Cuando escribo estas palabras, una parte de Cataluña mira el 9- N con esperanza, la otra con enojo, pero todos con incertidumbre. Una vez más, considero que no puedo hablar hoy de otra cosa
(Jesús Bastante).- El obispo de Solsona, Xavier Novell, ha vuelto a entrar de lleno en arena política en su «glossa» (carta dominical) de esta semana en la que, bajo el título «9-N», reitera que «Cataluña tiene derecho a la autodeterminación» y que impedir la consulta «no aporta ninguna solución sino que agrava el problema«.
«Cuando escribo estas palabras, una parte de Cataluña mira el 9-N con esperanza, la otra con enojo, pero todos con incertidumbre«, arranca el escrito del obispo, quien recuerda el reciente documento de los obispos catalanes para afrontar la necesidad de «decidir con responsabilidad cómo cumplir, si se nos requiere, con nuestros deberes cívicos y democráticos».
«Fuimos convocados a una consulta no referendataria sobre el futuro político de Cataluña. El Tribunal Constitucional la suspendió. El presidente de la Generalitat anunció un proceso de participación ciudadana alternativo. Cuando escribo estas líneas no sé si, de nuevo, el Gobierno de España lo habrá impugnado, ni si el Tribunal Constitucional lo habrá suspendido», continúa la nota, escrita antes de la suspensión del TC.
«Lamenté la primera suspensión y, en su caso, lo volvería a lamentar«, resalta Novell, recordando que «Cataluña tiene derecho a la autodeterminación», y apuntando que para alcanzar «soluciones justas y estables, que fomenten la solidaridad y la fraternidad», solo puede darse «después de una consulta a la ciudadanía. Respeto a los que piensan que se ha de impedir, pero me temo que esta posición no aporta ninguna solución sino que agrava el problema«.
Éste es el escrito (la «glossa») de monseñor Novell, que lleva por título 9-N
Todo el mundo ha esperado con expectación este día. Cuando escribo estas palabras, una parte de Cataluña mira el 9- N con esperanza, la otra con enojo, pero todos con incertidumbre. Una vez más, considero que no puedo hablar hoy de otra cosa. Lo hago teniendo presente lo que recientemente publicábamos los obispos de Cataluña: « Exhortamos a los católicos y todos aquellos que quieran escucharnos, a examinar cuidadosamente, a la luz de la enseñanza social de la Iglesia, y a decidir con responsabilidad cómo cumplir, si se nos requiere, con nuestros deberes cívicos y democráticos. »
Fuimos convocados a una consulta no refrendataria sobre el futuro político de Cataluña. El Tribunal Constitucional la suspendió. El presidente de la Generalitat anunció un proceso de participación ciudadana alternativo. Cuando escribo estas líneas no sé si, de nuevo, el Gobierno de España lo habrá impugnado, ni si el Tribunal Constitucional lo habrá suspendido.
Lamenté la primera suspensión y, en su caso, lo volvería a lamentar. En primer lugar, porque, como ya os conté, estoy convencido de que, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, Cataluña tiene derecho a la autodeterminación. En segundo lugar, porque creo que, a estas alturas, lo que pedíamos los obispos -«diálogo y entendimiento entre todas las partes interesadas a fin de lograr soluciones justas y estables, que fomenten la solidaridad y la fraternidad»- , me parece que solo es posible después de una consulta a la ciudadanía. Respeto a los que piensan que se ha de impedir, pero me temo que esta posición no aporta ninguna solución sino que agrava el problema.
Sólo me queda rezar la oración con que los obispos concluíamos nuestra nota: «Que, con la prudencia de los gobernantes y la honradez de los ciudadanos, se mantenga firme la concordia y la justicia, y que tengamos un progreso constante en la paz».