Se da por supuesto que subirían PP y Podemos, pero faltan cinco meses

¿Quién saldría beneficiado si al final hay que repetir las elecciones generales en mayo de 2016?

El PSOE está en una diabólica en encrucijada y Ciudadanos, más por falta de decisión que de escaños, está temporalmente relegado

¿Quién saldría beneficiado si al final hay que repetir las elecciones generales en mayo de 2016?
Elección, candidato, política, encuestas y partidos. PD

De haber concurrido a las elecciones Izquierda Unida con Podemos, con los mismos resultados que el 20-D, hubieran sumado 13 diputados más

Los cálculos tacticistas dominan esta parte de la llamada nueva política al menos tanto como la que criticaba anteriormente.

La prepotencia de Podemos, que sólo es tercera fuerza y a una distancia sideral de la primera pero actúa como si hubiera ganado con el apoyo de una buen rebaño de periodistas y de los panolis del PSOE, impide cualquier Gobierno alternativo al del PP.

Y si el Partido Popular no consigue apoyos y abstenciones para mantener a Mariano Rajoy en La Moncloa, habrá que votar de nuevo.

El cursi de Pablo Iglesias no parece dar mucha importancia a que la legislatura quede bloqueada, sea preciso repetir las elecciones —con un Gobierno, el de Rajoy, en funciones durante cinco meses— y el país quede a la espera de lo que pueda dar de sí otra larga e incierta campaña electoral. Podemos espera beneficiarse del barullo agudizando las contradicciones de su adversario.

Pero el tacticista ‘Coleta Morada’ -como subraya el diario ‘El País’ en su editorial este 31 de diciembre de 2015– debería tener mucho cuidado con vender la piel del oso antes de haberlo cazado.

Las elecciones del 20-D dejaron un panorama político con un parlamento ingobernable, en el que está siendo muy difícil que las -ahora- cuatro fuerzas con opción de formar Gobierno se pongan de acuerdo y alguno de los candidatos logre hacerse con el poder.

Abiertas todas las hipótesis sobre posibles combinaciones, la última opción y, quizá, la menos deseada, es que se tengan que volver a convocar elecciones.

Esto ocurrirá si pasados dos meses desde la primera votación de investidura en la Cámara Baja ningún candidato consiguiera el apoyo necesario.

En ese caso, los nuevos comicios se celebrarían probablemente a finales de la primavera de 2016. Pero, ¿para qué partidos podría significar un castigo? ¿Para cuáles, en cambio, una alegría?

Pablo Iglesias, que es tan pretencioso como cursi y sólo tiene 69 escaños, dijo en una entrevista previa a las elecciones en ABC que «si hubiera habido más debates, habríamos tenido mayoría absoluta». Da por supuesto que un mayor tiempo para hacer campaña le hubiera resultado favorable, algo que no está tan claro, porque una campaña más larga, también habría beneficiado y mucho a Rajoy.

Revela Nieves Mira en ‘ABC‘ que los podemitas aseguran que ahora la prioridad no son para ellos unas elecciones, aunque no ven malos ojos una repetición de los comicios.

En política, dos más dos no da siempre cuatro, pero los ‘coletudos‘ se apoyan en un cálculo bastante simple: los malos resultados obtenidos por Izquierda Unida podrían hacer que, esta vez sí, aunque las negociaciones fueran arduas y complicadas, se integraran en Podemos.

De haberlo hecho el 20-D, y con los mismos datos lo que está por ver, la extrema izquierda con las mareas antisistema gallegas, los independetistas catalanes de Colau, los proetarras de Bildu y los cipayos valencianos de Compromis, habría obtenido 13 escaños más (Los ‘progresistas’ con los que quiere pactar Sánchez: un ex etarra, un fan de De Juana Chaos, un detenido por drogas…).

El PSOE en la encrucijada

La idea general, aireada por analistas de todo pelaje y terulianos de radio y televisión, es que unas nuevas elecciones beneficiarían a Podemos, pero también al Partido Popular.

A los primeros porque confirmarían las tendencias apuntadas por todas las últimas encuestas y seguirían subiendo, y a los segundos porque los electores podrían decidirse por votar la estabilidad que, en teoría, aporta el PP.

Esta tesis, supuestamente tan racional, habría que matizarla si el candidato socialista en lugar de ser el atribulado Pedro Sánchez es en mayo alguien como Susana Díaz. O si el PP cambia su cabeza de lista y coloca a Pablo Casado o a Soraya Sáenz de Santamaría, en lugar del sempiterno Rajoy.

Tampoco se puede descontar tan alegremente a Ciudadanos, sobre todo si en las próximas semanas deja de aferrarse a su ‘virginal neutralidad’ y aparece ante la opinión pública como una formación decidida a mojarse y jugárselo todo para sacar a España del hoyo.

Por ahora, Albert Rivera sigue en un limbo suicida y de no cambiar, verá como sus 40 diputados se convirten en 20, porque los electores no soportan la idea de que sus votos no tengan relevancia alguna.

Esta misma semana anunciaba que el partido naranja no descarta abstenerse ante un pacto PSOE-Podemos si renuncian al referéndum catalán. Contemplan así cualquier opción, incluida una que daría poder a una formación que apoya verdugos venezolanos, represores iraníes, inependentistas periféricos y proetarras, antes de volver a las urnas.

Podemos tiene a su favor ahora la inestabilidad interna del PSOE y se venderá otra vez como «la verdadera izquierda», pero para que ese mensaje cale, es imprescindible que los socialistas sigan tratando de imitarles en lugar de haceles frente.

El tono chantajista de los de Iglesias coloca a los socialistas ante un difícil dilema: Si el PSOE pacta se va a diluir, y a largo plazo no le va a beneficiar en nada, pero, ¿cómo explicarían que se abstiene para que el Partido Popular pueda gobernar?. La decisión es difícil y tendrá consecuencias.

Si finalmente fuera Rajoy o cualquier otro pepero quien encabezara el nuevo Gobierno, gracias a las abstención simultánea de Ciudadanos y PSOE -lo que no se aclará hasta finales de febrero de 2016, Podemos intentaría perfilarse como la «alternativa del pueblo», pero habría dejado pasar la mejor oportunidad que nunca tendrá de asaltar el poder, porque unas circunstancias como las que han rodeado este 20-D, con crisis económica feroz, noticias contantes de corrupción rampante y  desapego a la política tradicional, no volverán a repetirse.

Y dentro de dos años, cuando previsiblemente tendriamos que volver a las urnas, la gente puede estar mucho menos cabreada y votar diferente.

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