El desarrollo de su obra

IV Centenario de Bartolomé Esteban Murillo (II)

"Fue un pintor eminentemente religioso en sus obras y por su ideología personal"

IV Centenario de Bartolomé Esteban Murillo (II)
Presentación de la programación de Año Murillo en Sevilla

Por su apoyo a los "concepcionistas" Murillo es una de las figuras que acompañan a la Inmaculada de la Plaza del Triunfo en Sevilla

(Saturnino Rodríguez).- Tras la 1ª parte dedicada a las exposiciones y actos del IV Centenario del nacimiento de Murillo y una biografía en el marco de su Sevilla del siglo de oro vamos a dedicar esta 2ª parte al desarrollo de su obra.

Murillo fue un pintor del barroco español formado en el naturalismo tardío que evolucionó hacia fórmulas propias del barroco pleno con una sensibilidad que a veces anticipa el Rococó en algunas de sus más peculiares e imitadas creaciones iconográficas como la Inmaculada Concepción o el Buen Pastor en figura infantil.

Buena parte de la obra de Murillo se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, su ciudad natal, construido en 1662 como convento de la Merced y destinado a Museo de Bellas Artes en 1835 como una de las principales pinacotecas.

También en el Museo Nacional del Prado, en Madrid, hay una buena colección de su obra. Y también repartidas en las más importantes pinacotecas del mundo: Louvre, San Petersburgos, National Gallery de Londres y otras, como consecuencia del saqueo de obras de arte durante la invasión napoleónica y Guerra de la Independencia. Cuando el actual Museo de Bellas Artes era el convento de la Merced fue desterrado desde Madrid el famoso dramaturgo, poeta y teólogo Tirso de Molina religioso de la Orden de la Merced.

Murillo fue una figura central de la «escuela sevillana», con un elevado número de discípulos y seguidores que llevaron su influencia hasta bien entrado el siglo XVIII. Fue también el pintor español mejor conocido y más apreciado fuera de España, el único del que el renombrado historiador alemán del arte, pintor y grabador Joakim von Sandrart (1606-1688) incluye una biografía en su afamada historia.

Formación y comienzos

Apenas hay documentación de los primeros años de vida de Murillo y de su formación como pintor. Consta que en 1633, cuando contaba quince años, solicitó licencia para pasar a América con algunos familiares, cuando acababa de comenzar su formación en el taller de una de las cuatro grandes escuelas de Sevilla, el taller de Juan del Castillo (1590-1657), pariente de su madre, que era un pintor del barroco español con un estilo de colores vivos, con cierto tono amable y «gracia popular, que pudo pasar -muy transformado, por supuesto- a Murillo».

Tras una serie de pinturas encargadas para «Las Indias» Murillo viajó a Madrid bajo la protección de su paisano Velázquez que le introdujo en los palacios reales. No es seguro que viajase a Italia como asegura el historiador de arte y pintor alemán Joaquin von Sandrart. En el año 1660 Murillo fundó y presidió la Academia de Dibujo de Sevilla, junto con Francisco de Herrera el Mozo. Será en 1663 cuando Murillo quede viudo al fallecer su esposa en el último parto. De los nueve hijos sobrevivían cuatro: Francisca María, José, Gaspar y Gabriel que Gabriel que como dijimos partió para América y los tres restantes fueron religiosos, llegando Gaspar a ser canónigo de la catedral de Sevilla.

Los primeros encargos (1638-1645)

El primer cuadro de Murillo del que se tienen noticias data del año 1638, La visión de Fray Lauterio (Museo Universidad de Cambridge). Hacia el año 1650 pinta La Virgen del Rosario (Museo del Prado, que anteriormente estuvo en El Escorial y en el Palacio Real de Madrid) del Palacio Arzobispal de Sevilla. Murillo fue un pintor eminentemente religioso en sus obras y por su ideología personal, así lo confirmó Vicente Carducho en sus «Diálogos de la Pintura» de 1633: «Murillo representó los temas religiosos con propiedad y conveniencia». Estuvo comprometido y entregado al servicio de la Contrareforma católica.

