¿Sabrá enfrentar el desafío de las nuevas generaciones, los problemas teológicos y de doctrina moral, la apatía de parte de Occidente ante una Iglesia que se le presenta antigua y, consecuentemente, poco atractiva?
(José María Poirier, Mirada Global).- La Iglesia necesitaba un sacerdote pastoral, cercano a la gente, ajeno a la lógica de la curia romana, amigo de Benedicto XVI; alguien que significara continuidad y cambio, en la línea de Joseph Ratzinger. Nunca hubiéramos imaginado que la Iglesia nos depararía estas sorpresas: primero la renuncia de Benedicto XVI y luego la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio, ahora Francisco. Sabíamos que era un elector de peso en el cónclave, pero salvo algún vaticanista italiano, nadie lo veía como posible pontífice. A la emoción de cierto orgullo nacional se sumó la alegría de verlo aparecer en el balcón de San Pedro, vestido de blanco, sereno y ligeramente sonriente, hablando en italiano como nuevo obispo de Roma.
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