Arturo Pérez-Reverte escribe hoy, en El Semanal, un artículo que, acaso, esté disponible mañana en Club Semanal, en el que se refiere a cierto hispanista británico residente en Cataluña, en donde le dan de comer.
Este hispanista, dice Pérez-Reverte (porque hace tiempo que no leo ningún libro suyo, y los que tengo los he puesto en la estantería junto a los libros de cocina, que no leo nunca, y de medicina, que leo menos.
Si tuviera obras de Marcial Lafuente Estefanía y Corín Tellado, los pondría con ellos), cuando se refiere la nación española, la pone entre comillas. Faltaría ver si se hubiera atrevido a tanto si hubiera hablado de la nación catalana. Por supuesto que no lo hace con la nación inglesa, faltaría más. Y cuando se refiere a los españoles, matiza: los castellanos.
Andaba yo el verano pasado hablando con unos amigos sudamericanos sobre el origen del mono de Gibraltar cuando el 31 de agosto el hispanista publicó en El Mundo un demagógico e impresentable artículo titulado «Gibraltar y los abusos británicos». Una monada. No sé si a este señor la Reina de Inglaterra lo ha hecho Sir o lo hará, o tal vez espera que lo haga, si llega al cargo, su hijo Tampax.
El género humano, a veces, toma unas derrotas que llevan a lo sublime y que invitan soñar a la mayoría. Pero algunos eligen la trayectoria opuesta, es decir, la que prefiere la sangría y el jabugo y, encima, como termina A.P.R., se atreven a más cosas.