El primer encargo importante que recibe Murillo en los que trabajó de 1645 a 1648. Se lo ofrecieron el mismo año de su matrimonio 1645 con Beatriz Cabrera, de una familia de plateros y pintores, con quien tuvo nueve hijos. En los cuadros domina un fuerte acento naturalista, en la tradición del tenebrismo de Zurbarán y el claroscuro que iría evolucionando como lo habían hecho sus contemporáneos Velázquez y Alonso Cano. Las primeras obras expoliadas por el mariscal Soult que salieron de Sevilla fueron los trece lienzos que decoraban el Claustro Chico del Convento de San Francisco.

Primer encargo importante: Claustro chico del Convento de San Francisco (1645-1648)

El estilo que manifiesta Murillo en sus primeras obras importantes, como son las del claustro del Convento de San Francisco, pudo aprenderlo sin salir de Sevilla de artistas de la generación anterior como Zurbarán y Francisco de Herrera el Viejo. El convento de la Orden de Frailes Menores, conocido como «La Casa Grande de San Francisco» de Sevilla era un convento franciscano, derruido parcialmente en el siglo XIX, que fue fundado en 1268 después de que el rey Fernando III El Santo reconquistase Sevilla en 1248 a los musulmanes.

Entre los años 1640 y 1650

En los años 1640 anteriores a la terrible peste 1649 se conoce un elevado número de cuadros religiosos entre ellas algunas de las obras más populares del pintor. En ellas predomina el interés por la iluminación clarobscurista distanciándose del estilo de Zurbarán para buscar mayor movilidad e intensidad emotiva, al interpretar los temas sagrados con delicada e íntima humanidad, aunque el tratamiento de la luz todavía nos recuerdan el tratamiento algo de Zurbano.

La Huída a Egipto es un tema muy recursivo en el arte que antes de Murillo habían tratado pinceles tan afamados como Giotto (1304) y Guido de Siena (1306), y después Fra Angelico (1450), Durero ((1494), Carnach (1504), El Greco (1570), Rubens (1614) o Bruegel (1629) y Antolínez (1670). El propio Murillo pintaría dos «Huídas a Egipto»: en 1647,  que se encuentra en el Institute of Arts Detroit de EEUU y 1667, en el Musei di Strada Nuova, Génova, Italia.

En los primeros años de su carrera Murillo se interesó por el naturalismo del exitoso Zurbarán por la que elimina de esta representación religiosa los elementos más divinos asemejando a una familia campesina que se desplaza de un lugar a otro. María, san José y el Niño aparecen vestidos a la usanza del s. XVII y sus rostros, gestos y actitudes parecen tomadas de la Sevilla del momento.

El impacto de la peste en Sevilla (1649 a 1655)

En los años inmediatos al terrible impacto de la peste de 1649 no se conocen nuevos encargos de aquella envergadura pero sí un elevado número de imágenes de devoción, entre ellas algunas de las obras más populares del pintor, en las que el interés por la iluminación claroscurista se distancia de lo zurbaranesco. De esa etapa son las varias versiones de la Virgen con el Niño o de la llamada Virgen del Rosario (entre ellas las del Museo de Castres, Palacio Pitti y Museo del Prado).

Versiones de la Virgen el Rosario, 1650

De ésta famosa Virgen del Rosario hay diferentes versiones, semejantes a la del Museo del Prado (1650) que anteriormente estuvo en El Escorial y el Palacio Real de Madrid: la del Museo del Louvre depositada y expuesta en el Museo Goya de Castres en Francia; la del Palazzo Pitti de Florencia y la de Texas, obra que perteneció al Convento del Carmen de Sevilla y que, después de diversas ventas, había desaparecido, hasta que últimamente fue hallada.

Son años también en los que en España -de modo señalado en Sevilla- había una fuerte sentimiento religioso que se inspiraba en la lucha contra el luteranismo reformista y que se conoce como Contrarreforma. Una buena muestra de ello son las numerosas Inmaculadas de la que Sevilla era la abanderada popularmente ante Roma de la declaración del dogma discutido entre teólogos franciscanos y dominicos como vimos en la 1ª parte de esta presentación del V Centenario Murillo. Los franciscanos a favor lo que explica la relación laboral de Murillo con los franciscanos. Murillo comenzaba su renovación pictórica según el modelo de Ribera.

La Adoración de los pastores y la Sagrada Familia del pajarito, ambas del Museo del Prado, la juvenil Magdalena penitente de la National Gallery of Ireland y Madrid, colección Arango, o la Huida a Egipto de Detroit, pertenecen a este momento, en el que también abordó por primera vez el tema de la Inmaculada en la llamada Concepción Grande o Concepción de los franciscanos (Sevilla, Museo de Bellas Artes), con la que inició la renovación de su iconografía en Sevilla según el modelo de Ribera.

