La super producción, del sacerdote Toño Casado, fascina en su presentación

’33, el musical’: una catequesis espectacular

Un musical moderno, actual, lleno de ritmos y de grandes canciones, obra del sacerdote madrileño Toño Casado

'33, el musical': una catequesis espectacular
La última cena del musical 33

El mensaje de Jesús sigue vivo y, bien contado y cantado, llega al alma de la gente de hoy

(José Manuel Vidal).- En medio de un descampado del Campo de las Naciones de Madrid surgió, en pocos meses, una nueva catedral. Es blanca, tiene varios pináculos y, por fuera, parece una carpa gigante de circo. Por dentro es tan majestuosa como un arca de Noé de madera abierta en canal. En ese marco tan original, se acaba de estrenar ’33 El Musical’, una super producción a la altura de Broadway, que sube a escena la vida de Jesús, el mayor ‘influencer’ de la Historia.

Un musical moderno, actual, lleno de ritmos y de grandes canciones, obra del sacerdote madrileño Toño Casado, que, además de encandilar por su puesta en escena, llega, seduce y hace calar, como el sirimiri, los grandes mensajes del Nazareno. Una espléndida catequesis teatralizada y musicalizada, que conecta a las mil maravillas con la sociedad actual.

Toño Casado inicia el espectáculo cerrando el cuaderno en el que escribió su obra musical sobre «el hombre que cambió nuestro mundo y nos convenció de que somos hermanos y no lobos». Un musical que nace por la locura de dos productores y con la bendición explícita del cardenal Osoro. Emocionado, el sacerdote compositor da paso al espectáculo, no sin antes confesar: «Soy cura y me siento feliz de serlo».

El día del estreno, la enorme cúpula, con capacidad para mil personas sentadas, estaba a rebosar. Como en las grandes galas. Con los tres obispos auxiliares de Madrid presentes (porque el cardenal Osoro, que dio todas las bendiciones al musical, no pudo asistir), junto al Padre Ángel, entre otras personalidades.

El recinto de 7.000 metros cuadrados fue creado ad hoc para el musical y costó 2,3 millones de euros entre la escenografía y la carpa. En esta ultima, de 2.100 metros cuadrados y 19 metros de altura, se ha erigido un teatro a la italiana con capacidad para más de 1.000 espectadores.

Monseñor Cobo, Toño Casado y el Padre Ángel

De entrada, llama la atención el enorme escenario de madera con una boca escénica de 14 metros, cual una nueva barca de Noé.

Se encienden los focos y da comienzo un torrente musical que dura dos horas y que hace vibrar a la feligresía. Porque 33 es un musical que toca el alma, que vuelve a hacer vibrar los corazones de la gente con la gran historia de Jesús, el carpintero de Nazaret, que cambió el mundo con sus palabras y su manera de vivir y de morir.

Tras la ‘Obertura‘, con su potente canto a Jerusalén, el universo en el que se desarrolla la historia, se suceden diversos números musicales a modo de presentación de los personajes. Desde Jesús y María en Nazaret, hasta los apóstoles, los sacerdotes del Templo, María Magdalena o los demonios.

El musical engancha y te mantiene en vilo hasta el final. Con distintas fases y momentos. Como el canto de María, ‘Jesús se va’, en el que la Virgen promete «estar siempre dentro de la piel de su hijo» e intuye que «mucha gente no entenderá que los sueños de los pobres cobren vida de verdad».

Encarnado por Christian Escuredo, entra en escena un Jesús dulce y tierno, pero a la vez decidido y profético, que proclama «el Espíritu de Dios está dentro de mí’ y canta su proyecto del Reino. Un proyecto al que quieren echar por tierra los tres diablos, que le ofrecen dinero, fama y poder si firma un contrato con ellos. Pero la negativa de Jesús es tajante: «Seré muy influyente, si me meto a ser sirviente, en casa de mi madre lo aprendí».

Tras rechazar las tentaciones, aparecen los apóstoles, presentándose con un himno pegadizo y alegre. Cada uno va diciendo quién es y qué hace. Desde los más conocidos, Pedro, Santiago y Juan, hasta los más «desconocidos», aquellos cuyos nombres ni los niños aprenden en la escuela. Y, por supuesto, Judas. No podía faltar el traidor, interpretado por Guillermo Estad.

Ante Jesús y sus apóstoles aparece la ciudad, que les da la bienvenida con su cohorte de miserias, porque en ella «sólo hay pan duro para penar». Pero hasta en medio del infierno de la urbe, surge la voz de Cristo, que presenta su mensaje de felicidad real y renovadora y proclama sus bienaventuranzas: «El Reino del amor empieza ya».

Ante este Jesús que cambia incluso la faz de la ciudad, los apóstoles (y las apóstolas, en claro guiño feminista) se preguntan quién es Jesús. Y van dando las consabidas respuestas: un milagrero, un comunista, un beato, un santurrón, un borracho y un blasfemo. Mientras, María Magdalena (María Vilumbrales) llora su pena de amor y se la grita a las estrellas.

María Magdalena

El segundo acto comienza sombrío y recorrido por el viento de la conspiración. Por las canciones del musical siguen desfilando los sacerdotes (en una dura crítica al clericalismo malsano de antes y de ahora) y Judas que decide entregarlo, mientras el coro canta ‘El precio del amor’.

Magnífica la resolución de la última cena, con el decorado que baja y se ocnvierte en el techo de un improvisado Cenáculo. Tras el paso por Getsemaní y su soledad («No hay otra manera de acabar»), el juicio implacable de las autoridades judías y romanas, con Pilatos, Caifás y Herodes. Y la crucifixión («matar el amor»), que se resuelve con una puesta en escena realmente brillante, en la que Cristo muere crucificado en medio de una gran cruz luminosa que abre sus brazos al infinito.

Pero la obra da un paso más y concluye con la apoteosis final de la Resurrección, que llena el templo laico, rebota en sus bóvedas y se mete en las entretelas del alma. Jesús resucitado sigue vivo y su mensaje de amor, su Reino de paz, siguen siendo la luz que ilumina el mundo y acaba con las tinieblas.

Y, de nuevo, Toño Casado despide el evento y pide un aplauso para los dos productores, Felipe García-Quirós y Nacho Alonso, que dan las gracias, emocionados. Después, pasa por el escenario todo el elenco de actores, músicos, productores y realizadores del imponente espectáculo. «El éxito mayor de 33 será que la gente conozca a Jesús y, siguiendo sus huellas, ayude a crear un mundo mejor», concluye el sacerdote.

La gente, puesta en pié, tributa a los actores-cantantes una ovación de gala, de esas que parecen eternas, porque salen del corazón. El mensaje de Jesús sigue vivo y, bien contado y cantado, llega al alma de la gente de hoy.

 

 

 

 

A la salida, los comentarios son unánimes. Todos coinciden en que la obra es más que un musical, aún siendo un excelente musical. Mucha gente de Iglesia ve en ella una excelente catequesis para conectar con el mundo de hoy, especialmente con la gente más joven. Mucho más que un Sínodo o que una JMJ, aunque no sean eventos incompatibles y ni siquiera comparables. A Dios por la música y el baile.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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