A los podemitas les toca asumir que son tiempos de rebajas y que sus soflamas amenazantes han mutado en humillantes claudiciones
No venían a hablar de sillones, pero estaban dispuestos a encadenarse a ellos por conseguir un grupo parlamentario.
Podemos maquilló su enésima derrota en el Congreso y sus profundas divisiones internas haciendo lo de siempre: culpando al Estado de no saltarse el reglamento de la cámara para satisfacer su capricho de los cuatro grupos parlamentarios. Del juego de tronos al juego de cromos: Iglesias suplica a Sánchez que le dé los cuatro grupos parlamentarios
Errejón salió a dar la cara en una rueda de prensa en la que habló de fraternidad y plurinacionalidad. Una fraternidad que podrían habérsela aplicado ellos mismos con sus confluencias, que acaban de descubrir que Pablo Iglesias les engañó cuando les prometió tener voz propia en el Congreso con la firma de un notario.
Errejón se cuidó de no hablar de los boquetes abiertos de su formación. En lugar de acusar a la Mesa del Congreso de haberles defraudado debería haber explicado por qué los cuatro diputados de Compromís han decidido registrar un grupo propio, aún siendo conscientes de que la Mesa se lo rechazará con toda probabilidad.
Los primeros en descubrir el pastel fueron los de Compromís, que intentaron negociar con Izquierda Unida a espaldas de Podemos. Cuando Iglesias se enteró, boicoteó el acuerdo para no darle oxígeno a los mismos que le despreciaron cuando era asesor de Cayo Lara.
En un primer momento, la formación informó a través de su cuenta de Twitter que pretendía contar con un grupo valenciano cuya Portavocía ocuparía Joan Baldoví, con Ángela Ballester de portavoz adjunta y Enric Bataller de sustituto. Completarían el grupo Rita Bosaho, Ignasi Candela, José María Guijarro, Rubén Martínez Dalmau, Rosana Pastor y Marta Sorlí.
Finalmente, sólo los cuatro miembros de Podemos –Baldoví, Sorlí, Bataller y Candela– han firmado la solicitud de conformación de grupo, directamente a las puertas del Registro de la Cámara Baja. Y los disidentes valencianos achacan todas las culpas a Mònica Oltra.
La que ha salido escaldada es la que prometía ser la nueva estrella emergente de la izquierda radical. Desde el sector más nacionalista de Compromís, el Bloc, se la acusa de no haber reaccionado a tiempo al timo de Iglesias. No extraña que el líder de Podemos se haya negado a dar la cara por miedo a que se la rompan. Mónica Oltra: «Donde no ondea la bandera de España es porque la estamos lavando»
Lo que Errejón camufló como una oportunidad de oro perdida por la casta para «respetar la diversidad» es en realidad un apaño de última hora para tapar sus profundos recelos internos.
A los podemitas les toca asumir que son tiempos de rebajas y que sus soflamas amenazantes han mutado en humillantes claudiciones. Y eso es lo que por el momento les mantiene juntos.
El pegamento que les une no es el amor, sino el espanto a la atomización, el demonio que persigue a la izquierda radical desde los tiempos de los bolcheviques.