Monje trapense en el Atlas: "Queremos volver a abrir el monasterio de Tibhirine en Argelia"

José Luis Navarro: «La violencia no tiene que ver con la religión; son las personas violentas»

"Siempre he considerado hermanos a los musulmanes; hermanos en humanidad y creyentes en el único Dios"

José Luis Navarro: "La violencia no tiene que ver con la religión; son las personas violentas"
Monje trapense en el Atlas: "Queremos volver a abrir el monasterio de Tibhirine en Argelia" RD

Los musulmanes nos consideran hermanos y nosotros a ellos. Participan en nuestras fiestas y nosotros en las suyas. Y a cualquier tipo de acontecimiento que tengan nos invitan

(Jesús Bastante).- El hermano José Luis Navarro es un monje trapense, que reside en las montañas del Atlas. Llegó a esta zona del mundo tras el asesinato de los monjes de Tibhirine, que en los próximos meses serán beatificados. Desde el monasterio de Huerta, en comisión de servicios, para «cubrir un hueco», y con un sueño: «Queremos volver a abrir el monasterio de Tibhirine».

 

¿Qué hace un monje trapense de Huerta en esa zona del Átlas?

Cubrir un hueco, cuando los hermanos fueron secuestrados y luego asesinados. Me surgió enseguida que se podía cerrar allí el monasterio, al no haber gente. Y yo amaba mucho Argelia, porque había estado varias veces, tenía bastantes amigos. Amo también al mundo musulmán.

Aparte de por los hermanos, sentía mucho ver que todo el pueblo argelino era acusado del crimen. Y quería que aquella comunidad siguiera existiendo. De hecho, pensé entonces, que si cuando entré al Huerto hubiera sabido que había una comunidad en Argelia, tal vez hubiera ido directamente allí. Porque siempre me ha interpelado ese asunto y siempre he considerado como hermanos a los musulmanes; hermanos en la humanidad y hermanos creyentes en el único Dios.

 

En el único Dios, sí. Todos somos hijos de Dios, creamos o no en él.

Hay una anécdota muy bonita: tengo un amigo, muy amigo, que era el imán de la mezquita del barrio donde estamos, y nos veíamos de cuando en cuando. Él tenía también una tienda de medicina natural. A veces iba allí a saludarlo y tomábamos un té.

Un día me lo encuentro por la calle, y él iba acompañado de otra persona. Hacía tiempo que no nos veíamos y nos dimos los cuatro besos de rigor. Y el que iba con él dice: fíjate, un religioso cristiano y un religioso musulmán y son amigos. Y el imán le respondió: «no hay más dios que Dios y es el mismo para todos». Fue una cosa bonita.

 

Y una gran verdad. Lamentablemente, en demasiadas ocasiones nos dedicamos a buscar las diferencias entre nosotros. Y no solo con los musulmanes; también entre entre las personas, vivamos donde vivamos, tratamos de encontrar los muros antes que los puentes.

Por los miedos que tiene cada uno a lo que no conoce.

 

 

 

Estamos hablando de la comunidad de Tibhirine. Recordarán a los monjes de Argelia, los famosos monjes de la película «Dioses y hombres», que fueron secuestrados y asesinados, y que ahora van a ser beatificados o, al menos, eso es lo que tengo entendido.

El Papa reconoció el martirio de los diez y nueve cristianos que murieron en Argelia, y eso abre el camino a la beatificación, que han de de terminarla los obispos de Argelia.

 

Y que podría ser allí.

Sí, podría ser. Lo más probable es que sea en Orán, porque entre los diez y nueve está el obispo de Orán, monseñor Claverie.

 

¿Qué supone eso para vosotros, y para ti en concreto?

Para nosotros, en principio, desplazarnos y conseguir la visa. Pensamos que intervendrá el obispado de Argel para que nos la den fácil. Y apartarnos un poco del tema del martirio como tal, que no le gustaba a Christian, el prior, porque lo decía en el testamento: «no quiero que mi muerte sea a costa de que otros sean considerados criminales».

Además, es una forma de reconciliación, también, de todo el pueblo argelino, porque en todas las familias hay muertos de aquella época, por todos los lados; por la parte de los hermanos de la llanura, -que decía Christian- y los hermanos de la montaña, que eran los maquis. Parece ser que en el monasterio se atendía a todo el mundo cuando llegaba herido. Y eso no gustaba a algunos sectores. Pero la puerta estaba abierta.

