Considerado un obispo "en salida", como le gusta a Francisco, Ojea se caracteriza por recorrer palmo a palmo la diócesis
(Sergio Rubin, en Valores).- Para muchos era el candidato del Papa Francisco. Lo cierto es que el obispo de San Isidro, Oscar Ojea, se convirtió ayer en el primer no arzobispo -o sea, que ostenta un rango de un escalón más abajo- en llegar a la presidencia de la Conferencia Episcopal, que nuclea al más de un centenar de obispos del país.
Con todo, su elección se produjo luego de que el principal candidato, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, fuese el más votado por sus pares en la primera vuelta, pero se bajó. Con todo, Poli fue elegido vicepresidente primero, cargo que ya venía desempeñando.
La elección de Ojea -que sucede al arzobispo de Santa Fe, monseñor José María Arancedo, que no podía ser reelecto por llevar dos períodos en el cargo- significa el comienzo de una nueva etapa en la Iglesia argentina. Porque se descuenta que será más permeable a acompañar las palabras y los gestos muchas veces audaces del pontífice. En ese sentido, los futuros pasos de Ojea podrían ser claves para destrabar la demorada visita de Francisco a la Argentina. Además de que no se descarta que promueva la profundización del compromiso social y religioso de la Iglesia.
De todas formas, la elección de Ojea no fue un paseo. No sólo porque se bajó Poli en la primera vuelta, sino porque debió llegar a la tercera votación que -a diferencia de las dos primeras que exigen dos tercios- requiere mayoría simple para acceder al cargo. Meses atrás se le adjudicaba a Poli decir que no quería ser presidente, pero en las últimas semanas pareció cambiar de opinión. Acaso haya sido clave la reunión que mantuvo días pasados con el Papa en el Vaticano. Ojea tiene mucho ascendiente en el clero que más sintoniza con Francisco.
Nacido en Buenos Aires hace 71 años y ordenado sacerdote en 1972, Ojea fue consagrado obispo en 2006 y pasó a desempeñarse como auxiliar de Buenos Aires, siendo directo colaborador del entonces cardenal Jorge Bergoglio, que lo había impulsado. En 2009 fue nombrado obispo coadjutor (con derecho a sucesión) de San Isidro, sucediendo a monseñor Jorge Casaretto.
Allí le tocó afrontar sobre todo un caso de abuso sexual cometido por un sacerdote de mucho predicamento, que condujo con gran determinación y tendió puentes con las víctimas.
Considerado un obispo «en salida», como le gusta a Francisco, Ojea se caracteriza por recorrer palmo a palmo la diócesis, signada por los grandes contrastes sociales. En Cáritas, llevó adelante una ordenada gestión.
Además de Poli, en la cúpula eclesiástica lo secundará el obispo de La Rioja, monseñor Marcelo Colombo, también muy en línea con Francisco, muy abierto y que suele hablar claro de los problemas sociales, entre ellos sobre los excesos de la explotación minera.
En la secretaria general continuará el obispo de Chascomús, monseñor Carlos Malfa, clave en la relación institucional con la secretaría de Culto de la Nación. Las elecciones, que se realizan en la casa de ejercicios espirituales El Cenáculo- La Montonera, en Pilar, proseguirán hasta el viernes, ya que son muchos los cargos a cubrir.
Entre ellos, la presidencia de la estratégica comisión de Pastoral Social, encargada de las relaciones con políticos, empresarios y sindicalistas. Su actual titular, el arzobispo coadjutor de San Juan, Jorge Lozano, no puede ser reelecto. Se menciona para sucederlo al obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones.
Todavía no está definido si, al término de las deliberaciones, habrá un pronunciamiento.