CRÓNICA

Esta nueva pista devuelve la esperanza a la madre del niño pintor de Málaga, desaparecido hace 32 años

Esta nueva pista devuelve la esperanza a la madre del niño pintor de Málaga, desaparecido hace 32 años
Antonia Guevara RS

La madre nunca se ha rendido. Una nueva pista ha devuelto la esperanza a Antonia Guevara, la madre del niño pintor de Málaga en paradero desconocido desde hace 32 años. Un mensaje anónimo mandado a mediados de 2018 a la madre de David Guerrero Guevara, unido a nuevos testimonios que contradicen la versión policial que mantenía que Guerrero no llegó a estar el día de su desaparición ni en la galería de arte ni en la peña El Cenachero, han disparado las expectativas de resolver un enigma que conmocionó a la sociedad española, según recoge Javier Negre en El Mundo.

En el anónimo, que obra en poder de la Comisaría Provincial de Málaga, se apunta el nombre de Gervasio, la peña El Cenachero y las calles Granada y Ángel como las claves para resolver la misteriosa desaparición.

La familia del niño pintor, encabezada por el hermano mayor de Guerrero, ha pedido ayuda para localizar a Gervasio, al que el mensaje enviado a la casa de Antonia sitúan como principal implicado. Crónica ha hablado con la madre del artista, Antonia Guerrero, para conocer sus impresiones tras la nueva pista.

La mujer prefiere no ilusionarse. «Después de más de 30 años sin saber dónde está mi niño, yo ya no sé qué pensar, ni qué creer, pero tengo la esperanza de que esta pista pueda reabrir la investigación», explica esta madre coraje que ha dejado de rezar. «¿Para qué voy a rezar si sigo sin saber qué pasó con mi hijo y la vida no fue justa conmigo», subraya Guerrero, que espera que la Policía y la colaboración ciudadana permitan resolver el caso y, al menos, saber qué ocurrió con su niño. «La Policía se ha esforzado mucho, pero es cierto que se perdieron varias horas cuando mi marido quiso poner la denuncia de desaparición y en la comisaría le dijeron que era muy pronto. En las desapariciones los primeros momentos siempre son claves», indica esta malagueña con la que este Crónica estuvo a finales de 2016 para conocer su calvario desde que lo que más quería en el mundo se esfumase un 6 de abril de 1987. Aquí la reproducción del reportaje:

Antonia ya no tiene quien le pinte. Ni quien devore pucheros con cuchara sopera en su cocina. Su vida se fundió en negro un 6 de abril de 1987. El mismo día que su hijo David Guerrero «se esfumó» con 13 años. Desapareció minutos antes de ser entrevistado por primera vez como el nuevo Picasso de Málaga. Ya van 29 años sin una sola pista del niño pintor de Málaga, algo que aún desconcierta a la Interpol. Un vía crucis para la hija del zapatero que lleva tres décadas sin acudir a una boda. O sin poner un zapato el día de los Reyes Magos…»¿Para qué? En esta casa ya no hay nada que celebrar. Mi felicidad acabó aquel día y ya ni salgo de mi vecindario», confiesa a Crónica desde el tercer piso sin ascensor de un edificio del humilde barrio de Huelin. Ya no queda ni rastro de esa sonrisa que exhibió durante su discreta luna de miel en Puerto Banús. Tampoco de su fe en Dios. «No ha escuchado mis plegarias durante años. No he parado de preguntarle por qué me ha hecho esto si siempre he sido buena. ¿Cómo quiere que siga creyendo en él?», llora. Su único rezo es para David. «Vuelve a casa. No te preguntaré qué has hecho estos 29 años. Te lo juro».

¿Cree que su hijo está vivo?

Sí. Tengo ese presentimiento como madre.

La señora de 71 años luce una camisa marinera a rayas. No lleva ningún atuendo negro. Porque el luto lo lleva por dentro. Y en su muñeca donde lleva una pulsera con el nombre de David. Su casa es una suerte de santuario del niño pintor de Málaga. Obras pictóricas, fotos de su infancia en las playas de Verano Azul, los cómics de Mortadelo y Filemón que tanto le gustaban, sus vaqueros…Son decenas de objetos que provocan en la mente de Antonia un flashback continuo hacia sus vivencias con su retoño desaparecido. Un martirio para algunas madres, una salvación para ella.

