Osoro quiere trasladarse a Madrid cuanto antes, pero su antecesor -con quien mantuvo una brevísima conversación la tarde anterior a su nombramiento- todavía no ha fijado una fecha definitiva, ni ofrecido a su sucesor un lugar en el que residir
(Jesús Bastante).- Hace seis días, la Santa Sede anunciaba el nombramiento de Carlos Osoro como arzobispo de Madrid, sustituyendo al cardenal Rouco. Casi una semana después, la diócesis continúa en un silencio absoluto. Al menos públicamente, ni el Arzobispado como institución, ni el cardenal de Madrid, han dirigido el más mínimo saludo de bienvenida al que será, en las próximas semanas (todavía no hay fecha de toma de posesión), su nuevo pastor.
El cardenal Rouco Varela, quien tuvo que regresar de sus vacaciones en Alemania para estar presente en la diócesis el 28 de agosto -o al menos estas fueron las órdenes que llegaron de Nunciatura-, no ha dado señales de vida. Tan sólo unas breves declaraciones a José Luis Restán en la Cope en las que no habla de su sucesor ni de la sucesión, y donde evidentemente no da la bienvenida a Carlos Osoro.
Tanto es así, que el arzobispo electo de Madrid aún desconoce cuándo tomará posesión de la diócesis que el Papa le ha encomendado. Y es que Rouco Varela, que ha impuesto un absoluto silencio oficial en torno a la figura de Carlos Osoro, quiere dilatar todo lo posible la entrada de su sucesor. El tope máximo, según la legislación, son dos meses, lo cual hace previsible, salvo sorpresa, que Osoro no sea arzobispo residencial de Madrid hasta el 26 de octubre.
Aunque el administrador apostólico de Valencia se despide de la diócesis levantina el 28 de septiembre, y su sucesor, el cardenal Cañizares, llega el día 4. Osoro quiere trasladarse a Madrid cuanto antes, pero su antecesor -con quien mantuvo una brevísima conversación la tarde anterior a su nombramiento- todavía no ha fijado una fecha definitiva, ni ofrecido a su sucesor un lugar en el que residir.
Todo parece indicar, no obstante, que el proceso -que está siendo preparado por el obispo auxiliar, Fidel Herráez-, cobre nuevos bríos a partir de mañana, cuando Osoro y Rouco se encuentren, al fin, para hablar de la sucesión. Por expreso deseo del cardenal, Osoro no viajará a Madrid, sino que la reunión tendrá lugar en un chalet propiedad del purpurado en el Delta del Ebro.
En todo caso, la idea de los responsables de la diócesis es que la llegada de Osoro tenga un perfil bajo, y que Rouco pueda despedirse como era su deseo y, en la medida de lo posible, siguiendo los planes que él mismo tenía. Esto es: poder despedirse del Seminario y de la Universidad San Dámaso, y celebrar sus 20 años de pontificado en Madrid, el próximo 22 de octubre.
Entretanto, el único comunicado oficial de la Archidiócesis de Madrid -amén del nombramiento y la carta de saludo de Osoro- ha sido una nota de la Vicaría General, en la que recuerda a los sacerdotes de la diócesis que «ante las numerosas consultas realizadas a esta Vicaría General acerca de la mención del nombre del Obispo en la plegaria eucarística de la Misa, durante el tiempo en que el gobierno de la archidiócesis está encomendado al cardenal Antonio María Rouco Varela, en cuanto Administrador Apostólico sede vacante, hasta la toma de posesión de Mons. Carlos Osoro Sierra, Arzobispo electo de Madrid, se recuerda que se ha de mencionar el nombre del Administrador Apostólico, Antonio María, de acuerdo con el Decreto De nomine Episcopi in prece eucharistica proferendo, publicado por la Congregación para el Culto Divino el 9 de octubre de 1972 (AAS 64 [1972] 692-694)».
«El nombre del Arzobispo Carlos se mencionará en la plegaria eucarística de la Misa a partir del día en que tome posesión del gobierno pastoral de la archidiócesis de Madrid«, prosigue la notificación, que concluye rogando a los sacerdotes que «en la oración de los fieles eleven preces por el Arzobispo electo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, para que el Señor le conceda la abundancia de los dones del Espíritu en su próximo servicio pastoral a nuestra diócesis». Esto, seis días después, ha sido lo más parecido a una bienvenida por parte de la Iglesia diocesana que habrá de pastorear «el peregrino». Trabajo tiene.