El clima es cordial, cercano y afable, aunque los prelados mantienen sus distancias con los periodistas

Anécdotas (y algo más) de la Plenaria episcopal

Jesús Fernández, que suena para secretario general, el único obispo que se para a hablar con los profesionales

Anécdotas (y algo más) de la Plenaria episcopal
Plenaria del episcopado

El obispo de Mallorca confiesa que va a poner su diócesis al ritmo de la Evangelii Gaudium del Papa

(José M. Vidal).- Dos veces al año (habitualmente en abril y en noviembre), la Casa de la Iglesia, sede de la Conferencia episcopal, se viste de fiesta, para recibir a los 120 obispos españoles (aunque no todos asistan), a numerosos invitados y a una veintena de profesionales de los medios de comunicación. Son las Plenarias del episcopado, ocasión para que los periodistas nos codeemos con los prelados y salten todo tipo de rumores y anécdotas. Damos cuenta de algunas de las que se pueden contar.

La inauguración de la Plenaria es un acto muy formal y el único al que tenemos acceso los periodistas. Reunidos en su hemiciclo y presididos por Ricardo Blázquez, acompañado en la mesa por 8 cardenales, flanqueados por el todavía secretario, José María Gil Tamayo, y el Nuncio del Papa, Renzo Fratini, comienza la ceremonia con el rezo de maitines y el canto del Veni Creator.

Después, el presidente lee su discurso, que los presentes aplauden protocolariamente y, a continuación, interviene el Nuncio, con una breve alocución. Breves y protocolarios aplausos (el Nuncio no es una persona que se haga querer en exceso y le quedan dos telediarios en Madrid) y termina la función. Antes y después de la ceremonia, los periodistas aprovechamos para saludar a los obispos e intercambiar someramente con ellos.

En general, el clima es cordial, cercano y afable, aunque los prelados mantienen sus distancias con los profesionales, a los que muchos siguen considerando como ‘enemigos’ o, al menos, ‘no demasiado amigos’. Como a todas las élites, les molesta el control que los medios ejercen sobre el poder eclesiástico y temen más a los periodistas que al infierno.

Al final de la ceremonia, los periodistas solemos reunirnos en la puerta de salida, para ver si alguno se digna hacer algún comentario o alguna pequeña declaración. Lo normal es que casi ninguno se pare con los medios. Todos ‘huyen’ escaleras arriba, hacia la sala, donde toman un refrigerio.

Por eso, nos sorprendió aún más que el único obispo que se detuviese con nosotros fuese el auxiliar de Compostela, Jesús Fernández. Una compañera le lanzó una pregunta, por si ‘pescaba’:

-Monseñor, suena su nombre para secretario de los obispos

Y, cuando los más veteranos pensábamos que el interpelado se iba a llamar a andanas y tomar las escaleras, haciendo como que no había oído, monseñor Fernández se volvió, se detuvo y contestó. Nada espectacular: que él no sabe nada, que las quinielas son cosas de periodistas, pero que, si la Iglesia le llama, él no va a decir que no a ese servicio.

Una presentación extraoficial y casual del que podría ser (cada vez gana más apoyos) el nuevo secretario general de los obispos, que dejó entre los profesionales una muy buena primera impresión. Es claro, directo, campechano, franco y, como decía una compañera, «tiene buena planta». Y le agradecemos el detalle de detenerse con nosotros. Si sale elegido, tendremos tiempo de conocerlo mejor, esperando que sea de los convencidos de que los medios somos un instrumento necesario para que la Iglesia vehicule sus mensajes a la sociedad.

Más esquivo se mostró el cardenal Blázquez, al que un compañero preguntó qué esperaba de esta Plenaria y el arzobispo de Valladolid contesto: «Ya lo dije todo en el discurso». Y siguió escaleras arriba, mientras el Nuncio Fratini, que iba a su lado se congratulaba de la contestación del cardenal español en voz alta: «Muy bien, así se hace». Y sonaba a ‘zasca’ a los medios.

El Nuncio y el cardenal Bocos

El Nuncio, por cierto, terminaba así su discurso así: «Acudiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María, les aseguro un particular recuerdo en mi oración por el buen desarrollo de sus trabajos expresión de su grave responsabilidad pastoral». Al lado de donde yo estaba, dos obispos, mientras aplaudían tímidamente a Fratini, comentaban el «grave» deslizado por el Nuncio en su frase y lo interpretaban en plan de advertencia vaticana. ¿También papal?

Asiste por vez primera a una Plenaria el nuevo cardenal, el claretiano Aquilino Bocos, recuperado de su reciente operación. Con buen humor comenta divertido que, como hay tantos cardenales en la mesa presidencial y él es el último en haber sido creado, lo han colocado en una mesita situada al lado de la presidencial, con el Nuncio. «En las periferias», dice con una gran sonrisa.

Monseñor Asenjo llama a Gil Tamayo para decirle algo al oído y el secretario vuelve a su sitio, escribe una nota y se la pasa a Blázquez, que le echa una ojeada, mientras sigue leyendo su discurso. Quizás tenga que ver con dos ‘olvidos’ del presidente, que subsanó al final. El primero, saludar la presencia por vez primera en el aula del cardenal Bocos y el segundo, lamentar la muerte de monseñor Setién, obispo emérito de San Sebastián.

Monseñor Taltavull, el obispo de Mallorca nos cuenta lo contento que está con su nuevo consejo pastoral lleno de laicos y de mujeres. Y, además, confiesa que va a poner su diócesis al ritmo de la Evangelii Gaudium del Papa. Algunos demuestran claramente que tiene su reloj personal y pastoral a la misma hora de Francisco. Pero, desgraciadamente, siguen siendo una minoría en el episcopado español.

Son tantos los invitados laicos a la Plenaria que no hay sillas suficientes para todos y algunos invitados y algunos periodistas tenemos que asistir de pié a toda la ceremonia, incluida la larga lectura del discurso de Blázquez. ¡Más sillas, por favor, aunque sean más estrechas!

Durante el largo discurso del cardenal Blázquez (y eso que suprimió todo un apartado en su lectura), la mayoría de los obispos acompañan la lectura en un folleto que nos proporcionan a todos los asistentes, con diferentes actitudes.

Por ejemplo, en la presidencia, Sistach subraya el folleto; Cañizares y Amigo, leen, mientras Rouco se mueve inquieto en su asiento, cambia de postura, se coge la cara con las dos manos en una de sus típicas posturas y bosteza.

Sanz, Uriarte y, sobre todo, Quinteiro llegan tarde. A este último, obispo de Tui-Vigo, se le ve preocupado. Quizás por el desarrollo del juicio contra Miguel Rosendo, el líder de Orden y Mandato, en el que el propio obispo fue llamado como testigo.

Algunos obispos desconectan del discurso de Blázquez y miran sus móviles. Lo hace, por ejemplo, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, durante un bien rato. Y el obispo de Segovia, César Franco, durante menos tiempo.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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