Aunque referirse a los vascos en general suponga hacerle el juego al impresentable que ocupa el sillón presidencial del gobierno vasco y sus secuaces, que se creen que representan a todos los vascos, y dicen así, y eso no puede ser.
En realidad, quienes no lo miran no pueden ser otros que esos que dicen que hay que pasar página, que son otros tiempos, etc. Son los cómplices, por acción u omisión de ETA. No les gusta que se les recuerde su pasado cobarde, porque eso les lleva a darse cuenta de que siguen siendo cobardes.
Así, y no de otro modo, quiere Urcullu que sean los vascos, porque si no fueran tan cobardes él no podría ser el presidente del gobierno vasco. De hecho, los vascos que conservan la dignidad no lo tragan.
Lo que no quieren mirar los vascos y las vascas, por seguir los usos de los nacionalistas esos, es el mapa del terror, que Covite pone a disposición de las personas decentes, para que puedan honrar a los muertos con su recuerdo, y también el modo cruel y cobarde en que fueron asesinados. Lo que otros llaman ‘mover el árbol’.
Covite es la roca dura con la que tropiezan los bandidos que pretenden lavar a ETA, esos que quieren que los terroristas puedan pasear tranquilamente por las calles, sin necesidad de que se arrepientan de nada, como si sólo hubieran hecho una travesura sin importancia.
Urcullu y quienes le siguen, todos juntos, son unos pigmeos morales comparados con cualquier componente de Covite. Algunas personas son conscientes de la importancia de la labor de esta asociación ejemplar y colaboran con ella, mediante aportaciones periódicas, por importes que pueden ser más grandes o más pequeños, porque saben que con ello hacen un servicio no a Covite, sino a España, y a la humanidad en general, porque no se debe permitir que el crimen sea comprendido y tolerado.
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