De hecho, hay una cosa que llama la atención y es que dejaran vivos al padre Jean Pierre y al padre Amédée.

 

A Jean Pierre, que vive con vosotros.

Quedaron dos vivos, y estaban en el monasterio. Porque ellos buscaban siete, que eran los que había normalmente en el monasterio. No sabían que el padre Bruno, que era el superior de Marruecos, y el hermano Paul estaban allí; habían llegado para una reunión del capítulo conventual. Entonces, como buscaban siete y encontraron siete, marcharon.
Y no es exactamente como en la película; el padre Jean Pierre no se escondió de nadie: él era el portero y estaba en la portería (la portería estaba separada del resto de la comunidad para atender la puerta de día y de noche). Él oyó los ruidos y gente. Miró, y vio a los yihadistas con las armas. Pero oyó también a Christian y pensó que ya los atendía él. No pensó nada más. Y el padre Amédée, que estaba muy sordo, no se enteró de nada hasta después, porque no lo buscaron al tener a siete.

 

 

 

Es curioso.

Quedaron los dos vivos. Al principio tuvieron alguna duda de pensar ¿por qué ellos sí y nosotros no? Pero llegaron a la conclusión, como me decía el padre: «nosotros somos el resto de Israel» Y el padre Jean Pierre: «es necesario que estemos alguno para continuar».

 

¿Cómo sientes que debe vivir Jean Pierre su supervivencia? Alguna vez he entrevistado a Jon Sobrino, también superviviente de la masacre de los jesuitas en El Salvador, y él sí tiene la sensación de que tenía que haber estado ahí. De: ¿por qué yo no? De cuál es su responsabilidad después de haber salido con vida. De cómo seguir viviendo.

Pues con aceptación, porque es el motivo para continuar. Estos veintidós años los ha pasado en fomentar esa relación con los vecinos, con el Islam, con la presencia allí. Convivir en medio de ellos.

 

¿Se puede perdonar realmente?

Yo creo que sí, que él tiene asumido el perdón. De hecho, en el último libro de Nicolás Valle describe Tibhirine, y en alguna otra ocasión lo ha dicho: él perdona, y reza por los que lo hicieron. Y por todo el pueblo argelino.

 

Vivís en una zona de mayoría musulmana, siendo cristianos.

Nosotros, una franciscana y tres señoras francesas que viven allí, en la localidad, y que vienen a todas las misas y a algunos oficios.

 

¿Cómo se vive en franca minoría?

Perfectamente, porque ellos nos consideran hermanos y nosotros a ellos. Participan en nuestras fiestas y nosotros en las suyas. Y a cualquier tipo de acontecimiento que tengan nos invitan. Concretamente, esta semana tuvimos que salir a una boda de unos amigos, porque se casaba su hija. Nos dieron un trato muy especial en la casa. Nos quieren mucho. Llegan nuestras fiestas y no te faltan dulces ni las felicitaciones. La gente está contenta de celebrar nuestra fiesta. Nosotros también las de ellos. Cuando llega el Ramadán, en la comunidad lo practicamos también. No por sincretismo, sino por solidaridad; en casa trabajan musulmanes, y no vas a estar comiendo mientras ellos están en ayunas. No vas a estar bebiendo, mientras ellos no beben nada en todo el día.

 

Es hermandad interreligiosa en la práctica.

Y el ayuno es una cosa buena, es algo que en la vida monástica ha existido de siempre. Y luego, como la motivación del ayuno para los musulmanes es porque Dios lo manda, porque nos hace estar más cerca de los que pasan hambre por necesidad y estas cosas, pues te sientes cercano a eso también. Es una forma de compartir con ellos, como compartimos ciertas oraciones, que las hacemos en árabe en toda la Iglesia del Magreb. Por ejemplo el Padrenuestro, en todo el Magreb se reza en árabe.

 

Es muy bello, además, el sonido.

Es precioso. Se parece mucho al arameo.

 

 

 

Es verdad.

