Exhumar interesada y políticamente la historia, en vez de dejarla en manos de los historiadores que con un criterio científico aleje los sentimientos de los hechos, es un error garrafal. Un «error» consciente, premeditado y disfrazado de acción humanitaria hacia una parte de las víctimas de la fratricida Guerra Civil española.
La Ley de Memoria Histórica simplemente busca volver a encuadrar a las nuevas generaciones en antiguos bandos políticos antagónicos, y así movilizar, colisionar, y mantener en constante actividad a las masas en un conflicto, una disputa que para la izquierda radical le reporta un discurso de destrucción de nuestra democracia liberal, y para el nuevo PSOE, son simplemente cortinas de humo al servicio del marketing postural de Pedro Sánchez.
Pero tanto unos desde la irresponsabilidad manifiesta de su programa revolucionario y bolivariano, así como los otros maquillando de supuesto progresismo la inacción de un gobierno hipotecado con lo mejor de la cámara parlamentaria. Pero el fondo lo que buscan es dinamitar la credibilidad de nuestra admirada mundialmente Transición española.
Hace pocos días el presidente del gobierno nos enseñaba primeros planos de las manos, el enigmático mensaje de Pedro tiene más sentido del que ustedes creen, después de saberse invencible en todas las ternas a las que se enfrenta, quiere despedir el curso político pala en ristre, arremangados los puños de la camisa blanca que sea el mismo quién exhume la tumba de Francisco Franco.
Con fortaleza, mirando a cámara, y palada tras palada hasta sacar el último de los huesos, y en ese momento de gloria erguirse frente a la osamenta apilada tras él, levantar la pala al cielo y con la frente perlada de sudor apuntarse el éxito, gritar al viento que tras ochenta años él ha vengado a las españolas y españoles.
Pero la revisión de la historia no puede acabar sólo con Franco, con él empieza el revisionismo, hay que analizar los desmanes de los Reyes Católicos, de Fernando VII, etc. Exhumarlos entregar los restos también a sus familias.
Aunque si alguien necesita en estos momentos una provisión de fondos económicos ingentes, estos son el Centro Derecha de nuestro país. Se han perdido ochocientos mil militantes en sus filas, ochocientos mil almas que estaban presentes negro sobre blanco en los listados oficiales del Partido Popular.
La organización ya se ha puesto manos a la obra para averiguar donde se hallan los ausentes del listado, y al estilo Pedro Sánchez con Màxim Huerta, están en negociaciones con Paco Lobatón para incorporarlo al despacho de desaparecidos en Génova 13.
Aunque corre el rumor que una vez te afiliabas al partido, o cualquier entidad u organización que contuviera la palabra «Popular» o parecida (Banco Popular, Popular TV, etc.) ya no podías irte jamás.
Si se pagaban o no las cuotas era lo de menos, lo importante era hacer bulto en los actos, y presumir de ser el partido con más afiliados de Europa entre otras cosas.
Con este poltergeist archivero también ha salido a luz que ni la muerte te libraba del carné del partido, si querías dar de baja a un familiar finado, no tenias bastante con la partida de defunción, las últimas voluntades y la liquidación del impuesto de sucesiones, te pedían mínimo la exhumación del cadáver para comprobar que el ADN del cadáver corresponde con los de los tubos de sangre archivados en las neveras del partido.
Por lo tanto, no se extrañen si una vez que acabe el Congreso Popular de julio, ven por todos los cementerios de España a los cuadros políticos resultantes de la escabechina «democrática» Popular con la pala al hombro emulando a Pedro Sánchez.