En los años 1660 siguientes a los de la peste se entiende el consuelo que significaba para la sociedad sevillana de la época estas escenas de dulce misterio, sin tensión o el conflicto, recordando la Sevilla que hacía poco había sufrido una gran crisis por la terrible epidemia de peste de 1649 encontrándose en un proceso de decadencia económica y demográfica y compitiendo con Cádiz.

El pleno Barroco de Murillo con Herrera el Mozo en Sevilla (1655)

Francisco Herrera el Mozo fue un arquitecto y pintor sevillano que tras completar su formación en Italia regresó a Madrid jugando un papel destacado en la introducción y divulgación del pleno barroco tanto en Madrid como en Sevilla en donde lo primero que pintó fue el Triunfo del Sacramento de la Catedral de Sevilla (1656). Su influencia del del barroco en Murillo se advierte en el San Antonio de Padua de grandes dimensiones que Murillo pintó un año después para la catedral de Sevilla (1656).

Los años de plenitud (1660-1680)

En 1658 Murillo pasó algunos meses en Madrid y aunque se desconocen los motivos cabe suponer que, estimulado por Francisco de Herrera el Mozo, que fue pintor del rey Carlos II (que desde 1677 sería maestro mayor de las obras reales e intervino como arquitecto artista en los planos de la nueva Basílica del Pilar de Zaragoza), quisiese conocer las últimas novedades en materia de pintura en la Corte. De regreso a Sevilla Murillo que había llegado a ser el pintor más cotizado en 1660 fundó en Sevilla junto con Francisco de Herrera el Mozo una Academia de Pintura en la Casa de la Lonja.

Murillo y su obra para Santa María la Blanca de Sevilla (1662-1665)

Sobre una mezquita del siglo X, se construyó en el siglo XIII una sinagoga por concesión de Alfonso X a los judíos de Sevilla que en el 1391 se convertiría en iglesia bajo la advocación de Santa María la Blanca. Su estado de deterioro hizo que el canónigo de la Catedral Justino de Neve, amigo y mecenas de Murillo, propiciase su reconstrucción que se llevó a cabo en 1662. Murillo destinó cinco obras que pasaron a formar parte de la renovada iglesia: un lienzo de La Última Cena y cuatro más encargados en 1662 para ser colocados en el nuevo templo. Estos cuadros (hoy en el Museo del Prado, Madrid) fueron pintados entre 1662-1665 para la iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla.

Para comprender bien el encargo a Murillo para Santa María de la Blanca hay que conocer la relación de Murillo con el canónigo de la catedral de Sevilla Justino Neve y la defensa del mismo ante la Santa Sede del dogma de la Inmaculada junto al fervor del pueblo sevillano ante las discusiones entre teólogos dominicos y franciscanos y la obra de Murillo defensor también de la causa. Los otros dos cuadros narran la fundación de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma concebidos como exaltación mariana que desarrolló la bula papal de 1661 sobre el misterio de la Inmaculada conocidos como la serie de El Patricio Juan. Por su apoyo a los «concepcionistas» Murillo es una de las figuras que acompañan a la Inmaculada de la Plaza del Triunfo en Sevilla (Triunfo sevillano y nacional de haber conseguido la declaración del dogma).

El fervor «Inmaculista» de Sevilla

La historia de la controversia entre teólogos franciscanos como defensores y dominicos como oponentes comienza cuando el Papa Urbano VIII, antes de morir, escribió en 1644 una decretal de la Congregación romana del Santo Oficio, en manos de los dominicos, que no fue publicada, prohibiendo atribuir el término inmaculada a la concepción de María, es decir que los partidarios pasaron de afirmar defender la «concepción de la Virgen Inmaculada a Inmaculada Concepción de la Virgen».

La llamada Inmaculada de Venerables o Inmaculada de Soult fue pintada para El Hospital de Venerables en 1668 por encargo del canónigo Joaquín Neves. Hoy en el Museo del Prado de Madrid destaca como una de las obras más importantes de la última etapa del maestro.