Y sí, se vive con comodidad. Vamos a los funerales, cuando hay algún conocido. Al principio nos quedábamos un poco alejados de la gente. Pero los imanes nos decían: venid, venid con nosotros, que vosotros también sois parte.

 

La visión que tenemos en occidente, con muchos visos de realidad porque hay locos que se inmolan y que matan a gente, ponen bombas, ¿es real? ¿Hay, de verdad, una guerra Islam-mundo occidental?

Los paranoicos sí que tienen esa visión. Pero, en realidad, las personas son bastante cercanas a lo occidental, por lo menos en Marruecos. Siguen a todos los equipos de fútbol españoles, las noticias de España, aprenden español por gusto, les gusta el flamenco, les gustan muchas cosas de aquí… No, no hay una animadversión. Es más, cuando llegamos a la casa en la que estamos ahora, en el año 2000, (antes estaba la comunidad en Fez y cambiaron a Médéa porque ofrecieron las franciscanas un antiguo orfelinato que tenían y que estaba en mejores condiciones que la casa de Fez) nos pareció mejor aquello. Allí estamos bien.

Cuando llegamos no había cruz, porque las hermanas la habían quitado. Pusimos una provisional, de madera. Junto a nuestra casa, en nuestro terreno, había un dispensario médico y les dijimos a los del dispensario: hemos puesto la cruz, si oís comentarios nos lo decís. Y si molesta, a nosotros nos es igual quitarla, porque tampoco necesitamos signos externos. Y el comentario fue que una iglesia tiene que tener una cruz, porque si no, no es una iglesia.

 

Claro.

Les pareció muy bien y ahí está. Además, algunos nos dicen que por qué no ponemos otra en la torre. Pero eso ya no hace falta.

 

Pero ¿qué les dirías a los que aquí, en nuestro mundo, ven el Islam como una amenaza, como algo violento?

Que empiecen por conocer a los musulmanes que viven en su escalera, que a lo mejor no han cruzado ni dos palabras con ellos. Normalmente, el que tiene trato cambia su visión. A nuestra hospedería viene mucha gente de toda Europa. Vienen, la primera vez, con cierta reconvención y con miedo. Pero luego siguen viniendo cada año y hacen amigos. Descubren un mundo que no conocían y que sí, que se puede convivir. Les diría que conocieran a la gente in situ. Y que empiecen por los de su barrio.

 

¿Cuál es la relación entre las religiones y la violencia?

El hombre lleva la violencia en sí, al margen de la religión. El que es violento usa la religión como usa otras cosas. Como puede usar un fan un equipo de fútbol. O los nacionalistas. Para el que es violento, cualquier excusa es buena para usar la violencia. Para el que es intolerante, cualquier excusa es buena para atacar al que no es como él. Pero no tiene que ver con la religión; son las personas, si son violentas o no.

Esta semana hemos tenido la suerte de tener a un gran sufí en el monasterio, ha venido el fin de semana con su esposa. Es bastante conocido, a nivel europeo incluso. Foxy Scally, que es un hombre que perfectamente podríamos compaginar en un retiro anual, con un predicador católico a la par. Porque dicen cosas muy similares en cuanto a espiritualidad. El camino de la mística es el camino de unión.

 

 

 

¿Ese es el camino? ¿Crees que en nuestra sociedad nos falta mística?

Sí falta; falta mirar al interior. Estamos desbordados por un exceso de velocidad, de inmediatez de todo. Yo, por ejemplo, ahora vuelvo a Marruecos y lo hago en autobús. No me importa. Me gusta. Por compartir con la gente.

 

Son unas horitas.

Sí, pero se hacen muy a gusto.

 

¿Por Algeciras? ¿O por dónde?

Sí, por Algeciras. Desde allí a Tánger y de ahí a Médéa. Y alguno te dice: pero es que ¡son muchas horas!

Pues, si no tienes prisa, ¿qué más da? Vas descansando en el viaje. El aeropuerto me cansa más que un viaje en autobús.

 

No eres el único religioso español en Marruecos, tenemos dos arzobispos, además. Uno reciente.

Y una prefectura apostólica también. La de El Aaiún, el padre Mario.

 

Uno es Cristóbal, que le conoces, y el otro es Santiago Agrelo, que casi está de salida, por la edad.

Sí, ya pidió la renuncia.

