CRIMEN Y CASTIGO

El clan gitano de los ‘Pistoleros’ acribilló a Edu, el luchador que defendía a mujeres maltratadas

El clan gitano de los 'Pistoleros' acribilló a Edu, el luchador que defendía a mujeres maltratadas
Eduardo Colmena Cebrià, 'Edu'. EP

Como subraya David López Frías en ‘El Español’ este 25 de diciembre de 2018, no fue una pelea entre clanes rivales, ni un ajuste de cuentas por temas de narcotráfico.

El asesinato a tiros de un hombre el sábado por la noche en Baró de Viver (Sant Andreu, Barcelona) es la historia de un clan gitano que tenía atemorizado a un barrio entero. Les llaman ‘Los Pistoleros’, por su facilidad para sacar armas de fuego.

Una familia dedicada al narcotráfico que, además de haber amedrentado y golpeado a medio vecindario durante años, tenía una especial querencia por agredir a las mujeres.

Pero había un vecino, al que sus emem,igos gitanos llamaban ‘El Payo Loco’, que no nunca agachó la cabeza: Eduardo Colmena Cebrià, un exluchador de grecorromana que salió en defensa de las víctimas cada vez que vio algún abuso.

Baró de Viver es uno de los barrios más pequeños de Barcelona. Y la especial estructura en círculo de los bloques de viviendas de ladrillo visto, que en su día realojaron a la familias que vivían en las casas baratas, obliga a cruzarte, quieras o no, hasta con tus peores enemigos.

Edu era un hombre de gran envergadura que nunca se amedrentó ante las amenazas de Pedro, miembro de los Pistolas, una familia tan conflictiva que en su día ya les echaron de Can Tunis.

Tras años de amenazas cruzadas y denuncias, el sábado Pedro mató a Edu disparándole por la espalda.

Junto a las escaleras donde fue abatido, sus amigos, sus vecinos, el barrio entero, depositaron el lunes flores y velas esperando que los Mossos detengan al asesino.

La comisaría de la policía está a quince minutos a pie desde Baró de Viver. Desde el inspector hasta el último patrullero todos conocían a Edu y también a Pedro. El viernes, la víctima acudió con su padre a denunciar de nuevo a su enemigo. Llegó más preocupado que de costumbre. Horas antes, los dos hombres se habían vuelto a pelear y Edu propinó un puñetazo a Pedro.

“Era de los pocos que tenía la valentía de plantarle cara. No le tenía miedo. El resto miramos siempre a otro lado para evitar problemas”.

Pareja de Pilar, también del barrio de toda la vida, y padre de una niña pequeña, Edu llevaba un tiempo preocupado por ellas. Lo último que soltó Pedro por su boca era que violaría a su mujer y que les haría daño.

Por protegerlas quiso denunciar en comisaría. Una de sus amigas, Isabel, con la que compartía cada mañana en el bar de su primo el autodefinido de El Periódico de Catalunya, le pidió horas antes que no se complicara la vida y lo dejara estar.

«Pero estaba más asustado que nunca», recordaba el lunes la mujer, que guarda en su casa «como un tesoro» el último pasatiempo hecho a cuatro manos con su amigo.

Explica en La Vanguardia que los Mossos acudieron el sábado al barrio y se acercaron hasta la casa de Pedro. Hablaron con él, con su mujer, con un hermano y con el padre. Ya habían estado el viernes, el jueves y tantas otras muchas veces.

«Si hubieran entrado en la casa y le hubieran detenido por amenazar a Edu de muerte, seguramente su asesinato se habría evitado», se lamentaba otro vecino.

La policía se defiende recordando que llevaba meses, años, trabajando con las patrullas de proximidad y de mediación con los dos vecinos para tratar de reconducir la situación. Entre otras cosas porque se trataba de una enemistad enquistada, de la que ambos ya ni recordaban como había empezado.

Hace un tiempo, y por recomendación de su familia, Edu ya se quitó de en medio y se trasladó un tiempo a vivir con una hermana fuera de Baró de Viver. La distancia calmó las aguas, pero en cuanto el hombre regresó al barrio se sucedieron de nuevo los enfrentamientos.

En la comisaría de los Mossos se buscó la interlocución de familiares que Pedro tiene en la Mina y en Bon Pastor, pero se encontraron con una negativa. «Nadie quiso dar la cara por ellos», explican varios interlocutores al corriente de todos aquellos intentos de mediación.

Desde hace un tiempo, el distrito de Sant Andreu había movilizado a su equipo de mediación de conflictos para tratar de mejorar la convivencia entre las dos familias. Los cuatro tiros por la espalda terminaron el sábado con cualquier intento.

El altar improvisado con flores y velas levantado donde fue asesinado Edu, reúne desde el crimen al pequeño barrio.

Entre lágrimas e impotencia exigen justicia y más atención social y policial en este rincón especial, pequeño, de gente muy humilde, pero ejemplo de una convivencia ejemplar.

Frente al lugar en el que fue asesinado, en el local del equipo de fútbol, Edu pintó hace un par de años el escudo del club en la pared. Esas manos con las que se defendía, con las que ganó varios campeonatos de lucha grecorromana, eran precisas cuando se ponía a pintar y dibujar.

«Le mataron por valiente, porque la mitad de las veces se enfrentaba a ellos por defendernos al resto».

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