El mal total, según cuentan. Tanto es así que son muchos los que están absolutamente convencidos de que son diablos encarnados en personas. Lo creen firmemente
(José M. Vidal).-Nació en Belén y también el fue refugiado. Por eso la casa del padre Carlos Jaar en Aman es el refugio de muchos cristianos de Irak, Siria o Gaza, expulsados por la barbarie hacia la capital hachemita. Hoy mismo tiene acogidos en su hogar a 70 refugiados, que lo llenan todo. «Cuando llego por la noche tengo que ir saltando con cuidado por encima de la gente acostada por todas partes».
El cura jordano está de paso en Madrid. Se dirige a Honduras para visitar y acompañar a su madre, mayor y enferma. Presidente de Mensajeros de La Paz de Oriente Medio admira al Padre Ángel y su obra. Y éste le devuelve la admiración: «Ya quisiera ser como él».
El padre Carlos es humilde y va de humilde. Y siempre transmite paz y ternura. Incluso cuando cuenta la terrible situación que está viviendo, acompañando a las sucesivas oleadas de refugiados de Gaza, Siria e Irak.
«Llegan sin nada y lo que es peor con el alma herida, porque sus agresores no respetan su dignidad personal», explica. Y añade con la naturalidad del que cohabita con las fronteras del horror: «Tanto es así que algunos prefieren suicidarse a vivir sin dignidad».
El propio padre Carlos ha sufrido el desarraigo de sus compatriotas los palestinos y, con la ayuda de Mensajeros, pudo acoger a unas doscientas familias en Aman. Los gazatíes comienzan a regresar a la Franja de Gaza, pero el flujo de refugiados no se detiene. Tanto de Siria como, sobre todo, de Irak.
El sacerdote jordano ha conocido y vivido muchos infiernos, pero asegura que «no hay nada comparable con el horror satánico del estado islámico en Irak».
Un horror que, por lo que le cuentan los refugiados procedentes de Mosul, no tiene límites: empalamientos, asesinatos, decapitaciones, violaciones… «Todo eso y mucho más. Sin piedad, con intención de hacer el máximo daño posible y pisotear la dignidad de las personas. El mal total, según cuentan. Tanto es así que son muchos los que están absolutamente convencidos de que son diablos encarnados en personas. Lo creen firmemente«.
Quizás por eso, incluso lejos de ellos, las mentes y las almas de los refugiados siguen penando. «No hay cosa que más me duela que ver a los niños esconderse aterrorizados cuando oyen el ruido de un avión o cuando sus padres nombran a los yihadistas».
A su juicio lo que esta pasando en Irak es «una plaga de proporciones bíblicas». Una plaga que no parece estar destinada a desaparecer. «La situación va a empeorar. No le veo salida a corto plazo. Sólo se conseguirá erradicarla, si acabamos con el fanatismo religioso, que es el que alimenta a estos desalmados«.
Por eso al padre Carlos como al Papa le duele en el alma el fanatismo religioso: Que «se maté y se utilice el terror en nombre de dios». ¿Y como se hace eso de acabar con el fanatismo religioso? «Sólo conozco una solución : la educación de las nuevas generaciones«. Lo cual quiere decir que, aún saliendo bien el intento, la solución va para largo.
En esta dinámica, el padre Carlos cree que el cambio de líderes en algunos países ayudaría, porque «en Oriente Medio los líderes son importantes e influyen decisivamente en un sentido o en otro».
Mientras tanto el padre Carlos parchea y, con la ayuda de Mensajeros de la Paz, hace lo que puede. «Muchas gracias a Mensajeros y a España. Podemos ayudar gracias a sus ayudas».
En el oasis jordano, en medio de un Oriente Medio en llamas, el padre Carlos recuerda con nostalgia la visita del papa Francisco a Jordania. Él fue precisamente el encargado de preparar la habitación del Papa. «Es tan sencillo y tan humilde que no me lo podía imaginar así. Por la mañana le preparé el desayuno y le pregunte que tal había descansado y el me contesto que de maravilla».
Durante el desayuno , el nuncio que los acompañaba le dijo al Papa:
– Santidad, el padre Carlos nació en Belén .
– Pues yo conocí a otro que también nació en Belén y no lo tuvo nada fácil, replicó el Papa con una de sus habituales salidas.
Momentos inolvidables para el padre Carlos. Momentos para reponer fuerzas y volver al tajo de las obras de misericordia: Fui forastero y perseguido y me acogisteis.