La corta distancia en sufragios entre los partidos de Iglesias y Sánchez (en torno a 300.000) ha abierto un bulevar a Podemos para llevar a cabo en unas futuras elecciones el sorpasso no logrado el 20-D, y ese objetivo condiciona toda su estrategia
Se la ha metido doblada a Pedro Sánchez, que ha intentado sonreir al enterarse, pero queda a los pies de los caballos y mucho más desairado de lo que estaba hasta este 22 de enero de 2016, que ya era bastante (El penoso escenario político de España que describe ‘El País’ en su editorial).
Nada más salir de su reunión con Felipe VI, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, anunció a bombo y platillo y rodeado de sus ‘cuates‘, las carteras ministeriales a las que aspira para lograr un pacto de Gobierno con el Partido Socialista e Izquierda Unida.
El propio Iglesias dejó claro que Pedro Sánchez no tenía ni idea de que iba a hacerlo por lo que su maniobra es tan sólo eso: un movimiento con el que la formación de extrema izquierda quiere situarse en el centro del debate y ganarle la iniciativa a los partidos que lograron mejor resultado el 20 de diciembre.
En un gesto que muestra a las claras los modos de lo que el propio Iglesias denomina «la nueva política», el líder de Podemos sólo mandó un mensaje de texto a Pedro Sánchez cuando hubo terminado la rueda de prensa para emplazarle a que comenzaran las negociaciones; es decir, primero informó al Rey, luego a la opinión pública y, finalmente, a la persona a la que quiere hacer presidente del Gobierno: toda una declaración de intenciones.
Quiere el de la coleta la vicepresidencia del Gobierno así como los ministerios de Economía, Educación, Sanidad, Servicios Sociales, Defensa e Interior.
También cree que debe crearse un ministerio dedicado a los asuntos de «plurinacionalidad» que debería recaer en una persona de la candidatura de «confluencia», En Comú Podem, por ser la fuerza que ha ganado los comicios en Cataluña, así como una cartera para IU. Además, otra de sus exigencias es hacerse cargo de la dirección de RTVE.
En cuanto a quién podría ocupar cada uno de esos ministerios, no hacía falta que apuntara los nombres, pues bastaba mirar la foto de quiénes le han escoltado hoy en esa comparecencia en el Congreso.
A su izquierda su número dos y secretario Político, Íñigo Errejón, a quien ya había presentado como su futurible vicepresidente; y a su derecha, el portavoz de En Comú Podem, Xavier Domenech, a quien también había prometido públicamente en campaña una portavocía en el Congreso.
Otras cuatro personas de su máxima confianza completaban la imagen.
Allí estaba la diputada gallega Carolina Bescansa, profesora de Metodología de la Investigación en Ciencias Sociales en la Universidad Complutense de Madrid, responsable de la Unidad de Análisis Político de Podemos y considerada como la número tres de la formación.
Y otra de las mujeres fuertes de Podemos, Irene Montero, coordinadora entre áreas y del equipo del secretario general y, según Iglesias vaticinó en un mitin en diciembre, también su futura vicepresidenta.
Junto a ellos, dos de los fichajes de los que Podemos presumió en la campaña: la juez Victoria Rosell, exportavoz de Jueces para la Democracia (JpD), y hoy diputada de Podemos por Canarias; y el exjefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), Julio Rodríguez.
Rodríguez, anunciado también en periodo electoral por Iglesias como futuro ministro de Defensa, es el único de todos ellos que no cuenta con escaño.