 

Conoces a los dos. ¿Cómo son y qué labor hacen allí?

Muy cercanos. Hoy, precisamente, he visto una noticia, del padre Cristóbal diciendo que hay que tender puentes, muy bonita.

Del padre Santiago Agrelo, su labor con los emigrantes en Tánger, que hay muchos, es reconocida. Y lo que está haciendo la Iglesia allí. La Iglesia de Rabat también, porque ya los grandes presbiterios, las grandes parroquias, como en Fez y en Meknés, se han dedicado a la acogida y a emplear todos los locales en albergar familias y gente inmigrante, subsahariana, para que tengan un sitio donde estar. Y tienen servicios de todo tipo. Los párrocos les acompañan a los hospitales, si están heridos o enfermos.

 

¿Por vuestro monasterio pasa alguna de esas rutas de la inmigración?

No, por allí no pasa nadie; estamos en el interior, en zona este, de montaña. Los emigrantes van a buscar ciudades grandes, sobre todo las del norte, para dar el salto a Europa, que es la idea con la que salen de su país. Porque, a veces están bien en Marruecos, buscándose la vida y, aún así, quieren dar el salto a Europa. Sus familias y sus pueblos esperan que lleguen y es un reto que tienen. Habría que estar en su piel para entenderlo.

 

Yo creo que nadie migra por voluntad propia, a no ser que fuera por estudios o por mejorar. Pero ahora hay mucha gente que huye de guerras, de situaciones desastrosas.

Como dice aquél dicho: «anda unos kilómetros en sus mocasines y comprenderás».

 

 

 

Ahora están los obispos y responsables de ONG’s, como Cáritas o Servicio Jesuita a Migrantes, haciendo un encuentro entre las dos orillas. ¿Cuál crees que es la labor de la Iglesia española, porque estamos mucho más cerca, o de la Iglesia europea, al respecto de esa migración. De ese puente, inexistente pero que existe, en el estrecho y en otras partes del Mediterráneo, y que une dos almas, que son la africana y la europea?

Lo está haciendo, porque todos los movimientos que hay de apoyo al emigrante y que los acogen y demás, tiene detrás a gente cristiana de parroquias, institutos, centros, religiosos, religiosas… que están volcados. Y no solo con el emigrante, sino con todo el que está en necesidad. Es una realidad. Lo que pasa es, que a veces cuando se habla de la Iglesia, en ciertos sectores se mira la sombra nada más. Pero la luz es mucho mayor.

 

Siempre. Lo que pasa es que a veces no sabemos presentarla.

Hay muchas vocaciones hoy que no son, precisamente, las de la vida consagrada. Todas las organizaciones laicas que están trabajando por el otro en tantos sitios, son vocaciones también. Y si lo miramos como vocaciones, no podemos hablar de crisis vocacional: hay una crisis de ciertas formas de vocación, pero hay otras que son muy activas y muy eficaces. Y que se apoyan mucho en lo espiritual. Allí vienen muchas ONG’s, y nosotros les damos el apoyo logístico de quedarse en el monasterio para ir a trabajar a distintas poblaciones. Y todos te hablan de lo mismo: que les gusta venir al monasterio porque no es tan solo actividad, sino tener también algunos ratos de recogimiento.

 

Un lugar donde cargar las pilas.

Vienen bastantes y de todos los países, y suelen repetir cada año. Hacen mucha labor, y la labor ha cambiado; no es la antigua, que era traer ropita y cosas, que eso hoy no tiene sentido en Marruecos porque la gente tiene para vestirse. No es como en otros tiempos. La economía en Marruecos está creciendo día a día y en algunas cosas son punteros en toda África.

 

¿Sí?

En fabricación de coches, en aeronaútica, en muchas cosas. Lo que pasa es que es una población con una edad media de treinta y cinco años. Las familias son muy numerosas. El que tiene un medio de vida, puede heredarlo uno o dos hijos, pero no todos. Entonces, hay muchos hijos que, cuando no encuentran trabajo, piensan en emigrar. Pero la mayoría de los que emigran lo hacen con la idea de volver y, de hecho, vuelven. Regresan, cuando han hecho un poco de dinero, y se montan su vida ya en Marruecos. Por eso no se inculturan, (que se les echa en cara) porque desean volver.