Tras las numerosas gestiones de los emisarios españoles, el 8 de diciembre de 1661 el Papa Alejandro VII promulgó la Constitución Apostólica Sollicitudo omnium ecclesiarum, que sin ser la definición dogmática que proclamaba la antigüedad de creencia, admitía su fiesta, y afirmaba que ya pocos católicos la rechazaban.

La constitución fue acogida en España con entusiasmo y por todas partes se celebraron grandes fiestas, de las que han quedado numerosos testimonios artísticos.

Al llegar la noticia a Sevilla, el Cabildo de la catedral respondió colgando un cuadro de la Inmaculada Concepción de Murillo con la inscripción «Concebida sin pecado» y la propia ciudad se dirigió a las Cortes de Castilla en 1649 reclamando la intervención del rey. Nada cambió Inocencio X, pero al ser elegido Alejandro VII en 1655 Felipe IV luchó por obtener la anulación de la decretal y una aprobación de la fiesta de la Inmaculada Concepción como se venía celebrando en España.

Las pinturas infantiles y populares (1665- 1670)

También pertenece a este momento, en el terreno ya de la pintura profana de Murillo en los primeros testimonios del interés del pintor por motivos populares con protagonistas infantiles, de tono pesimista que contrasta con el más optimista posterior, como el Niño expulgándose (o Joven mendigo) (1645; Museo del Louvre, París) y Dos niños comiendo melón y uvas (1650; Alte Pinakotekek, Münich, Alemania).

Murillo pintó 24 cuadros de temas infantiles y también populares. Las primeras noticias que se tienen de casi todos ellos proceden de fuera de España, lo que induce a pensar que fueron pintados por encargo de algunos de los comerciantes flamencos asentados en Sevilla, como Nicolás de Omazur. Así por ejemplo se encuentran en grandes museos del mundo como el Alte Pinakothek de Munich (5), Dulwich Picture Gallery de Londres (3) y la National Gallery of Scontland de Edimburgo (1), aparte de los que se conservan en el Museo del Prado de Madrid.

Pinturas de Murillo de niños, religiosa y profana

En septiembre de 2001 el Museo del Prado hizo una muestra confrontando la pintura profana y religiosa de Murillo con 15 cuadros con el tema central de los niños. En el montaje destacaban en las obras del Museo de Múnich Niños comiendo pastel, Niños jugando a los dados, Niños comiendo melón y uvas, y de Londres, Invitación al juego de pelota y Tres muchachos, en contraste con las religiosas del Museo el Prado (El Buen Pastor, San Juan Bautista niño, Los niños de la concha), a los que se suman dos alegóricos La muchacha con flores (primavera) y El hombre joven con cesta de frutas (verano), que se atribuyó al pintor hace dos años, y un retrato de Nicolás de Omazur, mercader de sedas de origen flamenco, coleccionista de algunas de las obras expuestas.

Temas y rostros populares

También tienen ese gusto popular obras como la Vieja hilandera (1650; Stourhead House), y Vieja con gallina y cesta de huevos (Múnich, Alte Pinakothek) y pinturas de género como retratos de observación en las que se acusa la pintura flamenca a través de estampas de Cornelis Bloemaert.

Murillo en el Convento de los Capuchinos de Sevilla (1665-1669)

Cronológicamente aquí correspondería incluir la obra de Murillo para el Convento de los Capuchinos en Sevilla. Por ello remitimos al lector a la 1ª parte de esa serie del IV Centenario de Murillo que comenzaba con los actos con que el Gobierno de la Junta de Andalucía dedicaba al «Año de Muriillo» con la gran Exposición sobre Murillo en el Museo de Bellas Artes de Sevilla inaugurada el 28 de noviembre del pasado año.

Este Museo -una de las pinacotecas más importantes de España- custodia y conserva el mayor número de cuadros de Murillo y entre ellos los que pintó para el Convento de los Capuchinos que lograron evitar fuesen expoliados por el mariscal Soult el año 1810 en el transcurso de la invasión napoleónica de España.

Esta colección no obstante estaba dispersa tras la Guerra de la Independencia y lograron recuperarla. Y para esta ocasión se cedieron al Museo otros cuadros que estaban en grandes Museo del Mundo: Francia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos entre otros. Es la primera vez que se han reunido tantos cuadros de Murillo en estas gran Muestra del Museo de Bellas Artes.