¿No sufres más manteniendo sus pertenencias?

No. Me recomendaron que para superar esto no tuviese tantos recuerdos de él, pero yo no me quiero olvidar de él.

A Antonia se le entrecorta el habla. Su voz es tenue. Le escolta Anita, su vecina de toda la vida. El kleenex en el que ha llorado desde la muerte de su marido el pasado año de un fulminante cáncer. «El pobre se fue sin saber nada de su hijo. Durante años fue todos los días a la comisaría a ver si había algún avance. Ya hasta tenía permiso para entrar y salir del trabajo cuando quisiese», recuerda esta mujer coraje que se enamoró de su marido en los cines Alameda de Málaga. Entre películas en blanco y negro.

Antonia ahora mata sus horas en un colegio para adultos donde hace ejercicios para la memoria y raíces cuadradas. «No quiero que se me olvide nada sobre David», cuenta. Esta semana, no ha estado concentrada en sus cálculos. Sus gafas de miopía no disimulan sus ojeras. No es fácil enterrar a un hijo cuando crees que su corazón sigue latiendo. Su teléfono fijo no ha parado de martillearle.

Le declararon legalmente muerto a su segundo retoño por petición expresa de ella. El fallecimiento de su esposo, ingeniero de una fábrica de Cortefiel, le llevó a solicitar esta medida para poder desbloquear un dinero enquistado en la cuenta de su marido y cobrar un cachito de herencia para no seguir malviviendo con sus 800 euros de pensión. «Fue algo doloroso, pero tuve que hacerlo», señala. Está tan «abrumada» con la presión mediática que decidió esconderse en la casa de su hijo mayor, comercial de trapos. Su otro varón está en Londres dando clases de pintura, pasión que compartía con su hermano David.

La mujer todavía recuerda el «lindo» rostro del niño pintor de Málaga al nacer en el hospital Carlos de Haya. «Fue un parto fácil. Era buenísimo. No lloraba nada. Le compré un moisés para que durmiese junto a su hermano de 24 meses», recuerda.

La mujer decide cruzar una línea roja. Enseñarnos su lugar más íntimo. Donde pasa, desde la muerte de su marido, sus noches en vela con la única compañía del zumbido de un ventilador del Alcampo. Se trata de la habitación de David donde sobresale un retrato de Rocky pintado por el niño. Le encantaba esa película. Su cuarto es un espacio de apenas seis metros cuadrados, con cama de 80 cm y donde todavía permanecen los VHS que coleccionaba. Está tal y como estaba el día de su desaparición.

Antonia recuerda aquel maldito 6 de abril como si fuera ayer. David,con 13 añitos, estaba nervioso. «El viernes anterior expuso por primera vez en una muestra que se llamaba Recorriendo la Semana Santa en una galería en el centro. A David su cuadro del Cristo de la Buena Muerte [que preside su salón y que fue valorado en 60.000 pesetas de la época] se lo pusieron en una escalerita, no donde exponían el resto de pintores que eran más mayores. A un periodista de radio le llamó la atención y le pidió una entrevista y le convocó para el lunes siguiente. Si no hubiese llamado la atención con ese cuadro yo creo que nadie se lo habría llevado», explica Antonia.

¿Usted cree que lo tiene retenido una banda de delincuentes explotando sus dotes artísticas? Ahora tendría 43 años…

Yo ya no sé. Lo que tengo claro es que él no se fue voluntariamente. Era muy casero, muy reservado. Sólo llevaba un bonobús en el bolsillo, nada de dinero. Y no habíamos discutido. Era un niño feliz y nunca había hecho una travesura así.

