Esta vez lo importante era el mensaje, y no el escenario. Porque en el año más difícil de su mandato, Felipe VI tenía que ser claro como siempre, y contundente como en aquel discurso del 3 de octubre 2017 que levantó a toda una nación contra el sepratismo catalán.
Almudena Martínez-Fornes, periodista de ABC experta en la Casa Real, cuenta que por esa razón se escogió un escenario que no distrajera la atención y permitiera al espectador concentrarse en las palabras. En concreto, se eligió el Salón de Audiencias del Palacio de La Zarzuela, que es la habitación más conocida de la residencia de los Reyes porque allí recibe Don Felipe a todas las visitas.
Eso sí, se llevaron hasta el Salón de Audiencias los símbolos tradicionales de esta retransmisión: las banderas de España y de la Unión Europea, un nacimiento de la colección privada del Rey y una flor de Pascua. Y otros elementos menos habituales, como eran las fíguras símbolo de las Fundaciones Princesa de Asturias y Princesa de Girona, que reproducen los galardones que se entregan a los premiados.
Don Felipe también se hizo acompañar por un busto de Carlos III -está claro que es su antepasado preferido- y por una fotografía de la Familia Real (los Reyes con sus hijas, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, en el Palacio de Marivent el pasado verano). Y en el fondo se apreciaban dos libros que recogen parte de la historia, cultura, patrimonio y geografía de España: «Camino de Santiago inolvidable» y el catálogo de la exposición «Tesoros de los Palacios Reales de España. Una historia compartida».
El Mundo destaca que este ha sido el año en que el propio Monarca «ha crecido definitivamente a ojos de los españoles, empeñando su palabra y la propia institución que representa en la defensa de la unión de sus compatriotas y la vigencia de su proyecto constitucional de vida en común». Y se puede decir que la madurez de la democracia española tiene su mejor símbolo en la propia madurez de su joven pero ya probado Rey.
ABC valora que el Monarca haya sido claro en el reconocimiento del sentimiento nacional español que ha aflorado en estos meses de desafío separatista, con raíces muy hondas, «mucho más de lo que nos podíamos imaginar».
El sentimiento español se ha manifestado como una renovada voluntad política de organización social y territorial. Además, la adhesión de una buena parte de la izquierda a este sentir social de lo español -expresado en el uso generalizado de la bandera constitucional- es una esperanza para encarar los futuros retos con una unidad similar a la que hizo posible el pacto de 1978.
Lo que más me gustó, la serenidad y el mensaje de seguridad y firmeza en defensa de la ley y el bien común. Lo que menos: la concesión al circo magno de la ideología de género. Y la decoración: Un Rey de España no debiera hablar desde una decorada salita de espera de dentista.
— Hermann Tertsch (@hermanntertsch) 24 de diciembre de 2017
A El País le gustó que el Rey elaborar una propuesta reformista que según ellos vienen defendiendo desde hace tiempo. Les ha gustado cuando dijo:
«Estoy seguro de que nadie desea una España paralizada o conformista, sino moderna y atractiva, que ilusione; una España serena, pero en movimiento y dispuesta a evolucionar y a adaptarse a los nuevos tiempos».
«Un mensaje valiente, aunque se mantenga en su línea habitual de prudencia para no sobrepasar las líneas que le marca una Constitución que ha traído la época de mayor libertad y prosperidad a nuestro país, pero que debería reformarse en cuanto sea posible», dice el diario de PRISA. Ya nos contará Cebrián por qué hay que reformarla si tantos éxitos nos ha traído.
DISCURSO COMPLETO DEL REY
«Buenas noches,
Me dirijo a todos vosotros para felicitaros la Navidad y transmitiros junto a la Reina, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía nuestros mejores deseos para el año 2018.
Y os agradezco que en esta noche de encuentro de familias y de seres queridos, me permitáis acompañaros unos minutos para compartir con vosotros algunas reflexiones cuando estamos ya a punto de terminar el año.
