Aunque eso es lo mínimo que le debería ocurrir a ese elemento, por mucho que esos rufianes que hacen lo que sea para conseguir el voto de los impresentables que luego les permite vivir a costa de todos simulen cabreo.
Es una vergüenza para Cataluña tener un presidente como Torra y es una vergüenza para España que tal sujeto presida una de sus Comunidades Autónomas. Claro que también tenemos en España un gobierno conseguido de tal modo que aun en el caso de que supiera estar a la altura de las circunstancias, o al menos a una altura aceptable, no podría hacerlo. Esperemos que esta situación se resuelva lo antes posible en evitación de daños mayores.
Torra, cuyo repertorio de banalidades y bajezas es extraordinariamente amplio, y cuyos conceptos sobre sus semejantes harían las delicias de todos los grandes psiquiatras que ha dado la humanidad, e incluso podría haberse dado el caso que alguno hubiera querido abrirle el cráneo para ver qué cosa tiene ahí, no se da cuenta de que en el futuro va a ser más odiado por los catalanes que el propio Puigdemont, que por su parte está haciendo lo posible para que no le arrebaten ese ‘honor’.
Supongo que a cualquier catalán que conserve la cabeza en su sitio y viaje por el extranjero el hecho de que le nombren a Torra y a continuación pronuncien la palabra Cataluña ha de ponerle los pelos de punta. A ninguna persona sensata puede gustarle que la asocien a Torra; tampoco a Puigdemont o a Pujol.
Quisiéramos que los tiempos que vienen fueran aburridos, pero parece ser que no va a ser así. Ahora que vivíamos una cierta bonanza económica, a falta de noticias mejores en otros aspectos, hay motivos para temer que todo va a empeorar, empezando por la economía.

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