Francisco se está topando con muchísimas resistencias. Esto es algo que hay que decir y admitir. Creo que hay mucha gente que no se está dando cuenta del gran don que significa el Papa
(José Manuel Vidal).- Andrea Riccardi es profesor, catedrático, historiador, ex ministro y, sobre todo, fundador de la Comunidad San Egidio, movimiento especializado en tender puentes en situaciones de conflicto. Pasó por Madrid, para pronunciar una conferencia en las XI Jornadas de Teología de Comillas sobre el «servicio de la reconciliación». En una entrevista exclusiva a RD, denuncia la violencia ciega del EI, se muestra pesimista sobre la situación del jesuita Dall’Oglio y muy optimista con «la revolución franciscana, que es del Espíritu, y por tanto imparable», a pesar de las «muchísimas resistencias» que está encontrando.
¿La paz está hoy amenazada?
Por supuesto que sí. En estos momentos existen 26 focos de conflictos activos, pero quizás la mayor amenaza a la paz sea la violencia ciega del terrorismo del Estado Islámico.
¿Qué significa esta amenaza de los yihadistas?
Significa un desafío a los países europeos y un desafío global, incluso para las religiones, porque vehicula la idea de que las religiones son instrumentos de violencia.
¿Cómo detener la violencia del califato?
El fanatismo religioso se detiene en nombre de Dios. La violencia religiosa ejercida en nombre de Dios se detiene con el nombre de Dios. El pecado del fanatismo es poseer a Dios. Porque el verdadero creyente es el que se deja poseer por Dios.
¿Tiene noticias del jesuita Dall’Oglio, secuestrado desde hace más de un año en Siria precisamente por los yihadistas?
Dall’Oglio es un amigo, que me acompañó en muchos viajes por el mundo árabe. Y un enamorado de Siria. Temo por él y rezo por él y por los dos obispos también desaparecidos desde hace tiempo. Circulan malas noticias y parece que podría haber sido asesinado.
¿Alcanzar la paz en el mundo es pura utopía?
En absoluto. Hace dos siglos también se pensaba que era imposible abolir al esclavitud. Y se abolió. Tenemos que soñar que se puede acabar con la guerra en un mundo reconciliado.
Pero algunos dicen que nos hemos olvidado del horror de las Guerras mundiales
Es cierto que se está olvidando ese horror y que algunos parece que quieren rehabilitar la guerra como método de resolución de conflictos. Eso sería tanto como olvidar la Historia.
¿Qué puede y debe hacer la Iglesia ante esta situación?
Una Iglesia que no se mida con los problemas de la paz y de la guerra se convierte en una Iglesia introvertida. Hay mucha gente que curar y que sanar. No podemos resignarnos ante las guerras ni caer en la impotencia, en el pesimismo, en el conformismo o en la cultura del miedo, que nos convence de que no se puede hacer nada.
¿Cómo puede luchar un cristiano contra esta religión del conformismo?
Con la fe, que mueve montañas y nos devuelve la audacia de esperar, y con la oración, que es el grito de los que no se resignan a la guerra y al odio. La paz se irradia y la resistencia a la violencia es decisiva. El carisma del cristiano es la pacificación.
¿Cómo ve la situación actual en España? ¿Cree que hay posibilidad de reconciliación entre los nacionalismos, o que la fractura es demasiado honda?
Esto es una cuestión política muy compleja, que espero que encuentre pronto una solución, en un ámbito no sólo español sino europeo. Europa nació de la reconciliación de los pueblos. Respetando su autonomía y su diversidad, Europa nació de la reconciliación de los pueblos. Me gustaría decirle una cosa que no dije en mi conferencia: los europeos comprendieron en el 45 que la guerra era un gran error. Y apostaron por la paz. A mi juicio, Europa tiene tres grandes méritos: la paz, la lucha contra la pena de muerte y la acogida a los inmigrantes.
¿Cómo conjugar el principio de la encarnación con el principio de la neutralidad política por parte de la Iglesia, en relación con los nacionalismos?
Es una pregunta difícil para mí. La Iglesia vive, reza, habla, ve, y anuncia el Evangelio. La Iglesia está en la historia. Pero no está en la historia como un partido político o un sindicato, sino como Iglesia.
¿San Egidio, la comunidad que usted fundó, intentó mediar en algún momento en el conflicto con ETA?
Se habló mucho de eso, pero yo no tengo constancia de que San Egidio haya mediado en el conflicto vasco.
¿Hay cabida para la reconciliación entre los dos modelos de Iglesia que vemos en estos momentos en pugna, de cara al Sínodo?
Yo no veo dos modelos de Iglesia, sino muchos modelos de Iglesia. Incluso a veces veo pocos modelos de Iglesia. Creo que tenemos que cambiar más sobre la Iglesia y entender mejor el mundo. La Iglesia corre el riesgo a menudo de encerrarse en sí misma. El Papa Francisco le pide que sea una institución extrovertida, que viva en la sociedad.
¿Una Iglesia en salida?
Sí, una Iglesia misionera y en salida.
Usted acaba de publicar un libro en español que se titula «La sorpresa del Papa Francisco» (San Pablo). ¿Sigue siendo una sorpresa? ¿Nos va a dar más sorpresas?
El Papa nos ha dado muchas sorpresas y nos seguirá dando muchas más. El Papa Francisco no está agotado y seguirá siendo una fuente inagotable de sorpresas.
¿Y las resistencias?
Las resistencias están ahí, son reales. El que cambia siempre se encuentra con resistencias. El Papa Francisco se está topando con muchísimas resistencias. Esto es algo que hay que decir y admitir. Creo que hay mucha gente que no se está dando cuenta del gran don que significa el Papa Francisco. Los que no perciben al Papa como un don, se equivocan. Pero espero que antes o después se den cuenta de ello.
¿Cree que la revolución tranquila que está poniendo en marcha el Papa Francisco llegará a término? ¿Tiene esperanza de que concluya bien?
Claro que sí, porque se trata de una revolución del Espíritu y, como tal, imparable.