ANÁLISIS DE ANTONIO MARTIN BEAUMONT

El último plan kamikaze de Sánchez mete el miedo en el cuerpo a los socialistas

Mientras el malestar corre como la pólvora entre los cuadros del PSOE, Sánchez actúa como si estuviera reservándose una investidura alternativa

El último plan kamikaze de Sánchez mete el miedo en el cuerpo a los socialistas
Pedro Sánchez.

Mientras el malestar corre como la pólvora entre los cuadros del PSOE, Sánchez actúa como si estuviera reservándose una investidura alternativa

El panorama se está poniendo cada vez más cuesta arriba. Pedro Sánchez sigue obcecado en su posición del «no es no». Continúa en su particular día de la marmota, bloqueando a Mariano Rajoy y al PP sin esbozar siquiera una alternativa «posible» para que haya nuevo Gobierno. Parece que no consigue leer los resultados del 26J.

Tampoco, a pesar de sus permanentes visitas a diversas playas este verano, ha logrado escuchar el clamor de la gente, harta de que el PSOE, en lugar de estar en la solución, sea un escollo. La celebración del debate de investidura el 30 de agosto, justo la fecha que obligaría a convocar unas nuevas elecciones para el 25 de diciembre en el caso de que las Cortes fueran incapaces de alumbrar una solución en esa primera sesión o en los dos meses siguientes, acerca inexorablemente al secretario general del PSOE a una guillotina cuya hoja puede caer sobre su cuello político y acabar con su cerrazón.

El cerco sobre Sánchez va creciendo con una intensidad que sobrecoge. Y es así porque entre el primer escrutinio de Rajoy el 31 de agosto, que a todas luces resultará fallido pues para prosperar necesitaría del voto a favor de la mayoría absoluta de los diputados, y el segundo intento en el que al candidato del PP le valdría obtener una mayoría simple, van a transcurrir 48 horas al límite.

Cómo será la inquietud en las propias filas socialistas, que andan ya sudando ante la perspectiva de un impasse delicadísimo. Veremos si la responsabilidad de abocar al país a una nueva cita con las urnas el día de Navidad (¡nada menos!) puede convertirse en el definitivo revulsivo para el PSOE. Al menos, así lo creen en privado algunos dirigentes de esta formación. Ante la perspectiva de verse «ametrallados» por la opinión pública, diputados socialistas ansían una reacción de Sánchez que dé cuanto antes una solución al partido, donde el nerviosismo campa a sus anchas.

Una opinión que gana adeptos es que el líder no puede afrontar esto al «estilo Rajoy», dejando pasar un problema hasta que se pudra, como si aquí no ocurriese nada. «O Pedro mueve ficha, o alguien se la va a mover», me avisa un veterano socialista. Demasiadas voces, y de peso, le han venido reclamando abiertamente un «cambio de rumbo». Y hace tiempo que el entorno de Pedro Sánchez no puede achacar (como ya antes ha hecho con desprecio) «a nuestros mayores, que viven en otro mundo» esa apuesta por desenredar la madeja.

Con la posición, entre otros, de Felipe González, Alfonso Guerra, José Bono o Javier Solana, se han alineado desde José Luis Rodríguez Zapatero al barón asturiano Javier Fernández pasando por otros como el castellano- manchego Emiliano García-Page o el aragonés Javier Lambán. Puesto que Sánchez sigue resistiéndose a desbloquear la gobernabilidad del país, sólo tiene una salida: convocar un Comité Federal (ya nadie cuenta con ello hasta después del 2 de septiembre) y abrir el debate y la reflexión.

Lo ha reclamado Zapatero, pero también se ha desgañitado en ese sentido Lambán. Hay quienes incluso han barajado la idea de un Congreso Federal donde dirimir si el «no» a Rajoy debe girar a la «abstención». Pero desde Ferraz la respuesta que sale es un distante: «Que esperen sentados». «El secretario general ha mutilado la democracia interna, que tanto ha dado de sí al PSOE siempre», se queja la misma fuente. No parece consciente de la onda expansiva que tendría cargar con el sambenito de unas terceras elecciones. Desde luego, rastreando la estrategia de Sánchez no hay otra fórmula que no conduzca a una investidura frustrada de Rajoy. «Quien se abstenga, nunca podrá liderar la oposición», sostiene ante sus visitas. A partir de ahí, aseguran en Ferraz, estaremos de nuevo en una casilla de salida.

Tras ese previsible fracaso de Rajoy, los «pedristas» con mando en el cuartel general socialista esperan que el líder del PP salga tan «debilitado» que su jefe pueda empujarlo al vacío. Es decir, apartarlo de la reelección. «Pedro ansía poder exhibir ante sus votantes la cabeza de Rajoy», avisa mi fuente. Por tanto, el siguiente paso de Sánchez, tras la investidura fallida del líder popular, sería pedir, al más puro estilo de la CUP en Cataluña con Artur Mas, el sacrificio de Rajoy para que el PSOE se abstenga y permita gobernar a otro candidato del PP.

Mientras, en la apuesta de futuro, cuando el malestar corre como la pólvora entre los cuadros del PSOE, Sánchez actúa como si estuviera reservándose una investidura alternativa exclusivamente para él. No cierra de golpe esa puerta por más que se le pregunte. Y ello pese a ser consciente de que explorar esa opción rompería definitivamente al PSOE.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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