En el funeral de Rubalcaba no hubo lloronas como aquellas a las que se les pagaba en los entierros en los pueblos pero no hizo falta, de eso ya se encargó la prensa española con su habitual tendencia a la lágrima fácil y la mala memoria. Sucedió con Adolfo Suárez y se ha repetido con Alfredo Pérez Rubalcaba fallecido a los 67 años de edad tras sufrir un infarto cerebral.–Federico J. Losantos: «El epitafio de Rubalcaba es ‘España merece un Gobierno que le mienta'»–
De todos los elogios desmesurados al histórico dirigente del PSOE, hay que centrarse en los que le dedica Lucía Méndez en El Mundo: «Hombre de Estado y maestro del poder».
Méndez le pone por las nubes diciendo que en los tenebrosos tiempos de los GAL fue el ministro de González que sobrevivió gracias a su brillantez dialéctica y que el caso Faisán fue su dolor de cabeza más severo: «El PP ejerció una oposición implacable dirigida personalmente contra él». Qué manía la del PP de tocar las narices ante un pacificador chivatazo a la ETA.–Cristina López Schlichting rescata un olvidado y tenso rifirrafe con Pérez Rubalcaba–
Ya está bien. Ya está bien de tomarnos el pelo. Rubalcaba fue el maestro de la política del atajo, del engaño y la mentira sistemática. Lo fue en épocas del GAL con Felipe González y en el proceso de paz de Zapatero. El puente siempre se llamó Rubalcaba.
Lo que clama al cielo en el obituario de la podemita Méndez es su amnesia total y absoluta ante aquella gran exclusiva de su propio periódico el 27 de marzo de 2011 en la que se revelaba que el Gobierno de Rodríguez Zapatero intentó parar la redada contra el bar Faisán. La información provenía de una reunión del 22 de junio de 2006 que probaba que el chivatazo había sido una decisión política. Y su mayor responsable no era otro que el entonces gran estadista y hombre de Estado Alfredo Pérez Rubalcaba.
Esa portada era el mejor obituario político que podía dedicarse a Rubalcaba que demostraba que el Gobierno Zapatero había pactado a cualquier precio que ETA entrara en las instituciones. La estrategia de Rubalcaba era deslegitimar la violencia y legalizar al brazo político de la banda terrorista antes de que esta se disolviera y entregara las armas.
«Estamos trabajando para que Batasuna sea legal», decían los emisarios de Rubalcaba a los etarras mientras el Gobierno mentía ocultando estas negociaciones. Y es más, el propio Rubalcaba mintió negando las extorsiones a los empresarios cuándo él mismo tenía las cartas de extorsión en su despacho. En esas actas también se pedía perdón por las detenciones del bar Faisán pero es «que los jueces se han convertido en un instrumento del PP». ¿Saben quién era el juez que ordenó las detenciones? Fernando Grande-Marlaska, actual ministro del Interior de Pedro Sánchez.
LAS ACTAS DE ETA
El Gobierno de Zapatero hizo todo lo posible para evitar que en junio de 2006, la Policía detuviese a 13 responsables del entramado de extorsión de ETA. Esas actas incautadas a ETA demostraban la colaboración continua entre los socialistas y los etarras.
Allí los emisarios de Rubalcaba se justificaban ante los etarras diciendo que habían hecho varios gestos ante la judicatura para cuidar a la ETA: fumigarse al fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño y colocar a Rubalcaba como ministro del Interior. «Fui cesado por exigencias de los terroristas», afirmó Fungairiño. Y tenía razón. A Mariano Rajoy, que despidió a Rubalcaba como si fuera su viuda, se le olvidó recordar que pidió su dimisión colaborar políticamente con la ETA.
Fue el diario de Lucía Méndez el que en un editorial dijo que Rubalcaba había traspasado todas las líneas rojas que avergüenzan a cualquier demócrata. El objetivo final del proceso de paz de ETA tal como se dice en las actas incautadas al etarra Thierry no era la rendición de ETA sino facilitar que la banda y la izquierda abertzale pudieran defender su proyecto político en igualdad de condiciones y que ETA desaparezca.
Es decir, que Rubalcaba y Zapatero negociaban reconocer a los asesinos como partido y se arrodillaban pidiendo perdón ante una cuadrilla de criminales. Mientras tanto, mintieron descaradamente sobre estas negociaciones que, dijeron, se habían acabado después del atentado de la T-4.
Esto es lo que decía el mismo que a horas del atentado del 11-M salió todo circunspecto a decir que «España se merecía un Gobierno que no mintiera». No extraña que Rubalcaba calificara de bazofia las actas de ETA en las que se demostraba que Zapatero había aceptado negociar de tú a tú con los asesinos de Elías Carrasco con tal de quedar como el gran pacificador de la democracia. El socialista Jesús Eguiguren declaró hubo 64 reuniones con ETA antes del 2006. El dato indica que los socialistas llevaban negociando con ETA a espaldas del PP.
¿Quizá porque como no se cansó de decir Mayor Oreja, «Zapatero necesitaba a ETA en las instituciones». Lo que hacían Zapatero y Rubalcaba era negociar sin que lo pareciera para plasmar lo que llamó ‘Segunda Transición’. Así como la primera exigía la legalización del Partido Comunista, esta segunda exigía la legalización de la ETA. Querían ahorrarle su derrota colándola en las instituciones.
Por no mencionar que hasta el nada sospechoso Pablo Iglesias acusó a Rubalcaba de utilizar a ‘su’ policía para atacar a sus rivales políticos. Según las cintas del comisario jubilado José Manuel Villarejo, este se reunió con el exjuez Baltasar Garzón, con el entonces jefe de la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales, José Luis Olivera, y con el que por aquella época era jefe de Policía Judicial, Juan Antonio González, conocido por ser la mano derecha del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, en agosto de 2008 para preparar «lo de la Gürtel».
Así lo admitió el propio Villarejo durante la comida celebrada el 23 de octubre de 2009 en el restaurante madrileño Rianxo a la que asistieron también Garzón, la hoy ministra Dolores Delgado y los comisarios Gabriel Fuentes, Miguel Ángel Fernández Chico y Enrique García Castaño. Rubalcaba, padre de la Gürtel.
SÁNCHEZ, HEREDERO DE RUBALCABA
Pedro Sánchez es el heredero político de Rubalcaba. El ABC lloraba al socialista porque la figura de Rubalcaba tenía mucho más sentido «en una época de sectarismo, radicalización y donde el populismo están emponzoñando nuestra política». No es verdad.
Sánchez es la mejor muestra de su legado. El presidente que mintió sistemáticamente sobre su tesis, es el mismo que está dispuesto a rendirse ante los independentistas de la misma forma que lo hizo Zapatero con la ETA.
Sus cesiones van de levantar el control financiero a la Generalidad de Cataluña como «gesto de normalización» tras el fin de la aplicación del artículo 155 de la Constitución hasta plantear la figura batasuna de un ‘relator’.
Asistió «con respeto y normalidad» a la reapertura de doce embajadas internacionales catalanas. Trasladó a los presos del procés a cárceles catalanas en manos de la Generalidad. Iceta pidió los indultos para los golpistas y ahora lo premian con la presidencia del Senado.
Iceta pone plazo y porcentaje a la independencia de Cataluña: en diez-quince años y con un 65% de los votos a favor. Destituyó al abogado del Estado Edmundo Bal, jefe del departamento Penal y responsable de la causa del procés, después de que este se niegue a mentir en el escrito de acusación a los golpistas. Y cuando le preguntan por los indultos no los descarta.
Distintas formas de claudicación pero las mismas siglas.