Las últimas jugadas tácticas de Pedro Sánchez -con ese encuentro vis a vis con Pablo Iglesias de por medio- ponen en órbita la hipótesis de que su alianza con Ciudadanos incluirá a Podemos. Se pregunta el periodista Antonio Martín Beaumont en La Razón: «¿Es posible ese entendimiento a tres bandas, tan antinatural además, e incluso antiestético políticamente? Parece muy difícil, por mucho que sea en el último momento y condimentado con mucha presión, tal como anticipan los socialistas que lo impulsan. Desde el partido naranja se niega por activa y por pasiva que tal circunstancia pueda darse».
Aunque «torres más altas han caído», dice un vip en Ferraz. Y ello, continúa Beaumont, en base a que «el clima de fuerte tensión en la formación morada les complica los réditos de una repetición electoral y hace que quieran evitar a toda costa ese escenario». De hecho, la misma fuente afirma que el PSOE maneja sondeos que pronostican una caída en la intención del voto de Podemos de más de un 10%.
Cobrada la cabeza de Sergio Pascual, Iglesias ha dejado a Íñigo Errejón, seguramente el dirigente del partido de los círculos que defiende con más ahínco la transversalidad de sus siglas, en una posición más que desairada. Además, Iglesias no ha reparado a la hora de ponerse en manos de los sectores más extremistas del partido, esos que, por su radicalidad, hasta recalar en Podemos siempre militaron en proyectos políticos incapaces de salir de la marginalidad. Tales circunstancias, claro, parecen alejar a Podemos de cualquier posibilidad de acuerdo con el PSOE.
No obstante, desde el cuartel general socialista el vaso se ve medio lleno porque «la guerra fría» que se le abre a Pablo Iglesias en su formación, a la que se suma la carismática Ada Colau (en una biografía autorizada ha confesado las distancias que mantiene con Podemos), «le ata de pies y manos a una negociación». Los colaboradores de Pedro Sánchez creen que «con el lío que tiene en casa, a Pablo no le queda otra que olvidarse de sus condiciones leoninas».
Para empezar, la vicepresidencia, que «está reservada» para Albert Rivera. Para continuar, aquel reparto «proporcional» de ministerios entre PSOE, Podemos e Izquierda Unida. Y para terminar, los ejes programáticos con mayores aristas.
Desde luego, de lo que no parece haber dudas es de que Sánchez ha pretendido crear con hechos consumados un escenario que aísle a Iglesias de sus aliados Alberto Garzón y Joan Baldoví. Su viaje a Valencia en Fallas colmando de agasajos a Mónica Oltra y al alcalde Joan Ribó de Compromís, que tanto malestar ha causado al PSOE valenciano, es una brújula que marca por dónde van sus intenciones. Más carne en el asador para obligar al líder podemita a abstenerse en una nueva investidura.
Al final, la vetusta estrategia de «divide y vencerás» a la que se entrega sin antifaz Pedro Sánchez se complementaría entre bastidores con un gesto simbólico: la entrega de alguna cartera a «independientes» que puedan remover las conciencias del universo de Podemos y tranquilizar a veteranos socialistas que avisan de lo que supondría «el abrazo al enemigo». Se trataría de incorporar al Gobierno rostros como el ex Jemad Julio Rodríguez, en otros tiempos la sombra que aparecía detrás de Carme Chacón en los actos militares, y la juez Victoria Rosell, cuestionada por su persecución al ministro de Industria, el popular José Manuel Soria, en el llamado «caso Salmón».
Así las cosas, Sánchez, en su regreso a la casilla de salida, podría decir a Rivera y a los barones de su partido que de ningún modo se ha ido con Iglesias, sino al revés, porque lo que ha buscado es que sea Podemos quien acuda a sumarse al pacto. O sea: la cuadratura del círculo. Por más que tras la investidura fallida el líder de Ciudadanos haya asumido que aceptaría la abstención de los morados. Aunque, por sí sola, sea insuficiente ya que el candidato necesitaría, si desea lograr lo que este diario ha dado en llamar «el pacto de los 143», sumar a los 131 escaños de PSOE, C´s y Coalición Canaria, los 2 de IU, los cuatro de Compromís, además de los 6 del PNV para superar por un voto (143 frente a 142) el «no» del PP y de los independentistas.
Para llegar a ese punto, además de convencer a Rivera, por un lado, y a los barones del PSOE incrédulos por el otro, también es compañero de baile imprescindible el lendakari Urkullu. Un trágala que resulta asimismo difícil de digerir. Sin embargo, a pesar de tan pesada realidad, Óscar López, no tiene duda alguna en sumar ya a los peneuvistas. No es necesario repetir que la política es el arte de lo posible. Veremos si la «nueva política» consiste en convertir en posible lo que parecía hasta ahora imposible.