El sacerdote y escritor presenta 'La Iglesia que se acaba' (ACCI)

Antonio Aradillas: «No digo que el dogma tiene que acabar, pero sí es necesaria la renovación doctrinal»

"El pueblo ya está prescindiendo de muchísimas cosas con las cuales se identificaba la Iglesia"

Antonio Aradillas: "No digo que el dogma tiene que acabar, pero sí es necesaria la renovación doctrinal"
Antonio Aradillas presenta su nuevo libro RD

El matrimonio no es indisoluble; es indisoluble solo para los pobres. Los ricos tienen una fórmula de nulidad matrimonial con la que se consiguen los mismos efectos que con un divorcio

(Jesús Bastante).- A punto de cumplir sus noventa años, nuestro colaborador en RDAntonio Aradillas, acaba de publicar su nonagésimo libro. «La Iglesia que se acaba» (ACCI-Asociación Cultural y Científica Iberoamericana) será presentado por el vaticanólogo y oficial en el Vaticano con el Papa Pablo VI, Celso Alcaina, el próximo día 22 a las 18h. El acto tendrá lugar en el Club de Mayores Ginzo de Limia.

Nos acompaña Antonio Aradillas. Antonio, bienvenido.

Hoy presentas un nuevo libro -no se lo van a creer ustedes- con tu edad. Noventa años y noventa libros.

Quién lo dijera.

Noventa libros; a libro por año. Naciste con un bolígrafo debajo del brazo, en vez de con un pan.

Eso es.

Pues enhorabuena y doblemente felicidades.

Muchas gracias.

«La Iglesia que se acaba», se llama el nuevo libro. La primera pregunta es obligada: ¿qué Iglesia se acaba?

Te contesto con la siguiente anécdota:

Este verano, en un pueblo -en el mío concretamente- donde el párroco, como es lógico, es lector de Religión Digital, inquisitorialmente me preguntaba que qué tenía entre manos.

Me decidí a decirle: pues un libro de tales características.

¿Con qué título? -dijo-.

La Iglesia que se acaba -contesté-.

Físicamente él se levantó y dijo: ¡eso es imposible! La Iglesia, dogmáticamente perdurará, etc, etc.

No has oído bien, yo no he dicho «La Iglesia se acaba», he dicho «La Iglesia ‘que’ se acaba».

Estaba allí presente un laico, un seglar, y se me ocurrió preguntarle:

Oye, ¿desde cuándo no te confiesas?

¿Yo? Pues desde que me casé.

Entonces le dije al párroco: para este ya se ha acabado la Iglesia que tú representas, más o menos, jerárquicamente.

De modo que la Iglesia no se acaba. Sino que la Iglesia que se acaba, se acaba.

¿Y qué elementos de esa Iglesia son los que están acabando, o los que se tienen que terminar?

No son solamente elementos; yo creo que se está terminando porque el pueblo fiel es muy fiel y es muy pueblo. Y eso es dogma. Ya está prescindiendo de muchísimas cosas con las cuales se identificaba, casi estructuralmente, la Iglesia.

No digo que el dogma tiene que acabar, pero sí es necesaria la renovación doctrinal. Por ejemplo, cuántas cosas relacionadas con la sexualidad, que hasta ahora ha sido algo así como el gran pecado, han cambiado.

El sacramento de la penitencia; si toda la gente que comulga hoy hubiera tenido que confesarse antes… La Iglesia que se acaba, hasta en las personas.

La edad media de los sacerdotes es de sesenta y nueva años. Esto se acaba.

La vida contemplativa; estoy haciendo un estudio sobre el tema y todos los meses se cierra un monasterio de ellas. Hay unos 800 en España todavía.

Las procesiones, la liturgia… La portada del libro está muy bien lograda, es una procesión de obispos con mitras. Eso ya se ha acabado.

Todo eso se tiene necesariamente que acabar, para volver a la auténtica Iglesia, que fue la Iglesia de Cristo Jesús.

Eso es a lo que iba; esas cosas que se están acabando, no voy a decir que son accesorias, pero no son nucleares en el concepto de Iglesia. ¿Son ropajes de los que la Iglesia se puede, y se debe desprender?

Has dicho bien; se puede y se debe desprender. Por ejemplo, la capacidad evangelizadora que tiene la liturgia se ha perdido hoy totalmente. Cómo le vas a hablar a un joven de una silla gestatoria, o de que la cola de la capa magna de los cardenales en tiempos del Papa Pablo VI era de doce metros, que la redujo a cinco, y que tenía que ser porteada en gran parte por los acólitos y demás.

Y no solamente los gestos; el beso, por ejemplo. En la liturgia ya no hay besos. Si los obispos no saben ni besar… Antes, al Papa había que besarle los pies. Es decir: que son gestos, y los gestos son muy educadores o deseducadores. Y además, a mí, cuántas veces me han besado las manos los niños porque les hayan dicho que no sé cuántas indulgencias se concedían si a la mano del cura se le daba un beso.

