Al presidente del desacreditado Tribunal Constitucional, el ínclito Pascual Sala, se le pone la carne de gallina, o sea, de gallina, al advertir que la gente no confía en la imparcialidad de ese tribunal. Ah, cómo se echa de menos a los gallos a veces. Un gallo no se quejaría de que no crean en su imparcialidad; un gallo trataría de dejar constancia, costara lo que costara, de ella; quejarse no sirve de nada.
A Pascual Sala se le pone la carne de gallina al advertir que no se cree en su imparcialidad y a mí se me ponen los cabellos de punta, o sea, como escarpias, al verlo a él presidiendo ese tribunal. Los artífices de esta democracia nuestra que no es democracia tuvieron varios descuidos. Quizá uno de ellos fue este tribunal. O acaso su comienzo no fue tan desastroso, sino que el desastre vino después, cuando asesinaron a Montesquieu, o a su espíritu.
Lo cierto es que este Tribunal Constitucional, presidido por Pascual Sala, al que se le pone la carne de gallina cuando sospecha que no se confía en su imparcialidad, ha permitido que Bildu se presente a las elecciones. Los jueces, que deberían proteger a los ciudadanos honrados de las amenazas de los criminales, con esta determinación, lo que han hecho ha sido llenarlos de zozobra.
Los empresarios vascos temen ahora que ETA acceda a sus datos. Supongo que no sólo los empresarios sufrirán por este motivo, contra el que pueden hacer poco. ¿Quién puede garantizar a los empresarios, o a los ciudadanos, su integridad, si son amenazados por ETA? ¿Qué puede pensar un ciudadano ejemplar que paga sus impuestos al ver que los poderes públicos ponen sus datos en disposición de ser vistos por los amigos de los etarras? ¿Es que una democracia no tiene mecanismos para defenderse de sus enemigos?
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