Como si fuera la reencarnación de Gandhi, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena ha hablado de los atentados de París: «Necesitamos gestores, políticos que valoren la vida, que valoren la paz» y ha reivindicado que si se quiere perseguir el desarrollo «no puede hablarse de guerra».
El hotel Ritz se convirtió este 17 de noviembre 2015 en una especie de Woodstock, solo que en lugar de estar lleno de hippies estaba Manuela Carmena, con un discurso pacifista que haría llorar hasta a la misma Yoko Ono:
«Cuando estamos muy próximos a la vida, cuando la defendemos, odiamos la guerra y estamos muy próximos a plantear que no puede hablarse de guerra si queremos hablar de desarrollo»
La alcaldesa de Madrid ya respondió a mediados de septiembre que era «pacifista» y que estaría «siempre en contra de cualquier intervención armada» cuando le preguntaron si apoyaría una incursión militar en Siria.
Carmena sigue creyendo fervientemente en la bondad del ser humano y confía que con el diálogo y la buena voluntad se puede frenar a los carniceros de las Kalashnikov:
«Para evitar este terrorismo y cualquiera es fundamental trabajar muchísimo en lo que siempre se debe trabajar, para la paz, y es en el diálogo y en buscar alternativas para hacer posible que haya una empatía, para intentar ver en el otro a un ser humano, y hacer lo imposible para lo que lo llamo la educación para la paz»
A Carmena solo le faltó anunciar la llegada de una nueva era acuario sin conflictos ni guerras:
«No se trata de tener diálogo y empatía con quien renuncia a cualquier concepto de humanidad, lo que ocurre es que hay que aceptar que todos somos humanos, y cuando hay determinadas actitudes que han perdido esa condición de humanidad hay que buscar las causas, y hacer todo lo que está en nuestras manos para evitar la continuación de la confrontación y de la violencia».
Con Francia y EEUU declarando la guerra al terrorismo, la izquierda radical sigue instalada en mayo de 68 como si la amenaza del Estado Islámico fuera un próximo Vietnam. Quiza sea que la alcaldesa madrileña es demasiada buena para un mundo tan violento y falso.