Aquel día David había merendado un par de yogures Petit Suisse. Su devoción. Tenía dolor de barriga por el nerviosismo de la entrevista y no quiso comerse el bocadillo que le había preparado su madre. A las seis y media, el niño salió de casa rumbo a la galería donde tendría que haberse encontrado con el periodista. «No quiso que le acompañásemos. Su padre le iba a recoger a la salida. Yo le despedí desde la ventana», comenta. La parada de autobús estaba a sólo 100 metros.

«Su padre, que en paz descanse, le explicó en qué parada tenía que bajarse y le dijo que si terminaba pronto que se fuese a su academia de pintura y que sino le recogía al salir de su trabajo en la confeccionadora de Cortefiel. El padre siempre le había dicho que no subiese en el coche de desconocidos», expresa. Aquel día, además, los progenitores de David sabían que Málaga estaba plagada de medidas de seguridad por la visita de la Reina Sofía para inaugurar el teatro Cervantes. Pero algo falló y jamás se supo si David llegó a llegar a la parada de autobús. «Su padre fue a recogerlo a la exposición y le dijeron que allí no estaba. Se fue a su academia y tampoco le dijeron nada. Fue entonces cuando llegó a casa y me preguntó dónde estaba el niño con la cara descompuesta. Yo le dije que no tenía ni idea. Fue a poner una denuncia pero la policía le dijo que era muy pronto y nos pusimos con la ayuda de los vecinos a buscarlo por toda Málaga», comenta.

«Yo dejé mi puerta abierta durante meses por si volvía el niño, pero nada. Yo dejé de salir de casa, de ir a celebraciones familiares», dice.

Los investigadores no encontraron demasiados indicios. Todos sus esfuerzos fueron en vano. «Me dicen que es como si se hubiese esfumado», explica su madre. Preguntaron a los conductores de la línea de autobuses, a vecinos…Nadie vio nada. La única pista con solidez la encontró la empleada de un hotel de Málaga en 1990 que halló en una de las habitaciones una servilleta donde se podía leer «David Guerrero. Huelin». Los investigadores identificaron al huésped, un fotógrafo profesional suizo de 70 años, que solía retratar a niños. Entre los últimos dibujos de David había algunas caricaturas de un hombre con rasgos parecidos al sospechoso.

El hombre tenía un barco atracado en el puerto de Málaga que puso rumbo a Marruecos al día siguiente de la desaparición. Se solicitaron comisiones rogatorias a Marruecos y Suiza, país que la autorizó cuando ya había fallecido el fotógrafo. Inspeccionaron su laboratorio, encontraron fotos de niños, algunos malagueños, pero ninguna de David.

Los agentes ya desesperados incluso escucharon a videntes que hablaban que habían visto al niño en Milán, en una secta de Montserrat, en México…Incluso hace seis años se recibió una llamada donde una persona aseguró haber visto a alguien con los rasgos de David. Aquello quedó en nada y el caso fue muriendo con el paso de los años. Los investigadores del Grupo de Homicidios de Málagaaún guardan los dos tomos del dossier del caso en la bandeja de asuntos pendientes, pero la realidad es que no están encima del asunto.

¿De verdad se cree que siguen trabajando en encontrar a su hijo?

Hijo… yo creo que han hecho todo lo que han podido. No les puedo reprochar nada.

¿Considera que con su hijo hicieron los mismos esfuerzos que en la desaparición de Diana Quer?
(Guarda silencio). Yo creo que todos los desaparecidos se merecen el mismo trato, pero no me parece mal que la estén buscando.

La mujer, que sigue los programas de sucesos, tampoco es ajena a la guerra de los padres de Diana Quer. «Nosotros, mi marido, yo y mis hijos nos unimos mucho más. No entiendo por qué están así», comenta Antonia, que recuerda el «agobio» de los primeros años de la desaparición de su hijo. «A mí no me gustaba salir en los medios, pero tenía que hacerlo para que me escuchase mi David», rememora.

La mujer termina la entrevista repitiendo que aún guarda «la esperanza» de encontrar a su «niño». Es lo único que la mantiene viva. Y el amor de sus otros dos hijos. La madre sueña con colgar en el salón de su casa un retrato firmado por David Guerrero Guevara. El niño pintor de Málaga. Su vida.

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