Feijóo fue cocinero antes que fraile, gestor antes que político
Un día de campaña del candidato a presidente de la Xunta de Galicia por el PP, Alberto Núñez Feijóo, puede significar recorrer hasta más 500 kilómetros por las principales ciudades gallegas. En cada mitin le espera el ‘Galicia sí’, la banda sonora del ‘feijooísmo’ y unos carteles que anuncian la marca Feijoo y no la del PP.
También le espera un partido entregado en cuerpo y alma al culto a su líder. Feijóo no tiene delfín ni herederos: detrás suyo solo hay partido un partido subyugado a su liderazgo hiperpersonalista.
Y una militancia que se ha sacudido sus miedos y complejos ante las mareas y que está dispuesta a que se repita la pesadilla de un frente populista-separatista como el que asaltó San Caetano en 2005.
¿Cuáles son los cinco mandamientos no escritos de este líder político que podría conseguir algo tan impensable como una tercera mayoría absoluta en el ocaso del bipartidismo?
1- Mejor una transformación sosegada que hacer experimentos. Galicia es tierra de meigas, brujas y hechiceras. Así que mucho cuidado con dejarse llevar por embrujos en política. Esa es la clave del «galleguismo reformista», la religión política del centrista Feijóo.
El de Os Peares lo aprendió en dos momentos de sus sus cuatro años en la oposición en el Parlamento Gallego. La primera, cuando estuvo a punto de apoyar un decreto de imposición del gallego impulsado por el BNG y el PSdeG en 2007 (al final reculó a última hora cuando Galicia Bilingüe le puso cien firmas de ciudadanos gallegos en contra del apartheid lingüístico).
La segunda, cuando el bipartito le obligó a posicionarse con un nuevo Estatuto para Galicia que sustituiría al de 1981, en donde el PSG y el BNG pactaron la inclusión del término «nación» en el preambulo. Feijóo aguantó la presión, asumió el coste político y se negó a abrir el melón identitario, una caja de Pandora que hubiera tenido consecuencias nefastas para el PPdeG.
2- Huirás del ‘minifundismo político’. El término político del diccionario Feijóo que marca la frontera entre la gestión y el caos es una palabra italiana: ‘imbroglio’. La confusión nunca es buena en política. Existió en el pasado una Galicia feudal nada idílica en la que diferentes linajes, marquesados, condes y otras estirpes lucharon despiadadamente para hacerse con el control del poder en la Edad Media.
Feijóo compara esa Galicia feudal con las Mareas: «La izquierda gallega vive en la Edad media de personas feudales que no son capaces de ver más allá de su castillo. Su objetivo y unidad sólo se basa en ‘echar a Feijóo’, algo que de algún modo me halaga».
3- Procura que te vean como un buen gestor antes que como un buen chamán. El ADN gallego es refractario a los mesías redentores. «Pertenezco a un pueblo que no comparte esos criterios; no somos gentes de políticas vagas. Hemos crecido paso a paso, huyendo de precipicios que nos llevan al vacío», ha dicho en «La Tribuna Autonómica» del diario El Mundo.
Feijóo ha desenfundado su retranca gallega contra la ‘nueva política’ en toda la campaña: «La jornada laboral de los líderes de la nueva política se reduce a «dos tuits por semana» y «una tertulia por la tarde».
Esas novedosas marcas políticas tienen mucho cuidado porque ofrecen –según Feijóo– «proyectos de culto al ego, simulacros de democracia directa y esquivar responsabilidades mediante la creación de cortinas de humo». «Hacen de la política una coctelera de agitación permanente, y lo trágico es que no saben hacer otra cosa».
4- Las cuentas claras conservan la amistad y… los votos. «El que venga después de mí no encontrará facturas sin pagar. Aquí estamos al día con los proveedores», dijo presumiendo de gestión y buen gobierno en un mitin en Lugo.
Feijóo fue cocinero antes que fraile, gestor antes que político. Lo demostró gestionando 3.000 millones de euros de presupuesto menos que antes de la crisis económica.
Una dato que recuerda el diario ABC: «Hoy la deuda pública de Galicia mantiene la misma calificación que la española, paga el menor interés de su historia, ha empezado a reducirla, y sin duda eso guarda relación con que la Xunta haya cumplido sistemáticamente el tope de déficit desde 2009. Ha sido la única autonomía de régimen común en hacerlo».
5- Nunca pondrás tu nombre en una placa de inauguración. No hay nada que le guste más a un político que inmortalizar su nombre en una placa con letras de bronce. Que se lo digan al alcalde socialista de Vigo, Abel Caballero, que puso una placa con su nombre en el auditorio Mar de Vigo ninguneando la presencia del presidente de la Xunta. El Gobierno de Feijóo ha empleado la inscripción «de los gallegos y de las gallegas de hoy para la Galicia del mañana» en las placas conmemorativas de este tipo obviando los personalismos.