2017 ha sido en España, sin duda, un año difícil para nuestra vida en común; un año marcado, sobre todo, por la situación en Cataluña, a la que luego me referiré.
Pero también ha sido un año en el que hemos comprobado el compromiso muy sentido, firme y sincero de los españoles con la España democrática que juntos hemos construido.
Porque lo largo de los últimos 40 años, hemos conseguido hacer realidad un país nuevo y moderno, un país entre los más avanzados del mundo: Hemos asentado definitivamente la democracia, incluso superando hace décadas un intento de involución de nuestras libertades y derechos.
Somos una parte esencial de una Unión Europea con la que compartimos objetivos y una misma visión del mundo.
Frente al terrorismo hemos conseguido hacer prevalecer la vida, la dignidad y la libertad de las personas con la fuerza de nuestras convicciones democráticas.
Y hemos llevado a cabo, en fin, la transformación más profunda de nuestra historia en muchos ámbitos de nuestra vida: en educación y en cultura, en sanidad y en servicios sociales, en infraestructuras y en comunicaciones, o en defensa y seguridad ciudadana.
En definitiva, a lo largo de todos estos años de convivencia democrática, los derechos y libertades, el progreso y la modernización de España, y también su proyección y relevancia internacional, han ido de la mano.
Y todo ese gran cambio, todo ese gran salto sin precedentes en nuestra historia, ha sido posible gracias a una España abierta y solidaria, no encerrada en sí misma; una España que reconoce y respeta nuestras diferencias, nuestra pluralidad y nuestra diversidad, con un espíritu integrador; una España inspirada en una irrenunciable voluntad de concordia.
En el camino que hemos recorrido, desde luego, hay que reconocer que no todo han sido aciertos; que persisten situaciones difíciles y complejas que hay que corregir, y que requieren de un compromiso de toda la sociedad para superarlas.
A pesar de todo ello, el balance tan positivo de todos estos años es innegable. Tenemos que apreciarlo y valorarlo. Merece la pena y nos lo merecemos como país y como sociedad.
Porque la historia de la España que juntos hemos construido es la historia de un gran triunfo de todos los españoles. Una España a la que no debemos renunciar, que debe ilusionar y motivarnos, y que debemos seguir construyendo, mejorándola, actualizándola, sobre la base sólida de los principios democráticos y los valores cívicos de respeto y de diálogo que fundamentan nuestra convivencia.
Unos principios y valores que, como hemos comprobado incluso en este año 2017, están profundamente arraigados en nuestra sociedad, en la vida diaria de nuestros ciudadanos, y tienen raíces muy hondas en las conciencias y en los sentimientos de los españoles. Mucho más de lo que nos podíamos imaginar.
España es hoy una democracia madura, donde cualquier ciudadano puede pensar, defender y contrastar, libre y democráticamente, sus opiniones y sus ideas; pero no imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás.
Respetar y preservar los principios y valores de nuestro Estado social y democrático de Derecho es imprescindible para garantizar una convivencia que asegure «la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político», tal y como señala nuestra Constitución. Porque cuando estos principios básicos se quiebran, la convivencia primero se deteriora y luego se hace inviable.
Hace unos días, los ciudadanos de Cataluña han votado para elegir a sus representantes en el Parlament, que ahora deben afrontar los problemas que afectan a todos los catalanes, respetando la pluralidad y pensando con responsabilidad en el bien común de todos.
El camino no puede llevar de nuevo al enfrentamiento o a la exclusión, que -como sabemos ya- solo generan discordia, incertidumbre, desánimo y empobrecimiento moral, cívico y -por supuesto- económico de toda una sociedad.
Un camino que, en cambio, sí debe conducir a que la convivencia en el seno de la sociedad catalana -tan diversa y plural como es- recupere la serenidad, la estabilidad y el respeto mutuo; de manera que las ideas no distancien ni separen a las familias y a los amigos.
