A Pedro Sánchez debió de ponérsele una media sonrisa malévola cuando vio el resultado de la concentración que la militancia del PSM convocó a las puertas de Ferraz.
Apenas un centenar de personas se juntó para protestar por la destitución de Tomás Gómez. Eso sí, se vivieron momentos de tensión porque entraron en la sede y llegaron a las manos con el personal de seguridad.
No hay marcha atrás, por más que el de Parla acuda a la Comisión Federal de Ética y Garantías del PSOE en busca de amparo, o a los tribunales, o a los dos. Sánchez no va a ceder, le va en ello su autoridad. Y con Susana Díaz al acecho, eso son palabras mayores.
Cuando en enero Juan Barranco, el último cortafuegos del hasta ahora líder del socialismo madrileño, dimitió como presidente del PSM harto y cansado, el destino de Gómez pasó de negro a muy negro.
La noche antes del día de autos Barranco se dejaba ver en un céntrico bar charlando relajado con su amiga Maru Menéndez, mano derecha del hasta ahora secretario general de los socialistas madrileños. Uno y otra sabían que la situación era límite, pero para entonces ninguno imaginaba lo que se venía encima sólo horas después.
Pedro Sánchez ha querido que cale en el partido y en la opinión pública la idea de que su decisión viene motivada por la tolerancia cero contra la corrupción; pero la realidad es que el tranvía de Parla no lo ha sido todo.
Más allá está el pánico del PSOE a un descalabro en la Comunidad de Madrid que lo redujera a no más de 20 escaños -en el menos malo de los casos- como pronosticaba alguna de sus encuestas, frente a los 36 que tiene ahora (que ya supusieron un tremendo varapalo en 2011). Precisamente ahora que parece que con Antonio Miguel Carmona los socialistas remontan algo en el Ayuntamiento de la capital.
El equipo de Sánchez, de hecho, va contando que prescindiendo de Gómez se aseguran entre 8 y 10 puntos más en las elecciones autonómicas, algo por otra parte complicado de creer si no se pone cara a ese otro candidato.
Muchos dan por hecho que será el exministro Ángel Gabilondo, de un perfil parecido -salvando las distancias- al del viejo profesor, Enrique Tierno Galván, el carismático alcalde del Madrid de la Movida.
De momento toma las riendas el mismo hombre -Rafael Simancas- que dejó al PSM sumido en una profunda crisis en mayo de 2007 tras perder las elecciones con 42 escaños. Y ahora, ocho años después, el partido lucha por pasar de la mitad de esa cifra. Las vueltas que da la vida.
