"Es necesario constatar que el espíritu capitalista ha invadido nuestra Iglesia"

Luis Miguel Modino: «Es necesario un Sínodo que escuche el grito de la floresta y sus pueblos»

"La Iglesia debe ser voz de un pueblo oprimido y dominado por pequeños grupos de poder"

Luis Miguel Modino: "Es necesario un Sínodo que escuche el grito de la floresta y sus pueblos"
Luis Miguel Modino, misionero en Brasil OMP

Espero que sean abordadas en el Sínodo cuestiones desafiantes que hoy están presentes en la Iglesia de la Amazonia, como la celebración eucarística sin la presencia de un ministro ordenado y una mayor y mejor presencia en las comunidades indígenas

(Mauro Lopes).- Luis Miguel Modino es un cura español que dejó su país para el desafío de ser misionero en Brasil en el siglo XXI. Hoy es párroco en la diócesis de São Gabriel da Cachoeira, una de las mayores de Brasil, con 293 mil kilómetros cuadrados. Está en el corazón de la Amazonia, en el Estado de Amazonas. En la diócesis más del 90% son indígenas; son 23 pueblos indígenas y 18 lenguas, siendo el municipio de São Gabriel da Cachoeira el único que tiene cuatro lenguas reconocidas como oficiales.

Él es una voz más que autorizada para hablar sobre el Sínodo de los Obispos para la Pan-Amazonia, que reunirá en 2019 a obispos de todo el mundo, con especialistas y asesores y, se espera, representantes de los pueblos indígenas de la región.

«No me imagino un Sínodo sin la presencia de los pueblos indígenas. El Papa Francisco nunca iba a dejar que eso pasara. Él tiene olor a oveja y sus ovejas en la Amazonia son los pueblos indígenas», dice el padre Modino.

Para él, la sorprendente convocatoria del Sínodo «puede cambiar decisivamente la presencia de la Iglesia en la Amazonia» a partir de la escucha «del grito de la floresta y sus pueblos».

Para el sacerdote español apasionado por Brasil y la Amazonia, el Sínodo es una «oportunidad» que la Iglesia de la región «no se puede perder».

Algunos de los puntos de la agenda del Sínodo, según él, deben ser las «cuestiones desafiantes que hoy están presentes en la Iglesia de la Amazonia, como la celebración eucarística sin la presencia de un ministro ordenado y una mayor y mejor presencia en las comunidades indígenas».

Hay dos cuestiones cruciales para el Sínodo, en la visión de Modino: 1), «la Iglesia de la Amazonia debe escuchar al pueblo, sobre todo los pueblos originarios, los pueblos tradicionales. Poner en funcionamiento la colegialidad que el Papa Francisco propone»; y 2), «Tiene que ser un Sínodo que nazca del suelo amazónico y que aunque sea celebrado en Roma no respire los aires contaminados de la Curia y sí los aires puros de las florestas que los pueblos indígenas trajeron hasta nosotros.»

Con 46 años de edad, Modino está en el país desde los 35, en 2006. Es sacerdote diocesano de Madrid y misionero Fidei Donum, y coordinador en Brasil de la Obra de Cooperación Sacerdotal para Hispanoamérica (OCSHA), organismo de la Conferencia Episcopal Española. Durante nueve años estuvo en la diócesis de Ruy Barbosa, en el interior de Bahia, antes de instalarse en São Gabriel da Cachoeira.

Una práctica de su trabajo pastoral son las itinerâncias, visitas que él realiza -en barco- a las comunidades de la diócesis, a la orilla de los ríos Negro y Xié, que duran en general una semana. Las fotos que acompañan la entrevista son todas de Modino, durante los breves viajes. Él es periodista, corresponsal en Brasil de Religión Digital, la más relevante web católica progresista en lengua española del mundo, con más de tres millones de visitas por mes.

Es una unión interesante esa, la del sacerdocio con el periodismo: «Como Iglesia somos llamados a dar a conocer aquello que la gente vive. Una vez escuché una afirmación que me marcó: aquello que no es conocido no existe. Como comunicador, pienso que mi misión es mostrar al mundo la realidad de los pueblos y de las personas con quien convivo y de la naturaleza maravillosa que nos rodea. Escribir y fotografiar es un modo de evangelizar, de ayudar a la gente a reflexionar sobre situaciones muchas veces desconocidas».

Lea a continuación la entrevista con Luis Miguel Modino:


¿Cómo has recibido la noticia sorprendente de la convocatoria del Sínodo sobre la Amazonia?