Háblame de temas concretos. De esos jirones de los que se debe desprender esta Iglesia.

Vamos a comenzar por la justicia: la justicia es, bíblicamente, santidad. Pero también tiene una administración. El prólogo del libro -y yo quiero insistir reverentemente en esto- lo hace Celso Alcaina, que estuvo mucho tiempo en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Comentamos algunas veces que en el despacho donde él trabajaba, en los sótanos, estuvo Galileo Galilei y también Giordano Bruno, al que quemaron en la hoguera.

De la cuestión matrimonial en España, cuando no había divorcio civil, el Código canónico decía que el matrimonio era uno e indisoluble. Era la ley que el fuero de los españoles literalmente había recibido para sí. Como no había ley de divorcio, la única fórmula que había era la nulidad matrimonial. Y Celso era experto en la concesión de nulidades.

A propósito de la administración de la justicia cuando habla de la indisolubilidad del matrimonio, yo digo: señores canonistas, tened cuidado con esto, el matrimonio no es indisoluble; es indisoluble solo para los pobres. Los ricos tienen una fórmula de nulidad matrimonial con la que se consiguen los mismos efectos que con un divorcio.

Algunos de los más críticos con el Papa Francisco le acusan, precisamente, de estar acabando con la Iglesia. ¿Tú crees que es así, o que es una oportunidad para desprenderse de esos lastres?

Es una oportunidad. Porque el Papa Francisco tiene la grandísima gracia de Dios que hasta en el mismo léxico que emplea ya no es un léxico identificable con lo doctrinal, sino que es un léxico de humildad. Ahora se ha publicado…

Un diccionario de bergoglismos, con la visita del Papa a Chile y Perú.

Eso es. Como el mañanear. O cuando habla de miserdicordiosear, que son verbos llevan dentro de sí toda una ideología porque, en definitiva, la palabra se hizo hombre. Es decir, que somos lo que somos: nuestras palabras cuando están suscritas por un pensamiento, por una capacidad de comunicar.

Yo hablo siempre de que «persona» viene de la palabra latina «personare», que era una especie de máscara que se colocaban los actores que intervenían en los actos del teatro griego y romano. Y resonaba; eso era la comunicación. Se es persona en tanto en cuanto se tiene capacidad para comunicarse y el Papa ahí ha encontrado la fórmula, que es sencillísima. Y una expresión del Papa como «que paséis buena noche, que descanséis» se convierte en noticia. Y que esto sea noticia…

 

O «rezad por mí».

«La Iglesia que se acaba», tu nuevo libro, lo publicas con La Asociación Cultural y Científica Iberoamericana. Y lo presentas ya, como quien dice: el día 22.

Yo amo tanto esta casa, RD, que la noticia primera tenía que ser transmitida desde aquí.

Cuéntanos dónde lo presentas, cuándo, con quién y cómo.

Se presentará el día 22 en una sección que tiene el Club de Mayores de la Ciudad de los Periodistas en la calle Gimzo de Limia, metro Herrera Oria, a las seis de la tarde. Todas las semanas se dicta una conferencia y a mí me han reservado el próximo día 22, lunes.

¿Te acompaña Celso en la presentación?

Sí. Es una persona de gran prestigio intelectual y eclesiástico. Estuvo 12 años, con Pablo VI y el cardenal Octaviani, metido en las entrañas de las nulidades matrimoniales de la Iglesia hasta que no pudo más. Y en el tema de las canonizaciones, que quien canonizaba era el pueblo fiel. Y para evitar determinados barullos y determinadas indigestiones, el Papa se hizo dueño de ellas.

Son muchos capítulos, los que tienen que desaparecer, que saltan a la vista. No solo los ritos, que saltan más a la vista. Como los pobres, por ejemplo; con tantas riquezas de la Iglesia, que el Papa siga todavía intitulándose y siendo además de obispo de Roma jefe de estado, eso, tiene que acabar.

Parte de esa Iglesia, que se tiene que acabar para que la Iglesia no acabe.

Eso es. Justamente. Como el carrerismo, que con tanta frecuencia descalifica el Papa: la carrera eclesiástica… ¡Pero si son dos términos que necesariamente deberían ser antagónicos!

Antonio, un placer.

«La Iglesia que se acaba» de la Asociación Cultural y Científica Iberoamericana. Presentación el próximo lunes, 22 de enero, a las seis de la tarde en el Centro de Mayores de la Ciudad de los Periodistas. En la calle Gimzo de Limia. Te veremos allí.

Enhorabuena; noventa de noventa. Que sigamos cumpliendo años y escribiendo libros. Muchas gracias Antonio.

Gracias a vosotros.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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