Chinchón, Castro Urdiales, Valverde de la Vera, Olessa...

Guía de «Semanas Santas Vivientes»

"El escenario normal son las calles, plazas u otros espacios no religiosos"

Guía de "Semanas Santas Vivientes"
Semana Santa viviente en Chinchón Agencias

Punto de reflexión inexcusable es la sistemática ausencia de los miembros de la jerarquía, comenzando por sus obispos, en estos acontecimientos populares

(Antonio Aradillas).- Englobo en este apartado de las representaciones de la «Semana Santa», las distintas a las procesiones tradicionales que, con carácter oficial y autorización «canónica», desfilan por los pueblos y ciudades de España, al amparo de Cofradías y Hermandades, en las que la presencia del clero actuara por su condición de capellán o de director espiritual.

Por tanto, mi referencia es la de las celebraciones con las que los seglares se convirtieron en responsables y en «actores» de todos y cada uno de los «pasos», revestidos ellos, a consecuencia de su devoción, en protagonistas de recuerdos y escenas narradas en los santos evangelios y en tradiciones piadosas.

El escenario normal son las calles, plazas, alrededores del pueblo, teatros municipales u otros espacios no «religiosos». La participación activa de los vecinos ayuda a elevar las posibilidades eclesiales de la teología del laicado, demasiada y extemporáneamente clericalizadas.

Las Semanas Santas «Vivientes» se conocen también como «Pasiones» y «Vía Crucis». De unas y otros es obligado reconocer que cada año concitan el interés de mayor número de participantes y asistentes, hasta convertir los lugares de su celebración en otros tantos centros de piedad y admiración, en leal competencia religiosa con los tradicionales de los programas del llamado «Turismo Religioso».

 

 

A continuación cito algunos de estos lugares de las celebraciones de las Semanas Santa «Vivientes», desde el piados convencimiento de que mayoritariamente son ya, o están a punto de serlo, otros tantos capítulos y episodios fieles al santo evangelio, vividos y representados con idéntico, y aún superior, sentido de religiosidad que hacerlo los cofrades o hermanos, y aún la misma sagrada liturgia.

En el itinerario de la Comunidad de Madrid destacan las celebraciones de Colmenar Viejo, Chinchón, Morata de Tajuña, Perales de Tajuña (con expresa bendición del papa para actores y visitantes), Carabaña y Villarejo de Salvanés.

De interés turístico, nacional e internacional, son las celebraciones de la Villa de Balmaseda y Durango en el País Vasco.

En Cataluña son cita obligadas Sant Hili Sacalm, Espugles de llob, Esparraguera, Olessa de Monserrat, Cervera y Ulldecona.

El interesante recorrido por estas Semanas Santas «Vivientes» se inicia en Extremadura por la ciudad monumental de Cáceres -«Patrimonio de la Humanidad»-, con reverencial mención para Oliva de la Frontera y para Valverde de la Vera y sus ínclitos y memorables «Empalaos».

En Castilla-La Mancha alcanzan ya la categoría de «interés turistico» en versiones diversas versiones, las Semanas Santas «Vivientes» celebradas en Chinchilla, Tarancón, Hiendelaencina, Aldea del Rey y Villanueva de Bogas.

El cielo de una buena parte de España se acrecienta, y luce y reluce con lugares semansanteros «vivientes», pletóricos de vida, de piedad y de estrellas, turístico-religiosas, con nombres como los de Tamaraceite en Canarias, Lerma, Covarrubias, Aranzo de Miel, La Teja de La Alberca, La Alberca, Serradilla del Arroyo, Béjar, Candelario y Bercianos de Aliste y la procesión de sus «Capas Pardas» en Castilla y León; Andosilla en Navarra; San Vicente de la Barquera y sus «Picaos» en La Rioja; Infiesto en el Principado de Asturias y Castro Urdiales en Cantabria. Cuevas del Campo y el célebre pregón del actor Antonio Banderas, pronunciado en el teatro «Cervantes» de su Córdoba natal, sirven también de elocuentes ejemplos en Andalucía.

 

 

El fervor creciente que renuevan y reviven los vecinos de los pueblos con sus «Semanas Santas Vivientes», y del que hacen generosamente partícipes a sus visitantes, es «santo y seña» inequívoco de que el camino de la renovación pastoral, por lo que respecta a la mayoría de las procesiones, comienza a abrirse y a ser recorrido con recogimiento y conciencia participativa, propios de la Iglesia, por aquello de «santa» y de «madre».

Punto de reflexión inexcusable es la sistemática ausencia de los miembros de la jerarquía, comenzando por sus obispos, en estos acontecimientos populares. Constituiría al menos una falta de consideración y de sensibilidad pastoral olvidarse de que al pueblo- pueblo, es decir, a la Iglesia, le reedifican y reafirman en la fe, las reformas y nuevas vivencias, tanto o más que puedan hacerlo ellos con sus atuendos pontificales y siguiendo al pie de la letra las ceremonias litúrgicas, con sus mitras, báculos y buenas dosis de incienso.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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