurso político de Pablo Iglesias, de quien dicen en su partido, «estaba cansado» y apenas pudo contestar «porque Rivera no le dejo explicarse».

El encuentro parecía amigable. El formato estaba diseñado para ello. Grabado después de los comicios catalanes, los dos líderes se encuentran en Barcelona y tras un cordial saludo se suben a un taxi para departir de los avatares de la campaña catalana y de la falta de anonimato que asiste a los políticos. Podrían haber hablado del tiempo, pero fueron al grano.

 

En esa primera secuencia, Iglesias se muestra tranquilo. Conoce la química de las cámaras y gestiona sus miradas, sus medias sonrisas y también sus silencios. Rivera, por el contrario, está algo más nervioso. Se preocupa por las preguntas de Iglesias y trata de resultar el buen anfitrión que con educación recoge a su invitado. No quiere que falle nada.

No en vano, Rivera viene de obtener unos excelentes resultados en Cataluña y se juega todo.

Los sondeos le miman y le vienen a decir que parte de la parroquia de Podemos se está desplazando a Ciudadanos… Iglesias, por su parte, luce otro talante. Acaba de asumir su caída en picado en las urnas, y las expectativas para el 20D no le son del todo halagüeñas. El rictus del de Podemos es otro.

En Nou Barris les espera Jordi Evole, el conductor del programa. Del taxi al bar-plató del debate, los protagonistas charlan con los paisanos, y uno de los vecinos asegura haber visto a Pablo Iglesias en la televisión.

Lo ha reconocido por su singular coleta, lo que no le dificulta a la hora de admitir que él ha votado al PSOE en las municipales, y a Ciudadanos en las autonómicas.

Acabado el paseíllo, Rivera e Iglesias, Iglesias y Rivera, con buen tono, controlándose el uno al otro, observándose en todo momento, la ropa, los gestos, las comisuras de los labios, el lugar en el que sentarse, la tersura de las camisas, comienza la acción en el nuevo ring político. Se trata de un escenario insólito que inaugura una nueva etapa.
Sube el telón

En la primera estampa se distingue a un Pablo Iglesias, que es quien domina la entrevista. Pareciera que es el líder de Podemos quien ejerce de moderador. Para la ocasión, Iglesias ha echado mano de sus conocimientos y de sus cursillos en TVE -presenta desde hace años programas en su canal de TV-.

Sin embargo, la paz catódica deviene en quimera. Apenas transcurrieron unos minutos, la sensación cambió de barrio. Cada vez que Iglesias sacaba su argumentario populista, Rivera le contraatacaba con el discurso del raciocinio:

«La cuestión no es lo que ganan los políticos si no acordar sus sueldos, hay que impedir que burlen a Hacienda…; no nos podemos jubilar a los 60 años, necesitamos un contrato único; no podemos dar sanidad a todo el mundo, no se trata de inmigrantes sin papeles, también hay extranjeros que vienen de vacaciones y se aprovechan de nuestra sanidad; ¿cómo vas a pagar el sueldo mínimo del que hablas?; no puedo engañar a los españoles prometiendo todo; yo también creo en la paz y en la bondad del género humano…».

Cincuenta minutos, y el desplome de Pablo Iglesias se había consolidado.

Albert Rivera ya había envuelto con su lenguaje pragmático a un empequeñecido Iglesias, quien finalmente quiso rematar su faena con un tropiezo de manual, acusando al primer espada de Ciudadanos de recibir apoyos de periodistas como Alfonso Rojo, Arcadi Espada o Isabel San Sebastián…

Ahí, teniéndolo a huevo, a Rivera le faltaron reflejos. Podía haber replicado contundente:

  • «Es normal que me prefieran a mí. Ellos son demócratas y yo también lo soy».
  • «Ellos defienden la Constitución de 1978 que tú quieres arrasar y yo también la defiendo».
  • «Una de esas cuatro personas que tú citas, Arcadi Espada, fue fundador de Ciudadanos, un partido que está abierto a todos los ciudadanos y a sus votos».

En lugar de eso y con las prisas, se fue por el carril fácil:

«Y cuando lo dice Maduro de vosotros también. Pero yo no pienso entrar en este juego, porque la gente está harta del «y tú más»…»

Ese ‘también‘… ¿Cómo es posible que Rivera acepte, qué digo acepte, proponga la equiparación? La misma comparanza jode, pero al de Podemos lo dejó planchado.

 La cara de Iglesias se tornó en poema… La urna del debate estaba perdida para Iglesias.

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