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«¡Parad las máquinas! Traigo una exclusiva sobre Franco»

Lavrenti Beria, el ‘carnicero’ de Stalin.
Lavrenti Beria, el ‘carnicero’ de Stalin.

Se lo voy a poner fácil a mis críticos, empezando por el simpático Manuel Jabois, el jovencito que entrará en la pequeña historia del periodismo español por haber recuperado los perfiles-alfombra de Luis María Ansón: me siento como el burro atado a la noria y obligado a dar vueltas y más vueltas alrededor del mismo terreno, en mi caso del mismo tema: Franco, Franco, Franco.

Dos periódicos destacados, uno de papel y otro digital, dedican hoy amplio espacio a sendos reportajes cuyo protagonista es un tal Francisco Franco, de cuya muerte se cumplirán en noviembre 40 años.

En El Confidencial, un tal Germán Sánchez da crédito a la metedura de pata de Torcuato Luca de Tena de que Beria, el jefe de la NKVD, había huido de la URSS y se había refugiado ni más ni menos que en la España franquista.

En El País, Jesús Ruiz Mantilla saca un reportaje sobre los ejercicios espirituales que impartió el jesuita falangista que luego se hizo comunista José María Llanos a Franco. Antes, publicó una carta de respuesta a una falangista que se presentó como novia de José Antonio Primo de Rivera para probar que el caudillo detestaba al fundador de la Falange. ¿Cuántas novias de José Antonio habría en España en 1936? ¿Como las que le salían antes a Julio Iglesias, del que Pepe Bono nos ha revelado que era una especie de embajador oficioso de España? Y antes, un reportaje sobre las nóminas de Franco.

(Jesús, si quieres batallitas sobre Franco, pregúntale a Juan Luis Cebrián, que ya escribió Umbral que pertenece a ala más acrisolada aristocracia azul, azul por Falange.)

Franco ya parece uno de esos ovnis avistados en Bollullos del Condado que le servían a J. J. Benítez para escribir un libro.

Escribió Julio Camba en una de sus visitas a la Alemania de los años 20 que un obstáculo al asentamiento de la república era la «pacotilla imperialista» del káiser Guillermo: los bustos, los retratos, los platos de porcelana, los yesos… que mostraban al emperador con sus bigotes enhiestos eran una losa sobre el «poco decorativo» socialdemócrata Ebert, que da nombre a la fundación que en los años 70 pagaba los gastos a Felipe González, Alfonso Guerra y demás regeneradores socialistas.

El actual régimen ha sido incapaz de elaborar relatos, como decimos ahora, o de presentar figuras respetables o admirables, con la excepción de los nacionalistas, que han recurrido a la mitología con sus historias sobre 1714 o el bombardeo de Guernica.

Las ganas de contar con un pasado no diré heróico, sino mínimante arriesgado lleva a que gente como Carmen Chacón se invente una noche de aventura el 23-F. Zapatero, más indigno, lloraba por un abuelo muerto casi 25 años de que él naciera, a la vez que (deduzco), alimentaba el odio contra el otro abuelo vivo, porque era falangista.

En cambio, quienes pueden mostrar sus cicatrices, las víctimas del terrorismo o los heridos en las misiones de paz, por ejemplo, son ocultados y hasta despreciados.

Como diría un psiquiatra, todos matar simbólicamente al padre, pero es que ya se trata del bisabuelo para algunos de los más entusiastas jovencitos. Llevamos mucho tiempo con la misma matraca y me temo que nos quedan más exclusivas franquistas, como que Franco se saltaba la veda para cazar o no se paraba en los semáfaros.

Y de esta manera tan sencilla, la clase moralmente superior se evita enredarse en asuntos que le provocan dolor de cabeza, como el invierno demográfico, la decadencia de Europa, el traslado del eje del mundo al Pacífico, la crisis, la reindustrialización, las relaciones con Marruecos… Lo que sea.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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