Hay que tener las cuentas claras, porque si no es así no se puede ir a ninguna parte. El PSOE debe darse por enterado, ya que para Sánchez todo lo que no sea mirarse al espejo carece de interés, de que aquellos votantes socialistas que se decantaron por Podemos en las primeras elecciones a la que concurrió este partido, no han vuelto. Para recuperarlos no hay más alternativa que sustituir a Sánchez.
Los votantes de Podemos actuales no proceden del PSOE, sino que, por regla general y salvo raras excepciones, surgen de lo más hediondo del país y actualmente, con bastante información en sus manos, prefieren el original a la copia.
Por su parte, el PP no puede echar las campanas al vuelo, porque lo que ha ganado en Galicia es una facción nacionalista suya. Si Feijóo no ha dado el salto a la política nacional seguramente es porque sabe que su fórmula no puede encajar en el resto de España. Parte de la alta abstención en Galicia debe de proceder de los simpatizantes del PP no nacionalistas y, fundamentalmente, de los del PSOE que estaban satisfechos con Paco Vázquez, pero no soportan a Zapatero ni a Sánchez.
En el País Vasco la abstención todavía ha sido mayor. Quizá se deba a que muchos de los antiguos votantes socialistas sientan asco de la actual dirección de su partido, tanto de la local, como de la nacional.
Lo mismo, o parecido, cabría decir de los votantes del PP de esta región, que seguramente no perdonan lo que se hizo a María San Gil y otras cosas.
Lo de Vox parece heroico, dadas las circunstancias en que se ha desenvuelto su campaña y todas las trampas que se les han hecho.
Deberían darse cuenta el PP y el PSOE de que las concesiones que vienen haciendo a los nacionalistas, legislatura tras legislatura, no tienen buenas consecuencias y no son vistas con buenos ojos por sus posibles votantes de estas regiones.
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