Dice Ana Navarro cuando trata de explicar algunas claves de su libro Final de Partida, en el que habla de los últimos años del reinado de Juan Carlos I, que no entendió que España había cambiado.
En cambio, a mí se me hace difícil creer que Juan Carlos I haya entendido algo alguna vez. No es que le niegue el talento, sino el interés por determinados asuntos. Él iba a lo suyo, ponía los cinco sentidos en las cosas en que los quería poner y de lo demás ni se preocupaba. Era el Rey, estaba totalmente blindado por la Constitución, y por si faltara poco los partidos políticos y los medios de comunicación lo protegían y probablemente fueron cómplices suyos más de una vez. Si Zapatero quiso que lo nombrara marqués sería para cobrarse algún favor.
Según la Constitución es irresponsable y él ha procurado darle la razón muy a menudo. Seguramente su talento alcanza para comprender lo arduo del trabajo de Adolfo Suárez y los riesgos que tuvo que correr, pero como sólo pensaba en su propia conveniencia, quiso quitárselo de encima, con la pretensión de que pasara a la historia como un mero instrumento suyo para traer la democracia, quedando él como verdadero motor y artífice de la Transición. La jugada le salió mal, porque sus continuas y reiteradas críticas al entonces presidente del gobierno fueron interpretadas por cada uno a su manera y quizá como consecuencia inesperada de ellas se produjo el golpe de Estado y Adolfo Suárez demostró su talla.
Tampoco Juan Carlos I se dio cuenta de esto, y los siguientes presidentes del gobierno, que continuaron protegiéndolo, tampoco, y el resultado es que la monarquía está en juego. Parece ser que Felipe VI ha conseguido salvar el envite, pero falta saber si lo ha hecho de forma definitiva o sólo momentánea.
‘Operación cochinillo’
‘Madeline’
‘Inteligencia emocional’
‘Sine qua non. Poemas astrológicos’
‘El color de los días’
‘Molestia Aparte II’
‘Conceptos de inteligencia’
‘El paraje de Las Brujas’