La he recibido de hecho como una gran sorpresa y enorme alegría, pues puede cambiar decisivamente la presencia de la Iglesia en la Amazonia. Ahora le toca a la Iglesia de la Amazonia no dejar pasar esta oportunidad que la historia y el Papa Francisco nos están ofreciendo.

¿Cuáles deben ser, desde tu punto de vista, los temas del Sínodo?

En primer lugar, es necesario un Sínodo que escuche el grito de la floresta y sus pueblos. Tiene que ser un Sínodo que nazca del suelo amazónico, que aunque sea celebrado en Roma no respire los aires contaminados de la Curia y sí los aires puros de las florestas que los pueblos indígenas trajeron hasta nosotros. Espero que sean abordadas cuestiones desafiantes que hoy están presentes en la Iglesia de la Amazonia, como la celebración eucarística sin la presencia de un ministro ordenado y una mayor y mejor presencia en las comunidades indígenas.

¿Los pueblos indígenas deben estar presentes en Roma?

No me imagino un Sínodo sin la presencia de los pueblos indígenas. El Papa Francisco nunca iba a dejar eso pasar. Él tiene olor a oveja y sus ovejas en la Amazonia son los pueblos indígenas, en quienes recientemente reconocía en el discurso a los obispos de Colombia, una «arcana sabiduría». Espero que la Red Eclesial Pan-Amazónica (REPAM) y las diócesis de la región cuiden de garantizar esa presencia.

¿Y cómo será la preparación del Sínodo en la Amazonia?

La Iglesia de la Amazonia debe escuchar al pueblo, sobre todo los pueblos originarios, los pueblos tradicionales. Poner en funcionamiento la colegialidad que el Papa Francisco propone.

¿Cuándo llegaste a Brasil?

Llegué a Brasil por primera vez en 1999, acompañando a un grupo de jóvenes de una parroquia de Madrid, para visitar nuestra parroquia hermana, Señora Santana de Serrinha, Bahia, donde trabajaba como misionero un sacerdote de Madrid. Después de aquella experiencia pedí ser enviado como misionero a Brasil, lo que finalmente sucedió el 26 septiembre de 2006, cuando llegué a la diócesis de Ruy Barbosa, en el interior de Bahia, donde estuve más de nueve años.

¿Cuál fue el impacto de ese cambio radical, de España para el interior de Bahia?

Fue un tiempo en el que descubrí otra forma de ser Iglesia, diferente de aquel que viví en España. Conocí una Iglesia donde la teología del Vaticano II se hacía presente en una Iglesia Pueblo de Dios, con protagonismo laical, una Iglesia implicada en la realidad, en las cuestiones ciudadanas, que lucha por vida en abundancia para todos, organizada en redes de comunidades, donde las decisiones de las Asambleas son asumidas también por el obispo.

En esos años puse como prioridad del trabajo misionero la formación de los laicos, siempre buscando una mayor autonomía que haga posible un mejor andamiento de las comunidades. Un buen animador de comunidad hace que ella se convierta instrumento del Reino en la vida de la gente, pues son los laicos los grandes protagonistas del trabajo cotidiano de las comunidades, donde el sacerdote no consigue estar presente en el día a día.

 

¿Como es esa diócesis enclavada en el corazón de la Amazonia?

Vivo en un distrito de São Gabriel, a la orilla del Río Negro, justo en la frontera entre Brasil, Colombia y Venezuela, acompañando comunidades indígenas esparcidas por los ríos Negro y Xié. La mayoría de la gente pertenece a las etnias baré y werekena.

Navegar por los rios ayuda a descubrir la grandiosidad de la Amazonia y de una floresta conservada excepcionalmente a lo largo de los siglos. Tradicionalmente, los pueblos indígenas de la región fueron maestros en preservación ambiental, lo que actualmente está en peligro. La amenaza de las empresas mineras está llegando. El actual alcalde de São Gabriel da Cachoeira fue elegido con las promesas de que iban a llegar empresas mineras que iban a traer empleo para la gente, lo que se convierte en una grave preocupación, pues nada podría ser peor que eso.

¿Y que hace la Iglesia ante esta realidad?

Como Iglesia estamos desafiados a dar respuestas más firmes contra esas situaciones, a pronunciarnos y dejar claro que existen realidades que no podemos aceptar como cristianos. Muchas veces uno siente que existe cierto miedo en la Iglesia local a adoptar una postura firme, a hablar alto y claro. La Iglesia debe ser voz de un pueblo tradicionalmente oprimido y dominado por pequeños grupos de poder. Preocuparse más con lo que pasa fuera de la sacristía.

