Eso lo dijo el dramaturgo Boadella, hace mucho tiempo ya, creo que por los albores de la democracia. Creo que no es necesario acabar la frase tal como la dijo, porque todo el mundo, o casi todo, la debe de conocer.
La de las Autonomías fue una gran idea, aunque forzada por las circunstancias y por eso mismo mal desarrollada.
Entiéndase por circunstancias el deseo irrenunciable del PSOE, con Felipe González a la cabeza, de dar gusto a los nacionalistas periféricos, a los que consideraban demócratas por el simple hecho de autodenominarse antifranquistas. Se les escapó a estas lumbreras socialistas que el nacionalismo es incompatible con la democracia. También consideraban dictatorial a Adolfo Suárez, cuando sus ministros lo criticaban abiertamente, cuando no lo traicionaban, mientras que en el PSOE el que se movía no salía en la foto.
Esa gran idea que fue la de las Autonomías acabó siendo un bodrio, porque el talento cierto, este sí, de Arzalluz y Pujol se hizo presente.
Este desastre, al que irremediablemente estaba abocado el sistema autonómico tal como se fraguó, se ha hecho patente en la gestión de pandemia, puesto que no ha habido sincronización entre el gobierno y las Autonomías y tampoco entre ellas.
Claro que con este gobierno, a cuyos componentes les debe de costar mucho decirle la verdad a su médico, y es posible que no sean capaces, porque lo que les sale de forma automática es el embuste y la verdad no saben ni por dónde empezar a buscarla.
Es decir, que si Sánchez y su equipo hubieran sido los únicos responsables del tratamiento de la pandemia, el número de fallecidos seguramente se habría duplicado, porque lo único que sabe hacer bien es el mal.
Habría que replantear todo el sistema autonómico, para configurarlo de tal manera que no pudiera perjudicar a los españoles, como viene ocurriendo, sino únicamente beneficiarles.
Pero con la clase política actual, que seguramente es la peor de todo el periodo democrático, da miedo que se intente.
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