Se conoce que este individuo que en su etapa anterior al frente del ministerio de Sanidad hizo suficientes méritos para ir de cabeza al infierno, no está conforme con eso, quiere que Pedro Botero lo ponga en el lugar más cálido de la caldera. Pero eso no es posible, su sitio está junto al de esos que por una sonrisa del jefe hacen cualquier cosa que les manden. Como el Astronauta, orgullo de los españoles hasta que demostró su fondo pueril, o el Marlasca, para quien tener contento al jefe es más importante que el respeto de los ciudadanos.

Ahora ha llegado Illa a Cataluña, región que, gracias a los esfuerzos de su partido, sumados a los de otros, está sumida en un proceso de irreversible decadencia. Es catalán, pero eso no le importa. Tiene sus prioridades, que está muy claro cuáles son. Aunque no tiene pinta de ser un bailarín como Iceta, que también rima con algo, viene a ser muy parecido.

En Cataluña, en donde la democracia desapareció con Tarradellas, ha propuesto aislar a VOX. Hacer eso allí se considera democrático. O sea, que en Cataluña todo va manga por hombro y lo de la laboriosidad y seriedad eran leyendas urbanas. Illa simula ser serio, pero todo lo que hace sale mal. Es ser ministro de Sanidad y comenzar a morirse gente por el virus chino. Luego da cifras falsas, siguiendo la estela de su jefe, que no se lleva nada bien con la verdad.

Al PSOE, el partido de este sujeto tan ridículo como otros, le viene muy bien la existencia de VOX, al que cataloga mal, no como nacionalista, porque no le conviene, sino como extrema derecha, que no es. Le viene bien para señalar un enemigo, lo cual es antidemocrático, y para debilitar al PP. VOX jamás ha propuesto nada fuera de la ley, al contrario que los demás partidos aliados con el PSOE.

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