No puede disimular su atracción por los podemitas. Es más, Pedro Sánchez, aún secretario general del PSOE, está más a gusto con los coleteros de Podemos, por muy radicales y separatistas que sean alguna de sus confluencias, que con barones territoriales como la presidenta andaluza Susana Díaz.
La rueda de prensa ofrecida por Pablo Iglesias a todo bombo y platillo en el que dejó en evidencia al propio Sánchez demuestra que: o bien el de Podemos es un fabulador de tomo y lomo o bien que el líder del PSOE ha quedado como Cagancho en Almagro permitiendo que el podemita deje al descubierto la estrategia que llevan planteando desde hace varias semanas –De casta le viene el cargo a Pablo Iglesias: exige ser vicepresidente en un «gobierno del cambio» con PSOE e IU-.
De hecho, Pedro Sánchez, en su comparecencia pública ante los medios de comunicación en el Congreso de los Diputados, ha sido incapaz de rebatir contundentemente a Iglesias. Es más, asegura que los votantes del PSOE no entenderían que no se llegase al acuerdo con Podemos.
Pero gracia, lo que se dice gracia, no tuvo que hacerle al conocer que Iglesias ya había dejado definida la composición de ese Ejecutivo progresista –Los pardillos del PSOE se debaten entre «la sorpresa y el estupor” por la propuesta de Podemos-.
Su cara era todo un poema cuando intentaba bromear con eso de que ya se había encontrado un Gobierno hecho, con la Presidencia para él, la Vicepresidencia para Iglesias y luego, tácitamente, admitir que el exJemad Rodríguez, que se quedó sin escaño, tendrá que comérselo con patatas como ministro de Defensa (imaginamos que a Zaida Cantero la pondrán de Secretaria de Estado para la Defensa).
Tampoco se descarta que Victoria Rosell, la podemita canaria imputada –La juez de Podemos investigada por la Fiscalía denuncia una conspiración política contra ella-, ocupe la cartera de Justicia o que Carolina Bescansa ejerza las funciones de Asuntos Sociales, con Diego, el bebé, de asesor.
EL PACTO DE LA TORTILLA
Los entendimientos entre Sánchez e Iglesias, al menos al calorcito del poder, no son nuevos.
Días después de las elecciones autonómicas y municipales, con un mapa perfectamente fraccionado, ambos líderes se reunieron en el reservado de un céntrico y lujoso hotel madrileño donde, amén de conversaciones intrascendentales sobre series y baloncesto, se supo que el socialista engullió una tortilla…hecha con los huevos de los pactos postelectorales que le serviría en bandeja el propio Iglesias –Pedro Sánchez: «La cena con Pablo Iglesias la pagué yo»-.