 

No se integran porque su intención no es la de quedarse. Aunque es verdad que hace falta un trabajo, por las dos partes, de convivencia.

Hay más de mil empresas españolas en Marruecos que están dando trabajo a muchos marroquíes. Y cierto que allí no pagan como aquí, pero también el nivel de vida es distinto. Allí, con diez o quince euros llenas la Kangoo para toda la semana. Es proporcional. Van cubriendo ya los servicios médicos; la visita médica es gratuita en todos los lados si vas a la medicina estatal, pero los medicamentos no.

 

Tú perteneces a Huerta y estás en comisión de servicios en el Atlas. ¿Tienes idea de regresar? ¿De quedarte?

Mientras haga falta allí, allí estaré. Y la comunidad de Huerta no me reclama.

 

¿Cuál crees que es, o que debería ser, el futuro del monasterio del Atlas?

Crecer un poquito más para volver a abrir el monasterio de Tibhirine en Argelia.

 

 

 

¿Crees que se podría?

Ahora está abierto, hay tres personas. El monasterio nos pertenece a nosotros y el que se ocupa del usufructo de usarlo es la diócesis de Argel. La diócesis de Argel les ha dejado estar a los de «Chemin Neuf», pero no hay nada más que tres con visa para estar allí. Están haciendo el mantenimiento, en lo posible, del espíritu de Tibhirine, aunque no sean cistercienses. Pero la idea nuestra es volver algún día o, incluso, estar en conjunto con ellos.

 

Yo creo que a Jean Pierre le encantaría regresar.

Lo que pasa es que ya es muy mayor.

 

¿Qué supondría volver a Tibhirine para vosotros?

Si es volver sin dejar Marruecos, significaría darle vida a aquello, porque tenemos allí los restos de nuestros hermanos. Y de todas las comunidades anteriores. Es su historia, que data de antiguo, del siglo XIX. La presencia en Argelia la empezaron los yugoslavos.

 

Dices, «si es manteniendo Marruecos». ¿Y si no?

Sí, manteniéndolo, porque la acogida ha sido estupenda.

 

Pero sería un símbolo, la vuelta.

Sobre todo por los vecinos de Tibhirine, de Médéa y de la región, que seguimos en relación con ellos. A veces viene alguno de allí a visitarnos. La relación es continua porque son parte de la familia también. Fue por ellos por los que los hermanos se quisieron quedar. La relación estaba por muchos caminos; por el camino de la asistencia médica, por un lado: a veces se atendía a más de cien personas en un día.

Y luego, la relación con la Tariqa sufí alawiya, en Mostaganem, con la que se fundó el «Ribat es salam» que se tenían unas reuniones periódicas donde se rezaba juntos cristianos y musulmanes. Y compartían juntos y se marcaban un tema para meditar que luego retomaban en la siguiente reunión. Esa relación continúa. De hecho, al padre que se ha ocupado de Tibhirine hasta ahora, que es un padre francés, le han llamado los sufíes para dar clases de lo suyo. Es profesor de agrónomo. Y en Marruecos también tenemos relación con la tariqa de Marruecos, que es una tariqa hermana de la alawiya.

 

Una última pregunta, ¿qué tiene África que engancha tanto?

Los franceses le dicen le mal de l’Afrique; que cuando uno toca África, en cualquiera de sus sitios, se te pega y luego hay que volver. Y sí, engancha. Ahora cualquiera de la parroquias de Marruecos está llena de cristianos subsaharianos. Por ejemplo, en Fez son cuatrocientos cincuenta los que llenan laiglesia los domingos con su ritmo y con sus cosas típicas. Y ahora que ha entrado Marruecos en la Unión Africana, hay un mirar más al resto de África, porque antes parecía que más bien miraba a África de lado. Pero ahora está mirando de frente y las relaciones con los demás países africanos son muy buenas. Con todos. Algunos de ellos no necesitan visa para ir a Marruecos. Y los estudiantes subsaharianos tienen entrada en las universidades de Marruecos y con las bolsas tan ridículas que les dan pueden subsistir, y en otros países no.

Un placer, José Luis. Sucram y esta es tu casa. Gracias por contarnos y por hacernos revivir el espíritu de Tibhirine.

Gracias a vosotros.

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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