ANÁLISIS DE CARLOS LATORRE

El cambio en Andalucía no entiende de silencios

El cambio en Andalucía no entiende de silencios
Albert Rivera se sonríe ante los afiliados de CS Andalucía. PD

Cuarenta y ocho horas transcurridas después que los andaluces decidieran poner en las urnas el punto y final a casi cuatro décadas de sucesivos gobiernos socialistas. El tan predicado cambio se comenzaba a vislumbrar en una noche tan inesperada como histórica.

Las caras de los líderes dieron buena cuenta de ello. La de Susana Díaz, catalogarla de poema resultaría ínfimo. A su lado, las Pinturas Negras de Goya parecerían una agradable sobremesa.

En la misma acera, la coalición de Podemos e IU pudo testar por enésima vez un hecho que empieza a ser indiscutible: cuanto más les conocen, menos le votan. Y no deja de ser curioso viniendo de un partido que se otorga la voz del pueblo.

En el bando del centro-derecha, la alegría se desbordó en las sedes popular, de Ciudadanos y Vox, todos unidos por saber que destronar a los socialistas de San Telmo está al alcance de la mano. En los tres escenarios, la palabra más repetida fue «cambio». El problema vino cuando Albert Rivera anunció que Juan Marín se postularía como candidato a presidir la Junta.

Los análisis en los Medios y los off the record de las distintas fuentes daban por hecho un pacto por el que Juanma Moreno sería el presidente andaluz y Marín su vicepresidente. Sin embargo, la posición tomada por Rivera trae algunas nubes sobre el cielo del cambio.

Dirigentes populares no entienden la afirmación de Rivera, ya que son la tercera fuerza política por detrás de los de Casado, pero siguen siendo optimistas y lo achacan a «demostraciones de fuerza para sacar lo máximo posible en las negociaciones» que, aseveran, «serán inminentes».

No obstante, el tablero político tras el 2-D puede parecer limpio, pero no es menos cierto que por el camino habrá que dirimir ciertas cuestiones para no toparse con imprevistos electorales en mayo de 2019.

Y ahí radica el inexplicable y absurdo silencio de Rivera y los máximos dirigentes naranjas. Se habrán desgallitado en los quince días de campaña, pero consolidar el cambio andaluz bien merece salir a la palestra y dar explicaciones. ¿Y por qué no lo hacen como sí han salido PP y Vox convencidos del cambio? Por mero cálculo electoral. La opción más realista, que a todas luces será la que salga adelante, es un pacto PP, C’s y Vox.

Sin embargo, la formación de Rivera ha de andar con pies de plomo, ya que una alianza con los de Abascal provocaría gran recelo en las filas de los liberales en Bruselas y a la que pertenece Ciudadanos. En el Parlamento Europeo no gusta el euroescepticismo de Vox y sus amistades con líderes como Marine Le Pen. Lo mismo sucedería con parte de su electorado nacional.

Por ello mismo, lo más probable parece ser que las negociaciones con Vox las pilote el PP y que Marín tenga contactos aparte con Bonilla, evitando así sentarse en la misma mesa con Vox.

Esa distancia deliberada con Vox es la única oportunidad que le queda a Díaz para aguantar en la poltrona presidencial. Ya lo dijo el domingo en el ‘funeral’ socialista y lo ha repetido hasta la saciedad: buscará la unión de fuerzas constitucionalistas; algo que sabe que no saldrá adelante de ninguna de las maneras.

Del mismo modo, también resulta inviable una abstención de Ciudadanos a un gobierno de Díaz con Podemos: «A mayo llegaríamos muertos…y eso si llegásemos con opciones en grandes núcleos, porque para colmo le haríamos la campaña al PP y Vox», afirma una dirigente naranja en Andalucía.

Por último, que Marín sea presidente con los votos del PSOE y la abstención de Podemos resulta más inverosímil que una gran nevada en Almería en el mes de agosto, ya que gran parte de los votantes naranjas y morados buscarían sin dudarlo otras opciones políticas en las locales, europeas, autonómicas y generales.

Por tanto, está bien que Rivera se tome un tiempo para reflexionar y actuar, pero no puede tardar ni un segundo más en salir a la palestra y rendir cuentas ante la opinión pública de su postura ante un hito histórico.

Y más aún cuando el panorama en escaños es el que es: Se conocen todas las opciones, todas las sumas y todas las restas posibles. Un partido con vocación de gobierno ha de dejar de ser un adolescente y empezar a asumir riesgos y consecuencias. Esperemos que Andalucía no se tenga que arrepentir de otro caso de zig zag político de Rivera.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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