Con la decisión de Berlusconi de suprimir municipios, y otras cosas, el debate sobre la medida se ha abierto en nuestros lares. ¡En España es imposible!, aquí se odian, ha dicho el más listo de todos. Y enseguida le han reído la gracia. En España, eso no se puede hacer, si no tienes en cuenta esos odios locales pueden abrirte la cabeza.
¡Bendito sea Dios! Acabamos de saber que los españoles todavía estamos en el tiempo del trancazo y tente tieso, mientras que los italianos ya están en la civilización desde hace mucho. Allí, da una orden Berlusconi, y todos obedecen por las buenas, porque saben que lo hace por su bien, etc.
Lo cierto es que aun admitiendo que los españoles somos más bestias que los italianos, en España sobran municipios. Aunque la verdad sea dicha, no es que sobren, sino que sería mucho más racional agrupar varios municipios en uno en multitud de casos. Hay pueblos tan pegados unos a otros que resulta demencial que tengan ayuntamientos diferentes. Es que se llevan a matar, dice el listo. Tiene razón el listo, alega el que aplaude. Bien, pero eso no es motivo para que no se ahorren la mitad del gasto. Nadie les impide que sigan llevándose a matar tras fundirse los dos, o tres, o cuatro, o cinco pueblos en uno. Ahora que están de moda las votaciones, el nombre del nuevo pueblo puede elegirse por votación. Y una vez elegido el nuevo nombre, ya tienen más motivos para odiarse que antes, luego algo salen ganando.
Cuando se trata de pequeños pueblos muy alejados unos de otros el problema es mayor. Un pueblo, por pequeño que sea, no debería estar dirigido desde lejos. Aquí sí que habría que tener imaginación, teniendo en cuenta además que no se puede castigar a unos pocos vecinos a pagar los sueldos de un concejo completo.
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