El rey felón se negó a reconocer la deuda contraída por los liberales y al final tuvo que abonarla en secreto

Pablo Iglesias copia a Fernando VII cuando propone no pagar la ‘deuda ilegítima’

El repudio de la deuda del Trienio Liberal (1820-1823) empobreció a España y enriqueció al monarca y sus banqueros

Pablo Iglesias copia a Fernando VII cuando propone no pagar la 'deuda ilegítima'
Montaje de Pablo Iglesias y Fernando VII.

Podemos copia al fascista Degrelle la escoba para barrer la corrupción y a Fernando VII el impago de la deuda liberal

Muchas de las propuestas y de los eslóganes de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y el resto de dirigentes de Podemos no son en absoluto originales. La escoba como símbolo para barrer la corrupción la tomó el nuevo partido del fascista belga León Degrelle. Y las execraciones de la casta política ya las enunció el fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera.

Una de las propuestas más sobresalientes de Podemos es el rechazo a pagar la deuda pública, que se califica de odiosa o ilegítima. El primer argumento contra semejante declaración es cómo se puede declarar ilegítima o ilegal una deuda emitida por los organismos públicos de un Estado democrático y supervisado por un Gobierno elegido por un Parlamento salido de unas elecciones pluripartidistas y libres.

Pero hay un segundo argumento, y es que esta propuesta no es ni original. El único gobernante español de la edad moderna que se negó a pagar la deuda contraída por otro Gobierno español fue el rey Fernando VII (1808 y 1813-1833).

Las Cortes habían violado la soberanía real

Ocurrió después de que un ejército francés penetrase en España en 1823 y venciese a los liberales. Así concluyó el Trienio Liberal (1820-1823), que comenzó mediante el pronunciamiento de varios militares, encabezados por el teniente coronel Rafael del Riego. Los golpistas obligaron a Fernando VII El Deseado a jurar la Constitución de 1812 y a establecer un Gobierno responsable ante las Cortes.

Durante el Trienio, las Cortes aprobaron la emisión de deuda pública y empréstitos que se colocaron entre compradores españoles y extranjeros para pagar los gastos del Estado. Cuando Fernando VII fue restaurado como monarca absoluto, procedió a derogar toda la labor de las Cortes liberales. Y también se negó a aceptar la deuda pública española, porque, a sus ojos, era ilegítima, ya que la habían contraído masones y liberales en perjuicio de su soberanía.

En diciembre de 1823, cuando nombró jefe de Gobierno al marqués de Casa Irujo, Fernando VII le dio entre sus instrucciones la siguiente: «no reconocer los empréstitos nacionales». La Deuda exterior alcanzaba, según el historiador Miguel Artola, los 2.600 millones de reales. Los franceses presentes en España, con los que el rey absolutista despachaba con frecuencia, se lo desaconsejaron, pero la soberbia del Borbón se impuso.

Una de las consecuencias de semejante medida fue el cierre de los mercados financieros internacionales para España, cuyo Gobierno no podía financiar sus gastos. El paso siguiente fue el de dejar de pagar a muchos proveedores y funcionarios; la marina prácticamente dejó de existir y los soldados y marinos acumularon meses de sueldos atrasados; a los tenedores de deuda nacional, se les prorrogó ésta (en muchos casos se convirtió en deuda perpetua) con la promesa del abono de intereses.

Un banquero que cobró sus comisiones

Otra consecuencia fue que la Corona tuvo que contratar a un banquero, Alejandro Aguado, ya establecido en París, para que negociase nuevos empréstitos. Por un lado, el interés de éstos se encareció y por otro lado Aguado cobró sustanciosas comisiones. Por ejemplo, por un empréstito de 10 millones cobró una comisión de un 2,5%. Artola afirma (La España de Fernando VII) que el rey y el banquero se enriquecieron especulando en la Bolsa de París con las nuevas emisiones de deuda.

Aparte de la pérdida de ingresos y el encarecimiento del crédito ya señalados, una tercera consecuencia fue, según reconoció el ministro de Hacienda del rey, Luis López Ballesteros, que los banqueros perjudicados por el repudio de la deuda ilegítima dieron «frecuentes y poderosos auxilios» a los revolucionarios liberales para «salvar sus capitales a toda costa».

Como la Hacienda española tenía que recurrir a préstamos internacionales, dada la falta de ahorro nacional y los gastos, a finales de la década de los años 20, la Corona tuvo que reconocer deudas con el tesoro francés y emitir nuevos empréstitos en condiciones más duras.

La última operación del reinado de Fernando VII, en 1832, fue «la cancelación de los bonos del período constitucional» (1820-1823) a los tenedores extranjeros, pero no a los españoles. El encargado de realizarla fue Aguado, que cobró su comisión.
A la muerte del rey, en septiembre de 1833, la deuda exterior se calculaba en 4.460 millones de reales, de los cuales 2.600 millones ya existían al concluir del Trienio Liberal.

Es decir, al final Fernando VII tuvo que rendirse ante la realidad de los números y aceptar los compromisos de las Cortes liberales. En esos años perdidos, los españoles se hicieron más pobres por acción del rey y de su camarilla, que en cambio se hicieron más ricos.

Otro punto en común entre Fernando VII y Podemos es el deseo de borrar todo recuerdo y toda obra de los gobernantes que odian, en el primer caso los liberales y en el segundo el general Franco. Fernando VII anuló varias leyes del Trienio Liberal y hasta empleos, ascensos, títulos universitarios, oficios y procedimientos judiciales. Podemos quiere arrasar con toda la obra del régimen franquista (uno de cuyos actos fue la restauración de la monarquía) y hasta con la Constitución vigente, que considera herencia del primero.

 

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Autor

Roberto Marbán Bermejo

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y actualmente cursa el grado de Ciencias Políticas por la UNED, fichó en 2010 por Periodista Digital.

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