Un camino que debe conducir también a que renazca la confianza, el prestigio y la mejor imagen de Cataluña; y a que se afirmen los valores que la han caracterizado siempre en su propia personalidad y le han dado los mejores momentos de su historia: su capacidad de liderazgo y de esfuerzo, su espíritu creativo y vocación de apertura, su voluntad de compromiso, y su sentido de la responsabilidad.
Pero superar los problemas de convivencia que ha generado esta situación no nos puede hacer olvidar, por supuesto, otras serias preocupaciones y desafíos de la sociedad española, que también condicionan nuestro futuro y a los que me voy a referir muy brevemente:
Nuestra economía y el empleo han mejorado sustancialmente, pero la creación de puestos de trabajo estables tiene que ser siempre un objetivo esencial y prioritario.
Como igualmente no puede caer en el olvido la obligación y la responsabilidad de afrontar la desigualdad y las diferencias sociales, sobre todo tras las consecuencias generadas por la reciente crisis económica, que tanto daño ha hecho a no pocas familias, y ha afectado tanto al futuro de muchos jóvenes.
El terrorismo yihadista sigue siendo una amenaza mundial y este año nosotros lo hemos sufrido directamente en Barcelona y Cambrils.
Los españoles sabemos muy bien que solo desde la unidad democrática, la firmeza del Estado de Derecho, y la eficacia de la cooperación internacional, podremos vencerlo y derrotarlo. Y así lo haremos, teniendo siempre muy presentes el recuerdo y el respeto permanente a sus víctimas.
La corrupción se mantiene también como una de las principales preocupaciones de la sociedad, que demanda que sigan tomándose las medidas necesarias para su completa erradicación y que los ciudadanos puedan confiar plenamente en la correcta administración del dinero público.
Por otra parte somos Europa, y Europa se encuentra en estos momentos en una encrucijada histórica. España debe recuperar su protagonismo en un proyecto europeo que ahora requiere una mayor vitalidad e impulso. Europa -y España con ella- tiene que hacer frente a unos retos que son globales y ante los que no cabe la debilidad o la división sino la fortaleza de la unión.
La defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático no son problemas menores ni secundarios por la dimensión y los riesgos que acarrean y que ya estamos sufriendo.
Debemos ser muy conscientes de ello, e implicarnos todos mucho más. Y España debe mantenerse firme en sus compromisos ante un problema que afecta a todo el planeta y que requiere soluciones no sólo globales, sino verdaderamente urgentes.
Tenemos otras muchas preocupaciones -desde luego- pero esta noche no quiero olvidarme de las mujeres que, en un silencio tantas veces impuesto por el miedo, sufren la violencia de género. Una lacra inadmisible que nos hiere en nuestros sentimientos más profundos y nos avergüenza e indigna.
Mantengamos la firmeza y el apoyo político para ayudar y defender a las víctimas y concienciemos a toda la sociedad contra esa violencia, criminal y cobarde, que degrada nuestra convivencia.
2018 nos espera en unos días y debemos seguir construyendo nuestro país, porque la historia no se detiene. Y no hemos llegado hasta aquí para temer al futuro sino para crearlo.
Y estoy seguro de que nadie desea una España paralizada o conformista, sino moderna y atractiva, que ilusione; una España serena, pero en movimiento y dispuesta a evolucionar y a adaptarse a los nuevos tiempos.
Sintámonos, sin complejos, orgullosos de todo lo que hemos conseguido porque es mérito de todos; confiemos en lo que siempre nos ha unido, en lo que somos, tal y como somos, y sobre todo en lo que podemos alcanzar juntos con una fe firme en nuestras convicciones y en nuestras capacidades.
Si seguimos por ese camino, si lo hacemos así, y con todas nuestras energías, yo estoy convencido de que el año que viene -y los que vendrán después- serán mucho mejores. Sin duda.
Ese es mi deseo para todos en esta noche tan especial.
Muchas gracias. Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal y Boas festas.
Buenas noches. Y Feliz y próspero año 2018″.