Tras 15 años, Hugo Valdemar Romero deja la oficina de Comunicación

De la crítica a la conciliación: Una mujer será la cara visible del nuevo arzobispo de México

Marilú Esponda, comunicadora formada en universidades del Opus Dei, nueva responsable

De la crítica a la conciliación: Una mujer será la cara visible del nuevo arzobispo de México
El nuevo equipo de investigación del Arzobispado de México Siame

Desde la presidencia de Aguiar en la Conferencia del Episcopado Mexicano (2009-2012), Esponda Sada le ha acompañado para ser interlocutora entre los medios y los obispos de México

(Guillermo Gazanini, corresponsal en México).- Fue el primer encuentro de Carlos Aguiar Retes, Arzobispo primado de México, con el clero. Presbiterio con grandes fuerzas y oportunidades, de nobles talentos y convicciones. Justo en esa reunión previa a la cuaresma, el nuevo metropolitano hizo los cambios más notorios y mediáticos que vendrían a darse cuando, en su primera misa en Basílica de Guadalupe, confirmaba todos los cargos «hasta nuevo aviso».

Bastó una semana para que Aguiar presentara a su equipo más íntimo, un círculo especial que viene a ser esa especie de protección para un Arzobispo que tiene como principios el de dialogar y transformar. El primer cambio fue en la oficina que es pararrayos del Arzobispado, Comunicación Social, que venía encabezada por el padre Hugo Valdemar Romero, polémico siempre, pero fiel al cometido encargado por Norberto Rivera Carrera: Comunicar para defender y denunciar ahí dónde el magisterio o doctrina de la Iglesia podría verse comprometida por el relativismo de la sociedad líquida y multicultural.

Su remoción fue consecuencia también de una oleada de críticas y ataques que el sacerdote nacido en Puebla afrontó cuando su estilo incomodó a muchos, particularmente a los grupos minoritarios que exigían su cabeza en charola de plata. Polémico por sostener una línea aguda en el semanario Desde la fe, los editoriales fueron punto de referencia obligada todos los domingos al denunciar al sistema político, económico y eclesiástico que fueron, en no pocas ocasiones, motivo de álgidos debates en medios y entidades públicas. Se decía que, todos los lunes por la mañana, los responsables de la política interior requerían puntualmente del semanario y su suplemento Eco para conocer «cuál era la opinión de Norberto Rivera Carrera».

 

 

La oficina de Comunicación Social afrontó el fuego cuando en este último par de años dirigió certeras críticas al actual gobierno, particularmente cuando la presidencia de la República propuso la iniciativa de matrimonios igualitarios. En una entrevista del semanario Proceso (2074) Valdemar Romero no vaciló en señalar a la presidencia de la República por haber traicionado a la Iglesia provocando, lo que llamó, un «encontronazo» con el Episcopado mexicano: «En estos momentos en que el país tiene problemas tan graves por resolver, estas propuestas de Peña resultan totalmente inoportunas y fuera de lugar. Con ellas se echó encima a la Iglesia, que no es ni actúa como un partido político».

Pocos entenderían por qué el sacerdote prefirió usar los medios como arma crítica. Quizá la respuesta está en su mismo proceso de formación en la Pontificia Universidad Salesiana donde obtuvo un título en una disciplina poco menos que teológica u ortodoxa: Comunicación social. De acuerdo con el espíritu, los medios de comunicación católica no deberían inhibirse ante los grandes consorcios mediáticos que ven en la comunicación un jugoso negocio vendiendo credibilidad por un plato de lentejas. Un semanario diocesano como Desde la fe tendría detrás la forma de hacer comunicación con entusiasmo y osadía para contribuir al conocimiento de la fe sin censuras y al cuestionamiento de las instituciones públicas no como forma de oposición, pero sí de constante «marcaje» ante lo que la función pública representa y hace o deja de hacer para bien del pueblo.

El estilo de Hugo Valdemar llegó a su fin como el reciente Arzobispado que acabó el 5 de febrero pasado. Con demandas judiciales y electorales, denuncias por discriminación, amonestaciones públicas y algunas antipatías desde el mismo clero, su dimisión podrá ser vista como el alivio más esperado para sacar «esa piedrita del zapato», pero el padre Hugo se va con «la satisfacción del deber cumplido y por ser testimonio de fidelidad, compromiso, valentía, entrega y coraje a la labor encomendada» de acuerdo a un mensaje de agradecimiento publicado en el sitio SIAME.

 

 

Ahora la apuesta es por un estilo conciliatorio y de imagen con la joven comunicadora Marilú Esponda. Si bien podría ser laureada como novedoso talento y por su identidad de mujer en un ambiente predominantemente masculino, en realidad es la confirmación del reconocimiento a su fidelidad al Arzobispo de México quien no tiene poco tiempo de conocerla y confiar en ella como parte estratégica de su equipo de más cercano.

Desde la presidencia de Aguiar en la Conferencia del Episcopado Mexicano (2009-2012), Esponda Sada le ha acompañado para ser interlocutora entre los medios y los obispos de México. Ahora, quien fue formada en escuelas y universidades vinculadas al Opus Dei, plantea una estrategia diametralmente opuesta a la que se venía dando en la oficina de comunicación social. Según Esponda, «el objetivo es conseguir que cada miembro de la Iglesia, cada bautizado, pueda ser un portavoz veraz del mensaje cristiano porque lo vive. Después viene una buena comunicación externa que construye, que fomenta el diálogo, que aporta a las distintas necesidades de la sociedad», necesidades que tampoco podrían prescindir del diálogo crítico especialmente en estos momentos de gran fractura cultural.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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