¿Qué son tus itinerâncias?

Uno de los grandes desafíos es hacernos presentes en las comunidades del interior. Visitando esa gente, una de las quejas es la poca presencia de los padres en medio de ellos. Se va poco y cuando vamos es con mucha prisa, lo que es totalmente contrario al modo de entender la vida de esos pueblos indígenas. La gente se empeña en acoger y muchas veces no damos valor a ese esfuerzo, nos conformamos con sacramentos celebrados corriendo, la gente busca conversar, ser escuchada, compartir la vida.

Otro de los grandes desafíos es la formación. Acabo de volver de una visita de doce días en las comunidades del Río Xié donde hicimos un encuentro de formación de catequistas. Hacía cinco años que no había un encuentro de esos.

¿Cómo es tu visión de la Iglesia actual?

Es preocupante, pero es necesario constatar que el espíritu capitalista ha invadido nuestra Iglesia. Parece que sólo interesan los números, y no las personas. Gastamos mucho en estructuras y poco en aquello que cambia la vida de las personas. En nuestro caso aquí parece que es mucho más grave dejar a la gente de la catedral un domingo sin misa que dejar a las comunidades del interior abandonadas durante dos años.

¿Y de Brasil?

Vivimos en una sociedad donde cada vez más se privilegian a quienes forman parte de los grupos de poder. La desigualdad es cada vez mayor y estamos volviendo a situaciones que provocan angustia en los más pobres, que poco a poco están teniendo que preocuparse con cómo dar un plato de comida a sus hijos al día siguiente. Escucho al gobierno decir que la crisis está siendo superada y me pregunto: ¿ellos piensan que todavía hay gente que en sus mentiras?

Esta situación me hace pensar en la pasividad de la gente, que no reacciona delante de esas injusticias que sufre cada día. Se ha instalado un sentimiento de «tiene que ser así» cada vez más preocupante.

La Iglesia brasileña ha tenido una postura más firme en los últimos tiempos…

Sí, me ha sorprendido muy positivamente la firmeza del episcopado brasileño ante esta situación. Los pronunciamientos han sido firmes y dejan claro de qué lado está la Iglesia, sobre todo la Presidencia de la CNBB, lo que no le ha gustado nada al gobierno. Puedo decir que la Iglesia de Brasil ha vuelto a los tiempo post-conciliares, con obispos profetas, que nos traen gratos recuerdos a muchos de nosotros. Pero al mismo no podemos olvidarnos que en Brasil también hay grupos de católicos totalmente contrarios a este espíritu manifestado por los obispos.

Una cosa que noto, desde que llegué a Brasil, es un renacimiento, talvez con otras características, del modo de ser Iglesia que se vive en las comunidades eclesiales de base. Pienso que esa forma, en que se une fe y vida, está tomando cuerpo de nuevo en Brasil, segmentos expresivos del episcopado van reconociendo que tantas críticas contra ese modo de vivir el cristianismo eran injustas. 

¿Ese es el norte del Papa Francisco, ¿no?

El Papa Francisco nos muestra lo que significa vivir desde la confianza en Dios y su proyecto, un Dios que se encarna y camina en medio del Pueblo, que no tiene miedo a enfrentarse con los poderosos y ser voz de los pobres y oprimidos, con quien se identifica en el modo de vivir. Eso incomoda dentro y fuera de la Iglesia. En la Iglesia están los verdaderos enemigos de Francisco, gente que se aprovecha de la estructura para vivir bien en cuanto ignora el sufrimiento de los pobres.

Tú eres sacerdote y periodista. Y te has revelado como un fotografo de los buenos ¿Cómo es eso de unir sacerdocio y periodismo?

Como Iglesia somos llamados a dar a conocer aquello que la gente vive. Una vez escuché una afirmación que me marcó: aquello que no es conocido no existe. Como comunicador pienso que mi misión es mostrar al mundo la realidad de los pueblos, de las personas con quien convivo y de la naturaleza maravillosa que nos cerca. Escribir y fotografiar es una forma de evangelizar, de ayudar a la gente a reflexionar sobre situaciones muchas veces desconocidas.

Saco fotos de los lugares por donde voy. En la Amazonia, pienso que eso ayuda a mostrar como los pueblos indígenas han preservado y cuidado de la Casa Común. Es una forma de asumir las propuestas y el espíritu de la Laudato Si y de promover la conversión ecológica. En la era de la imagen, esas fotos ayudan a la gente a encontrarse con el Dios Creador y a agradecer porque existen personas, los pueblos indígenas, que piensan en el cuidado como actitud vital.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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