Francisco conoce al pie de la letra todos estos movimientos y, aunque está siendo especialmente cuidadoso con Rouco Varela, ya tiene definida la estrategia de sucesión. Y los nombres de los posibles sucesores
(Jesús Bastante).- «Algunos obispos le tienen miedo; otros, respeto; muchos le debemos la mitra. Va a ser difícil que las cosas cambien mientras siga aquí. Porque sigue, y manda mucho«. Este es el sentir de una sensible mayoría de miembros de la Conferencia Episcopal ante la actitud que, desde marzo a esta parte, está adoptando el cardenal de Madrid y ex presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco, ante dos de las claves de futuro para la Iglesia española: los cambios en la política comunicativa de la Iglesia y, sobre todo, su propia sucesión.
Según ha podido saber RD de fuentes directas del proceso de nombramiento del nuevo arzobispo de Madrid, Rouco Varela ya ha hecho saber al Papa Francisco, tanto directamente como a través de terceros, su rotunda negativa a aceptar a todos los candidatos que hasta la fecha se han presentado.
La más rotunda fue la del cardenal Antonio Cañizares, cuya designación ya estaba prácticamente hecha hace unos meses, y que el purpurado madrileño logró dar al traste. Y así pretende que suceda con otros nombres -al menos otros tres, no todos obispos- que han surgido, con fuerza, tras las elecciones en la Conferencia Episcopal.
Unas elecciones que supusieron un rotundo fracaso para la estrategia de sucesión de Rouco Varela, quien no obstante -y pese a la promesa hecha al Papa antes de marzo- continúa sin dejar las manos libres a la actual cúpula para acometer cambios efectivos en algunos puntos clave. Especialmente en comunicación y educación.
Ayer tuvo lugar el último Comité Ejecutivo del presente curso, en el que, entre otras cuestiones, los obispos escucharon balances y propuestas para el futuro de los medios de comunicación de la Iglesia: Cope y 13TV. Al término del mismo, algunos de los prelados presentes se quejaron de tener «las manos atadas» para poder cambiar «los mandos», especialmente de 13TV, donde el cardenal Rouco mantiene a algunos de sus personas de confianza: Alejandro Samanes, Juan Pedro Ortuño y José Luis Restán, entre ellos.
Pese a su rotunda derrota en la pasada Plenaria, el arzobispo de Madrid logró colocar al frente de una de las comisiones episcopales más importantes –Enseñanza y Catequesis– a uno de sus obispos auxiliares, César Franco. En la misma comisión también se encuentran, entre otros, Fidel herráez -el delfín de Rouco, y a quien el purpurado continúa proponiendo a quien quiera escucharle en Roma como su sucesor en Madrid-; el obispo auxiliar de Getafe (y ex responsable de Doctrina de la Fe), José Rico Pavés; el todavía obispo de Segovia, Ángel Rubio; y el auxiliar de Sevilla (y anterior dirigente de Cajasur), Santiago Gómez Sierra.
Durante el reciente encuentro entre Mariano Rajoy y Ricardo Blázquez, Gobierno e Iglesia acordaron un «pacto de no agresión», después de las tensas -por inexistentes- relaciones entre el líder del PP y el anterior presidente de los obispos.
Pese a ello, Rouco Varela continúa presionando en lo tocante a la reforma de la LOMCE -hasta el punto de publicar una carta la pasada semana sobre el particular, práctica no habitual del arzobispo-, y poniendo palos en la rueda a la reforma de contenidos en 13TV (paso indispensable para que el Ejecutivo de Rajoy conceda finalmente una licencia en propiedad a la cadena episcopal).
Tras su fracaso en marzo, Rouco Varela parecía predispuesto a dejar el Gobierno de la Iglesia en manos de la nueva cúpula (Blázquez, Osoro y Gil Tamayo), pero esto no ha sido así. Y es que el control de la Conferencia Episcopal parece haberse convertido en una moneda de cambio para intentar asegurar una sucesión en Madrid acorde a los gustos del cardenal gallego.
No obstante, Francisco conoce al pie de la letra todos estos movimientos y, aunque está siendo especialmente cuidadoso con Rouco Varela -dejando que él sea quien marque los tiempos de la despedida-, ya tiene definida la estrategia de sucesión. Y los nombres de los posibles sucesores. Entre los que aparece, al menos, una sorpresa mayúscula.