David Gistau lo recupera en ABC, para ilustrar sobre la interpretación que hace la izquierda de este tipo de sucesos

El vergonzoso vídeo de Pablo Iglesias justificando la vil conducta del homicida Rodrigo Lanza

"Se permite usar el término fascista como eufemismo para definir cualquier forma de odio político. Ello ha contribuido a potenciar la exoneración sistemática de cualquier extremismo de izquierdas"

El vídeo fue grabado en un foro celebrado en agosto del 2013 por izquierda anticapitalista, fechas en las que Pablo Iglesias aún no hablaba poniendo voz de monaguillo, y desde luego no se las daba ni por asomo de fino estadista escandinavo. En el mismo, se erigía en adalid de una ‘inocente’ izquierda que todo se lo puede permitir, cóctel molotov en mano, caza y paliza del «facha» incluido. (El aviso de la Guardia Civil a la canalla que celebra el asesinato de sus dos compañeros y Laínez).

Lo ha rescatado este viernes 15 de diciembre de 2017 el periodista David Gistau en su columna de ABC, a colación del cobarde homicidio en Zaragoza de Víctor Laínez por llevar unos tirantes con la bandera de España, a manos del nieto de un almirante de Pinochet llamado Rodrigo Lanza. (Alerta policial por clamar venganza los amigos de Laínez contra el nieto del almirante de Pinochet).

El llamamiento del ahora líder de Podemos ha calado hondo a lo largo de los años. Y el término «facha» parece que exonera para sus acólitos conductas parecidas. (Un concejal de Podemos defiende al ‘okupa’ asesino y pisotea la memoria de Víctor Laínez). (Varias personas recriminan al alcalde de Zaragoza que no aplauda tras el minuto de silencio en memoria de Víctor Láinez).

Gistau no se anda por las ramas, y corta de un certero tajo estas sinrazones:

 «Una extraña convención lingüística permite usar el término fascista como eufemismo para definir cualquier forma de odio político. Aunque proceda de la izquierda. Ello ha contribuido a potenciar un fenómeno típico de Occidente: la exoneración sistemática de cualquier extremismo de izquierdas. Cuando éste se produce, resulta ser fascismo, como si hubiera que conservar una presunción de pureza de la izquierda dispersando el origen de su violencia, disociándolo de doctrinas como la comunista, o adjudicándolo a los extremismos de derecha que, afortunadamente, sí salieron estigmatizados del siglo XX».

A su juicio,

«la inocencia genérica de la extrema izquierda es tan fuerte que sirve para encontrar eximentes intelectuales a dictaduras y a agresiones internas a la democracia que, de cometerse con una coartada derechista, no tendrían atenuante posible».

Y se refiere al asesinatode Zaragoza:

«especialmente sórdido y cobarde, en que un activista de izquierdas inspirado por el odio político mata (todo presunto) a un hombre por la espalda golpeándolo con una barra de acero».

A Gistau le resulta impresionante comprobar,

«en un país que otorga capacidad provocadora a su propia bandera, que la narración de este crimen cambia y se llena de atenuantes para el asesino si el hombre abatido en el suelo es relacionado mediante la propaganda del Tuiter con simpatías prohibidas y se llega a justificar la ofuscación del tal Lanza».

«Que el presunto asesino Rodrigo Lanza haya encarnado una de las causas favoritas de todos estos movimientos redentores que iban a refundar España y a salvarnos del franquismo es una casualidad relativa que resume bien la paradoja de los antisistemas acomodados en el sistema y predicando desde allí la fe verdadera. Resulta necesario preguntarnos si encomendaríamos nuestros destinos y aceptaríamos la condescendencia de movimientos radicales parecidos, igualmente restauradores de la función higiénica del odio y la violencia verbal, si éstos no pudieran presentar una credencial izquierdista. Es que hasta Rodrigo Lanza, presunto asesino por la espalda, nos ha dado aquí lecciones morales. (¡Y en la universidad de Salamanca!)».

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