Después de haberlo estado esperando emboscado para abordarlo de improviso al pasar y darle la brasa durante unos pocos segundos, que a Biden se le harían eternos, ahora el Felón y su equipo nos quieren hacer creer que los burros vuelan antes de eso habían hablado durante diez minutos. Entonces, ¿para qué el numerito del pasillo?

Fue lo nunca visto. Jamás el presidente de un país había hecho un ridículo tan espantoso, si obviamos la estampa de un zapatero sentado al paso de la bandera de Estados Unidos, o la retirada intempestiva de las tropas que ordenó ese mismo gilipollas, y todos esos episodios han llenado de vergüenza a los españoles decentes. Porque como bien dijo Rosa Díez -y se han enojado los indecentes- hay españoles decentes. Fíjense en que lo dice una señora de izquierdas, y ahí les duele, porque la decencia no es patrimonio de izquierdas ni de derechas, sino de quienes quieren ser decentes. Leguina y Redondo Terreros también hicieron uso de la decencia y eso no le sentó nada bien al Felón. Ni a quienes le apoyan, porque su condumio depende de que siga en su cargo, aunque con ello perjudique a la inmensa mayoría. Y es que no hay nada en él que se pueda rescatar. Su desparpajo supera lo imaginable. Podría resultar simpático, sino fuera porque es el presidente de la nación y está obligado a mantener las formas. Acusa a otros de usar al Rey y la Constitución para dividir a los españoles, cuando todo el mundo sabe que a él el Rey y la Constitución le importan un bledo y lo único que quiere es seguir siendo el presidente y que nadie se interponga en su camino, ni los españoles, ni el Rey, ni la Constitución.

Lo único que le importaba, con respecto a Biden, es la foto y se ha quedado sin ella y alguien tendrá pagar el disgusto que se ha llevado.

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