Estas pinturas de Murillo del Convento e Iglesia de los Capuchinos de Sevilla lograron escapar de la rapiña del mariscal francés Nicolás Jean de Dieu Soult, general en jefe del ejército de Napoleón en Andalucía el año 1810, que alcanzaba exactamente 999 obras entre las de Murillo y otros famosos pintores como Francisco Zurbarán, Alonso Cano, Juan Valdés Leal y Francisco Herrera. Se salvaron porque los frailes conociendo las intenciones desmontaron los cuadros de Murillo del retablo mayor trasladándolos por barco a Cádiz y luego a Gibraltar para volverlos a Sevilla al terminar la guerra por lo que se salvaron y están en el Museo de Bellas Artes sevillano.

Las «Obras de Misericordia» del Hospital de la Caridad (1671-1674)

La Iglesia y el Hospital de la Caridad del s.XVII pertenece al barroco sevillano, sede de la institución benéfica promovida por el filántropo Miguel de Mañara elevado a los altares. Entre 1670 y 1674 Murillo, que era miembro de la Hermandad de la Caridad, participó en la decoración de la iglesia del Hospital de la Caridad, siendo éste el último gran encargo de su vida. Eran seis cuadros sobre la misericordia: cuatro robadas por el mariscal Soult y vendidas a su muerte encontrándose en la Galería Nacional británica de Londres, la Galería Nacional canadiense de Ottawa, la Galería Nacional estadounidense de Washington y el Ermitage de San Petersburgo.

Murillo pintó entre 1671 y 1674 los famosos «seis jeroglíficos» que explican seis de las «obras de Misericordia» para la nueva iglesia que, impulsada por Miguel de Mañara, construía la Hermandad de la Caridad, en la que Murillo había ingresado en 1665. En 1672 entregó otros dos cuadros de altar, los únicos que junto con dos de los jeroglíficos de las «obras de misericordia» se conservan en su lugar.

Varios de estos cuadros de Murillo para el Hospital de la Caridad de Miguel de Mañana se encuentran en el Museo del Prado de Madrid y también en los Museos de San Petersburgo y Londres.

De las otras seis obras que pintó Murillo: Milagro del pan y de los peces, Moisés en la roca de Horeb, El regreso del hijo pródigo, La curación del paralítico, La liberación de san Pedro y Abraham y los tres ángeles- sólo los dos primeros permanecen in situ, habiendo sido despojada la iglesia de los restantes por el mariscal Soult durante la invasión napoleónica.

Cuadros «Obras de misericordia corporales»

Murillo pintó también para el templo de San Jorge del Hospital de la Caridad El milagro de San Juan de Dios (Museo del Prado, Madrid) y Sta. Isabel de Hungría curando a los tiñosos (1672) (Iglesia Hospital de la Caridad, Sevilla), completando así uno de los conjuntos más impresionantes del barroco andaluz. Ambos cuadros son los pocos que se libraron del expolio del mariscal francés Soult y que en su mayor parte se encuentras en museos nacionales de Londres, Washington, Otawa y S. Petersburgo.

2 cuadros de Murillo para dos retablos de la Iglesia del Hospital de la Caridad

En la iglesia de la Santa Caridad, los originales de Murillo fueron sustituidos por cuatro paisajes con escenas bíblicas hasta que en 2008 se realizaron reproducciones de los originales. Los encargos a Murillo para esta iglesia se completan con las siguientes obras: San Juan de Dios transportando un enfermo, Santa Isabel de Hungría, El Niño Jesús y San Juan Bautista Niño. La Anunciación fue una donación al Hospital de la Caridad del Marqués de la Granja.

Obras de otros grandes artistas en el Hospital de la Caridad (1671-1674)

Valdés Leal se ocupó de los cuadros alusivos a la muerte y a las miserias de las vanidades humanas, y Pedro Roldán plasmó en su grupo del Santo Entierro del retablo mayor una de las obras de misericordia.

Las últimas obras de Murillo (1670-1682)

Tras la serie del Hospital de la Caridad, espléndidamente pagada, Murillo no recibió nuevos encargos de esa envergadura. Un nuevo ciclo de malas cosechas llevó a la hambruna de 1678 y dos años después un terremoto causó serios daños. «Las bodas de Caná» fue un de sus últimas obras. Y al parecer fue una caída cuando pintaba Desposorios de Santa Catalina lo que originaría su muerte posterior en 1682.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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