Hace unos meses Emiliano García-Page acusaba a María Dolores de Cospedal, la entonces presidenta de Castilla-La Mancha, de hacer «muchos méritos» para recibir la medalla de oro de la región de Murcia, en alusión a la guerra del agua.
Ocurre que desde la oposición la crítica se hace más fácil, y ahora el socialista ha empezado a probar las hieles de la gestión en un asunto que le ha enfrentado abiertamente con su compañero de partido Ximo Puig.
El sempiterno debate sobre el trasvase del Tajo al Segura ha comenzado a quemar en las manos a los presidentes de Castilla-La Mancha y la Comunidad Valenciana. Desde hace días vuelan cuchillos entre ambos socialistas, presionados por sus ciudadanos.
El tercero en discordia, el murciano Pedro Antonio Sánchez, del PP, ha pedido a García-Page y Puig que no le busquen en una «guerra del agua» que por tanto queda en cosa de dos. Ambos del PSOE, para desgracia de Pedro Sánchez, que no se esperaba un contratiempo interno así a cuatro meses de las elecciones.
García-Page se ha pasado todo agosto utilizando el trasvase para ganar puntos de cara a la opinión pública castellano-manchega, ante la que ha llegado a prometer que no se quedará de brazos cruzados viendo cómo el Tajo «se muere».
De hecho ha anunciado un recurso en los tribunales contra el último trasvase, «indigno» a su juicio, lo que ha indignado en el Mediterráneo. Y este mismo miércoles viajó a Sacedón para fotografiarse junto a un pantano a apenas el 15% de su capacidad.
Puig también ha enseñado los dientes con declaraciones como ésta: «El trasvase es una realidad que hay que mantener y no vamos a dar ni un paso atrás». Y esto no ha hecho más que empezar.